Un grupo de violentos irrumpió en la redacción del diario y sacó por la fuerza a los trabajadores. Al final, se fueron caminando y custodiados por la Policía Federal. Una crónica de DIARIO POPULAR desde el lugar de los hechos
Doce y cuarto de la madrugada del lunes. En el edificio de Palermo en el que se encuentra Tiempo Argentino sólo hay tres personas de vigilancia. Es una noche más hasta que el silencio se corta con la irrupción de una patota que tiene un sólo objetivo: tomar el sitio, el diario autogestionado por sus trabajadores. A puro grito y golpe, aproximadamente 14 personas expulsaron los vigiladores y se apoderaron de las instalaciones. Así comienza la noche de terror en Amenábar 23.

Los atacantes ingresaron con la ayuda de un cerrajero. Forzaron la puerta e ingresaron a las instalaciones por la puerta de Radio América que está comunicada internamente con las oficinas de Tiempo Argentino. La Policía demoró al cómplice que permitió forzar la puerta, pero lo dejó ir por falta de mérito.

Una vez en la redacción, los matones se movieron cual grupo de tareas. Encapuchados y bajo la conducción de Mariano Martínez Rojas echaron a los empleados, golpearon a uno de ellos en el piso. Lo mismo hicieron con un joven discapacitado y, luego, tomaron el sitio. Hace menos de un mes, el 11 de junio, tuvo un accionar similar en la toma de la planta transmisora de Radio América. En ese momento, el empresario dijo que era "dueño" del medio radiofónico aunque no está reconocido por el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom).

La policía se acercó al lugar cuando los violentos ya habían consumado su tarea. El delegado de los trabajadores del Diario, Randy Stagnaron, le explicó a DIARIO POPULAR: "El propio Martínez Rojas mostró un documento en el cual figuraba como inquilino del edificio. Pero no sabemos qué es eso. Nunca supimos qué validez tiene".

En las últimas semanas, la cooperativa "Por Más Tiempo" demostró que el propietario de las instalaciones -un empresario suizo- dio como "terminado" el contrato anterior debido, entre otras cosas, a falta de pago, y el alquiler quedó en manos de los trabajadores (hay un juicio de desalojo, pero los trabajadores ya acordaron con el dueño). La patota se metió a la fuerza, encapuchada, bajo un poder falso y en un lugar que, ni siquiera, es de su propiedad.

La noche agitada no se cerró allí. Bajo una lluvia torrencial y un frío penetrante, los trabajadores de la cooperativa se manifestaron en la puerta de la redacción. Casi un centenar de personas, entre ellos el diputado Lauro Grande, se agolparon para esperar y pedir el desalojo de la toma ante la mirada pasiva de la Policía.

Aproximadamente a las tres de la mañana y tras varias vueltas por parte de la comisaría lograron radicar la denuncia. La fiscal Verónica Andrade, enterada del hecho, decidió citar a las "partes a primera hora". El círculo vicioso, burocrático, se agrandaba: al no tener la orden pertinente, la comisaría número 31 no accionaba.

Así fue como, en medio de la lluvia, con frío, con desconocimiento sobre lo que ocurría dentro del edificio y, sobre todo, con el cinismo de una toma incomprensible, los ánimos empezaron a descontrolarse. Los trabajadores insistieron, golpearon puertas. El caos despertó una pequeña psicosis sobre un supuesto "escape" de los matones por los techos de los vecinos que no fue tal.

Las horas pasaban y las tensiones se hacían más fuertes. Los trabajadores lograron ingresar a un sector del edificio que no está comunicado internamente con las oficinas de la redacción donde se acuartelaban los patoteros. Sin embargo, con un poco de esfuerzo y ante el nulo accionar de la fuerzas policiales para resolver el conflicto, pudieron derrumbar una de las paredes de "durlock". Allí, los matones respondieron abriendo un matafuego y apuntando directamente a los trabajadores.

Luego de seis horas de toma, los encapuchados que ingresaron al edificio, golpearon a empleados, rompieron la redacción y amenazaron a periodistas se fueron a pie y escoltados por la Policía Federal. Por la calle Amenábar y ante la vista de todos.


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Una hora después, aproximadamente a las siete de la mañana, Mariano Martínez Rojas hizo exactamente lo mismo: caminó rodeado de policías, sin esposas, con su propósito consumado.


EL COMUNICADO DEL GOBIERNO

La Secretaría de Comunicación Pública expresa su más enérgico repudio al ataque a las instalaciones del diario Tiempo Argentino y se solidariza con los integrantes de esa redacción, víctimas desde hace meses del accionar irresponsable de un grupo de empresarios.

 
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