Romina Atencio es coach y mentora de mujeres y parejas. Para cualquier consulta, comunicarse al correo electrónico [email protected]. Instagram: @diosalmica. YouTube: @rominaatenciocoaching.

Hay palabras que nos atraviesan, que nos encuentran justo donde estamos y nos muestran un horizonte que quizá no sabíamos que existía. Una de ellas es “propósito”. Decirla, escribirla o simplemente pensarla en silencio tiene un efecto inmediato: nos invita a mirarnos, a preguntarnos, a hacer pausa.

Y sin embargo, pocas veces nos detenemos a realmente explorar qué significa. No como una frase bonita para redes sociales. No como un concepto de moda. Sino como una brújula real, íntima, personal.

Hoy quiero hablarte de eso. Del propósito como ese faro interno que no siempre se ve, pero siempre está. Como esa razón por la que te levantás incluso en días difíciles. Como ese hilo que une lo que amás, lo que sabés hacer, lo que el mundo necesita y lo que te permite sostenerte.

Porque sí, hay un punto donde todos esos elementos se encuentran. Y cuando lo descubrimos, la vida deja de sentirse como una carrera, y empieza a sentirse como un camino.

El mito del Gran Propósito

Durante muchos años se instaló la idea de que el propósito de vida era sinónimo de una gran misión épica: “cambiar el mundo”, “impactar millones de personas”, “descubrir un don extraordinario”.

Y claro... ¿Quién no se sentiría pequeño frente a semejante expectativa? Ese pensamiento hace que muchas personas crean que no tienen propósito, o que el suyo “no es suficiente”. Pero el propósito no es un escenario, ni un logro, ni una profesión.

El propósito es una sensación interna que aparece cuando algo que hacés está alineado con quien realmente sos.

A veces es visible. A veces es silencioso.

A veces es gigante. A veces es simple.

A veces brilla. A veces sostiene.

Pero siempre, siempre nace del alma.

Propósito no es lo que hacés, es lo que se expresa cuando hacés

Esta es una de las confusiones más comunes. Creemos que propósito es “ser médico”, “ser escritora”, “ser emprendedor”, “ser artista”. Y eso genera dos problemas:

1. Le pone demasiada presión a la profesión, como si cualquier cambio fuese un fracaso.

2. Nos limita, porque nos hace pensar que solo podemos cumplir nuestro propósito desde un único rol.

Pero no. El propósito vive en vos, no en tu actividad. Es lo que expresás cuando acompañás, cuando creás, cuando enseñás, cuando sanás, cuando cuidás, cuando construís, cuando inspirás.

Podés cambiar de trabajo, de proyecto, de formato, de vida entera... Y tu propósito va a seguir ahí, latiendo.

Romina Atencio

M R Romina Atencio.jpg

Cuatro puertas para encontrarlo

Hay cuatro preguntas que suelen abrir caminos. Cuatro puertas que, cuando se trabajan juntas, muestran un mapa bastante claro. No son mágicas, pero son honestas, profundas y reveladoras.

1. ¿Qué amás?

No lo que te “gusta”. No lo que te sale bien. Lo que te enciende. Lo que te hace perder la noción del tiempo. Lo que podrías hacer incluso si nadie te pagara por ello.

-Preguntate:

* ¿Qué cosas me conectan con la vida?

* ¿Qué temas podría hablar por horas sin aburrirme?

* ¿Cuándo siento que mi energía se expande?

Ahí suele haber pistas.

2. ¿En qué sos realmente bueno o buena?

No es arrogancia reconocerlo; es honestidad. A veces confundimos humildad con achicarnos, pero conocernos también implica abrazar nuestros talentos.

-Preguntate:

* ¿Qué me sale naturalmente?

* ¿Qué habilidades los demás reconocen en mí?

* ¿Qué aprendí a hacer tan bien que ahora me parece “fácil”?

Ahí suele haber herramientas.

3. ¿Qué necesita el mundo, tu comunidad o tu entorno?

El propósito no es sólo personal; también es relacional. Nuestra existencia tiene impacto, aunque no lo notemos. Siempre estamos aportando algo.

-Preguntate

* ¿Qué dolores veo a mi alrededor que sé que podría acompañar?

* ¿Qué tipo de transformación me gustaría dejar?

* ¿Qué problema sé resolver que beneficia a otros?

Ahí suele haber dirección.

4. ¿Qué puede sostenerte económicamente?

Y sí, hablemos de dinero también. El propósito florece mejor cuando no estamos sobreviviendo. La realización interna no está peleada con la estabilidad material.

- Preguntate

* ¿Qué de lo que amo y sé hacer tiene valor para otros?

* ¿Cómo podría convertir ese valor en un servicio o proyecto sostenible?

* ¿Qué parte de mí está lista para recibir?

Ahí suele haber raíces.

Cuando esas cuatro respuestas se encuentran -aunque sea en una intersección pequeña- aparece algo muy cercano al propósito auténtico.

El propósito también se construye, no sólo se encuentra

Algo que muy pocas personas dicen es que el propósito no siempre llega como un rayo iluminador. La mayor parte del tiempo se descubre caminando.

En la experiencia diaria.

En el ensayo y error.

En esa mezcla de curiosidad, intuición y coraje que nos mueve a probar.

El propósito se afina como un instrumento.

Se expande como un músculo.

Se revela como un espejo.

Y muchas veces cambia de forma a medida que nosotros cambiamos.

La frase “seguí a tu corazón y el propósito aparecerá” es hermosa, pero incompleta. Porque también hace falta disciplina, enfoque, intención y la voluntad de mejorar cada día. La claridad es consecuencia de la acción.

Señales de que estás cerca de tu propósito

No siempre lo reconocemos al instante, pero hay sensaciones que actúan como indicadores:

-Sentís energía incluso cuando estás cansado o cansada.

-El tiempo se pasa rápido, pero tu presencia es profunda.

-No esperás aprobación externa; la validación viene de adentro.

-Te emociona imaginar cómo puede crecer lo que hacés.

-Tenés una mezcla de miedo y entusiasmo... esa que aparece cuando algo importa de verdad.

-Lo que hacés mejora tu vida y también la de otros.

Cuando estas señales aparecen, aunque sea de manera suave, es un buen síntoma: estás alineándote.

Desmarcar creencias para que aparezca el propósito

Mucho antes de saber “qué quiero hacer con mi vida”, suele aparecer otra tarea igual de profunda: limpiar creencias limitantes.

“Ya es tarde”.

“No soy lo suficientemente bueno o buena”.

“Eso no me va a dar dinero”.

“El propósito es para otros, no para mí”.

“¿Quién soy yo para querer más?”.

Esas frases fueron instaladas culturalmente, familiarmente y, a veces, traen heridas viejas. Pero se pueden transformar. Y cuando se transforman, abren espacio para lo nuevo.

La mente necesita mapas claros y pensamientos que la impulsen. No se trata de repetir afirmaciones vacías, sino de crear convicciones nuevas que te sostengan en el proceso de construir tu propósito.

Propósito y alma: cuando lo interno y lo externo se encuentran

Hay algo profundamente espiritual en descubrir el propósito. Cuando lo encontramos, sentimos una paz suave que no viene de la mente, sino del alma.

No es emoción.

No es euforia.

No es optimismo forzado.

Es una sensación de “acá es”, incluso aunque no todo esté resuelto.

Muchos maestros sostienen que cuando vivimos alineados con nuestro propósito, la vida responde: aparecen oportunidades, personas, ideas, sincronías. No porque sea magia, sino porque cuando vibramos en coherencia, nuestra energía cambia y nuestro accionar también.

Nos volvemos más creativos, más valientes, más abiertos. Y esa apertura atrae caminos.

El propósito como servicio

El propósito no es individualismo espiritual.

No es “mi sueño por encima de todo”.

Es un puente.

Es lo que entregamos al mundo a través de quienes somos.

La pregunta no es “¿cómo puedo vivir sólo de lo que me gusta?”

La pregunta es:

¿Cómo puedo servir a otros desde lo mejor de mí, mientras construyo una vida que me honre?

Cuando lo pensamos así, aparece una verdad poderosa: el propósito no es solo para realizarnos, sino para conectar, sanar y transformar.

Nuestra energía impacta.

Nuestra voz impacta.

Nuestra historia impacta.

Nuestra manera de ver el mundo impacta.

Y cuando nos animamos a compartir eso, el propósito florece.

El valor de las pequeñas acciones

A veces creemos que propósito es cambiarlo todo de golpe. Renunciar al trabajo, mudarnos a otro país, emprender de cero, crear una fundación. Pero, en realidad, el propósito comienza en pasos diminutos:

-Una decisión más alineada.

-Un límite que antes no te animabas a poner.

-Un proyecto pequeño que te despierta curiosidad.

-Un rato al día dedicado a eso que te enciende. Un “sí” nuevo.

-Un “no” necesario.

Los cambios profundos suelen ser consecuencia de acciones pequeñas sostenidas en el tiempo. No hace falta que tu vida cambie hoy. Necesita que cambie tu dirección.

Propósito y miedo: una duda que todos tenemos

Hay una frase que escucho mucho: “Me da miedo equivocarme”.

Y sí. Buscar propósito da miedo.

A veces implica cuestionar lo que nos enseñaron.

O mirar de frente lo que ocultamos muchos años.

O comenzar algo sin garantías.

O soltar identidades viejas.

Pero acá hay una verdad que libera: el propósito siempre es más fuerte que el miedo. Cuando encontramos aquello que realmente nos enciende, aparece coraje donde antes había dudas. No porque desaparezca el temor, sino porque aparece algo más grande que él.

Un ejercicio para empezar hoy

Si querés comenzar este camino, te propongo un ejercicio simple pero poderoso:

1 Escribí tres cosas que amás profundamente.

2 Tres cosas que hacés muy bien.

3 Tres necesidades que ves en otras personas y que podrías acompañar.

4 Tres formas posibles de recibir ingresos haciendo eso.

Después buscá una coincidencia, aunque sea mínima. Ese es tu punto de partida. No tu meta final. No tu propósito definitivo. Sólo tu primer paso. Y a veces, un primer paso honesto vale más que años de parálisis.

Dejar huella

En última instancia, propósito de vida significa huella.

No huella gigante, ni perfecta, ni imponente.

Huella auténtica.

Es la historia que dejás en quienes te rodean.

Es el amor que diste.

Es el alivio que generaste.

Es la inspiración que sembraste.

Es la coherencia con la que viviste.

No se trata de ser recordado o recordada por miles, sino de haber vivido fiel a vos mismo o vos misma. Que tu vida haya tenido sentido para vos, antes que para el mundo.

Una verdad final

No estás acá por casualidad.

No estás vivo o viva “porque sí”.

Hay algo que solo vos podés aportar.

Algo que nace de tu historia, de tus heridas, de tus dones, de tu sensibilidad, de tus

aprendizajes.

Ese “algo” es tu propósito.

Y aunque no lo veas todavía, te está esperando.

El camino no empieza cuando lo encontrás.

Empieza cuando decidís buscarlo.

Con amor, Romi.

Aparecen en esta nota:

Contacto

Registro ISSN - Propiedad Intelectual: Nº: RL-2025-11499155-APN-DNDA#MJ - Domicilio Legal: Intendente Beguiristain 146 - Sarandí (1872) - Buenos Aires - Argentina Teléfono/Fax: (+5411) 4204-3161/9513 - [email protected]

Edición Nro. 15739

 

Dirección

Propietario: Man Press S.A. - Director: Francisco Nicolás Fascetto © 2017 Copyright Diario Popular - Todos los derechos reservados