Un equipo internacional de astrónomos descubrió una rara estrella, de la que había dudas de su existencia: un púlsar de enana blanca.
La singularidad de este cuerpo celeste es que sólo se había detectado una vez en nuestra galaxia y el problema radicaba en que, con una sola estrella, no se podía afirmar que exista como tal y que no se tratase de algún error.
Se conocen muchas enanas blancas y muchos púlsares, pero la combinación de ambas es verdaderamente extraño. La J1912-4410, es una rara estrella ubicada a 773 años luz que demuestra que lo que se creía imposible no lo es tanto.
Para entender cómo este tipo de estrellas, hay que recordar en qué consiste una enana blanca y en qué un púlsar.
Una estrella nace cuando la acumulación de polvo y gas rico en helio e hidrógeno de una nebulosa se condensa y colapsa. Esto es lo que se conoce como protoestrella y poco a poco se va calentando, hasta alcanzar una temperatura adecuada para llevar a cabo la fusión nuclear, usando el hidrógeno como combustible. La fusión nuclear podría provocar la expansión de la estrella. Sin embargo, es tan masiva que su propia gravedad compensa dicho efecto.
Pero, esto no ocurre eternamente: el combustible empieza a gastarse, de modo que pierde masa y la gravedad no es suficiente para evitar que se expanda.
Cada vez hay menos combustible y la estrella está más hinchada, llegando a un final que dependerá de su masa. Si es una estrella de tamaño medio, cuando no queda combustible, se separan sus capas más externas, quedando solo su núcleo, al que conocemos como enana blanca.
En cuanto al púlsar, es una estrella de neutrones que gira rápidamente, hasta escalas de milisegundos. Dicho giro, junto al campo magnético de la estrella, provoca la liberación de haces de radiación electromagnética que salen de los polos magnéticos.
A medida que la estrella gira, los rayos se extienden más allá de nuestro campo de visión, como si fuese un faro. Es algo constante, pero lo vemos como si palpitara, de ahí, su nombre, porque parece una luz pulsátil.
Es así que se creía que las enanas blancas son demasiado pequeñas para convertirse en púlsares pero, en 2016, el descubrimiento de la AR Scorpii, una rara estrella que reunía las características de un púlsar y una enana blanca abrió el juego de las posibilidades.
El hallazgo mostró que algo que se creía imposible en nuestra galaxia podía ocurrir y, ahora, gracias a la J1912-4410, los astrónomos, que necesitaban encontrar más ejemplos de enanas blancas púlsares, pueden seguir buscando posibles candidatas.
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