En la antigüedad, los gatos eran símbolos de adoración. En el antiguo Egipto, por ejemplo, eran considerados deidades a los que se los asociaba con protección. El faraón era el único que podía tenerlos y si alguien mataba a un gato podía llegar a pagarlo con la propia vida.
Pero los tiempos cambiaron y hoy se convirtieron en “seres más terrenales”. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Anual de Hogares 2014, se estima que en la Ciudad de Buenos Aires, hay cerca de 250 mil gatos, lo que representa 8 por cada 100 personas.
Sin embargo, no todos tienen suerte de tener un hogar. Hay miles de animales abandonados en las calles, refugiados en lugares insospechados, esperando por alguien que los adopte y les brinde cariño.
Por eso hoy, en su día, en POPULAR recopilamos cinco historias de animales que atravesaron situaciones de abandono, maltrato, e indiferencia hasta que por fin encontraron una familia definitiva.
Hace exactamente un año, los bomberos de Villa del Parque recibieron un llamado que reportaba que en la copa de un árbol había una gata que lloraba y no podía bajar. Pese a los intentos por rescatarla, en un momento, el animal se asustó y cayó al pavimento. Murió instantáneamente. Pero de repente, algo llamó la atención de un bombero: la panza de la gata se movía. De inmediato, decidió llevarla a un veterinario. El profesional la examinó y se dio cuenta que estaba preñada, por lo que procedió a intervenirla. Tuvo 5 gatitos: dos murieron en el impacto, y tres sobrevivieron, a los que bautizaron como Berlín, Helsinski y Oslo, como los personajes de la Casa de Papel.
Pero Berlín no logró sobrevivir y murió días después. “Luego de criarlos diez días a mamadera, una gata que yo tenía los recibió y los crió como propios. Oslito la peleó, porque pobrecito la pasó re mal. Nosotras lo velamos como 300 veces, pero contra todo pronóstico salió adelante”, asegura emocionada Alicia, una de sus rescatistas, del Kindergarten.
Hoy Oslo no solamente cambió de nombre- ahora se llama Miel- sino que además cuenta con una casa en la que le brindan comida pero por sobre todo, cariño. “Es hiperinteligente y su capacidad de adaptación es increíble”, relata Alicia, emocionada, a POPULAR.
Su edad es un misterio, pero se presume que tiene muchos años de indiferencia, hambre y soledad. Vivía en una colonia con otros 40 gatos, en el barrio de Palermo, refugiado en un predio. Al no estar castrado, eran constantes las peleas con el macho alfa de la colonia, lo que se traducía en raspones, heridas profundas, pus y dolor.
Hace seis años, un grupo de rescatistas de Gatitos de Palermo lo vio y enseguida lo castró. Pero más allá de la operación, Arnulfo lentamente comenzó a dejarse morir. Cansado de tantos años de batallas, no quería comer y le costaba levantarse. Su salud se estaba deteriorando.
Pronto, lograron conseguirle un hogar de tránsito para él y casi como una inyección de vitalidad, fue el puntapié para comenzar su recuperación. A los pocos meses, una pareja se enteró de su caso y no dudó en adoptarlo.
Hoy Arnulfo se llama Nunú y vive con una familia humana que lo adora.
Las dos fueron abandonadas de muy chiquitas en el Jardín Botánico. Durante años vivieron al borde del peligro, expuestos a los envenenamientos, al ataque de perros salvajes, a las tormentas, y a la caída de los árboles en una colonia junto a otros 300 gatos. Así pasaron años y años, a la intemperie, evitando todo contacto con humanos.
Pero en 2016, un grupo de rescatistas del grupo Hacé feliz a un gato, las levantaron de la calle, las llevaron al veterinario y le hicieron la revisión correspondiente. Chinini gozaba de un buen estado de salud, y tras una semana en un hogar de tránsito fue adoptada.
Pero Chantal, una gata de casi 12 años, no tuvo la misma suerte. Producto de su edad y el abandono, tenía la dentadura deteriorada y hubo que quitarle todos los dientes. Además, le encontraron un par de tumores mamarios, por lo que debió ser operada. Meses más tarde, logró recuperarse y fue adoptada por la misma pareja que había adoptado a su compañera.
“Ahora, ambas viven a resguardo de los peligros de la calle y son amadas por sus padres humanos que abrieron el corazón a dos gatas senior y les dieron la oportunidad de una nueva vida”, cuenta orgullosa Sonia, una de sus rescatistas.
El 3 de octubre, una integrante del grupo Gatitos del Gutierrez caminaba por la calle y desde adentro de un contendor de basura escuchó un llanto. Cuando abrió el tacho, vio una bolsa con otras dos envolturas dentro. En una halló tres gatitos fallecidos, mientras que en la otra estaba Azumi envuelta en una toalla. Enseguida la levantó y la amamantó a mamadera. Pero sus 170 gramos de peso le dificultaban salir adelante.
Con muy pocas esperanzas de vida, fue trasladada a un hogar de tránsito de otra rescatista que, casualmente, días atrás había levantado de la calle a una gata preñada. De entrada la aceptó y la leche y el cariño brindado, la hizo revivir.
Hoy, Azumi vive con la mujer que lo rescató del contenedor y con un hermano gatuno con el que duerme, juega y corretea por toda la casa.
Su historia está plagada de dolor pero también de esperanza. El 1 de mayo de 2012 fue rescatado de la calle en condiciones críticas. Víctima de la crueldad humana en su estado más puro, tenía la mandíbula y el paladar fracturado, estaba ciego y padecía varias enfermedades. Sus posibilidades de sobrevivir eran casi nulas. Permaneció ¡40 días! Internado y cada hora que pasaba se percibía como la última. Estaba prácticamente pelado por un hongo y lo único que se notaban eran sus huesos. Solo lo mantenía con vida el suero y una transfusión de sangre que se le tuvo que hacer de urgencia como consecuencia de la haemobartonella (enfermedad que contagian las pulgas y provoca anemia severa). Sin embargo, sus rescatistas, las que después terminaron conformando el grupo Felices hasta las Patas, contaban que aún en esas condiciones, llamaba la atención lo cariñoso que se mostraba.
“Una tarde, llamaron para comentar que León (lo nombraron así justamente por su manera de luchar) empezó a comer. La emoción era tal que salimos de inmediato a verlo. El gatito comía pollo y con ganas, pero no tomaba agua y era vital su hidratación”, rememora Victoria, una de las piezas claves en su rescate. Pero gracias al cariño que le brindaban todos los días, el gato comenzó a tomar líquido.
Lentamente se fue recuperando y llegaba el día del alta. Ella – una de las fundadoras de Felices hasta las Patas – y su marido se miraron sabiendo que adoptarían a León. La adaptación no fue fácil, especialmente porque sus otros gatos eran muy mañosos y León necesitaba atención. Pero a fuerza de mimos, todo fluyó con naturalidad.
Pasaron los años (siete, para ser exactos) y León recuperó su hermoso pelaje y ganó peso. Hizo nuevos amigos y también -por qué no- desarrolló nuevas mañas, como subir a la mesa y gritar para que lo bajaran.
Vivió siete años felices, cargados de amor. Pero hace unos días su corazón dijo basta después de una operación, producto de las secuelas que le dejó el maltrato que vivió en el pasado.
“León dejó muchas enseñanzas sobre resiliencia, sobre esperanza y ante todo, sobre amor. Nos enseñó mucho y nos llenó de amor. Ese amor que a veces es tan insuperable como el dolor. Es difícil decirle adiós, pero su recuerdo y los momentos vividos lo mantienen vivo en el corazón de todos nosotros”. Quien escribe estas líneas es Matías, quien fuera su dueño, y lo hace desde España. Debió viajar hacia el viejo continente por una investigación y no pudo despedirse de su mascota. Pero quiso contar su historia, entre lágrimas que caían por el teclado, a modo de homenaje a quien lo acompañó por tanto tiempo.
Quizás la historia de León no sea la más feliz, pero sí lo fueron sus años junto a una familia, después de superar tanto maltrato, tanto sufrimiento. Tanto dolor. León es uno de muchos exponentes que día a día atraviesan situaciones de indiferencia y crueldad. La diferencia es que él, durante 7 años, conoció lo que es el amor. Pero hay muchos, muchísimos, que esperan ser adoptados. Que aguardan una familia que los quiera, que los aparte de la calle y del maltrato. Lejos de la indiferencia y cerca del calor de un hogar. Un hogar que, para muchos, resulta algo inalcanzable.
Lograr que un gatito consiga un hogar no es tarea fácil. Se requiere de mucho esfuerzo, trabajo, constancia y, sobre todo, recursos. Y esos recursos se obtienen en muchos casos del bolsillo de los propios rescatistas.
Por eso, se torna muy necesaria la colaboración de todos aquellos que tal vez, sin tener espacio para adoptar, pueden abrir su mano para extender una ayuda económica o asistir en tareas de voluntariado.
Kindergarten: no tienen estructura de refugio, pero cuentan con dos hogares de tránsito: uno en Pilar y otro en Paternal. Requieren alimentos, antiparasitarios, pipetas, vacunas. Una forma de colaborar es apadrinando a un gato. También pueden acercar donaciones económicas o de insumos. Para ayudar: www.facebook.com/kinderadopciones/
Gatitos del Gutiérrez: necesitan alimentos, piedritas y dinero para los animales que están en tránsito.
Hacé feliz a un gato: necesitan piedritas, alimento, remedios, pipetas, y dinero. También se puede apadrinar a algún gato que esté bajo algún tratamiento veterinario prolongado o con necesidades especiales. Si querés hacer una donación o apadrinar, escribí a: [email protected] Además, cuentan con una tienda online con los que juntan fondos para cubrir castraciones, comida especial, atención veterinaria, medicamentos o tratamientos. https://www.facebook.com/tienditagatosbotanico
Gatitos de Palermo: necesitan alimentos, pipetas, vacunas y ayuda económica. Para ayudar: https://www.facebook.com/gatitosdepalermo/
Felices hasta las Patas: requieren hacer frente a varios gastos de tratamiento médico de los animales viejitos y discapacitados. Se puede donar por Facebook o mandando un mail a [email protected]. Además, requieren con urgencia hogares de tránsito para cuidar a los animales hasta que se den en adopción.
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