El pianista brasileño fue secuestrado en marzo de 1976 en Buenos Aires y asesinado días después. Su cuerpo, enterrado como NN en Benavídez, fue identificado gracias al cotejo de huellas dactilares.
Lo que debía ser un viaje de consagración terminó en tragedia. Francisco Tenorio Cerqueira Junior, pianista brasileño de 35 años, había llegado a Buenos Aires en marzo de 1976 para acompañar a Vinicius de Moraes en un concierto en el Gran Rex.
La madrugada del 18, al salir del hotel Normandie de la calle Rodríguez Peña, se perdió su rastro. En pocos días, la Argentina sería escenario del golpe de Estado más sangriento de su historia.
Durante casi cinco décadas, su familia en Río de Janeiro convivió con la incertidumbre. Tenorio estaba casado con Carmen y tenía cuatro hijos y otro en camino. El misterio de su desaparición se resolvió recién ahora: el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmó que el cuerpo hallado acribillado el 20 de marzo de 1976 en Don Torcuato, enterrado como NN en el cementerio de Benavídez, era el del pianista.
La identificación se logró mediante el cotejo de huellas dactilares conservadas en un expediente judicial de San Isidro. En ese entonces, el cadáver había sido sepultado sin autopsia, con una causa penal mínima que no prosperó. El cuerpo ya no pudo recuperarse: en 1982 la tumba fue reutilizada. Pero las huellas bastaron para certificar la verdad.
La resolución fue firmada en agosto por la Cámara Federal porteña y comunicada a la familia a través de la Comisión Especial de Muertos y Desaparecidos Políticos (CEMDP) de Brasil. El caso quedó incorporado a la investigación del Plan Cóndor que lleva adelante el juez Sebastián Casanello, sobre la coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur.
El destino de Tenorio había sido objeto de versiones. En 1986, el represor Claudio Vallejos declaró que el músico fue llevado a la ESMA, torturado por militares argentinos y brasileños, y finalmente ejecutado por Alfredo Astiz. Una supuesta carta atribuida al marino Jorge Acosta informando de su muerte a la embajada de Brasil alimentó el misterio, aunque su autenticidad fue cuestionada: para entonces, el cuerpo ya estaba enterrado en Benavídez.
La pieza clave fue el trabajo del EAAF y la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad, que revisaron miles de expedientes de la justicia bonaerense. Así dieron con la causa 5175/1976 en San Isidro, donde constaban las huellas del cuerpo hallado en Don Torcuato. La cooperación con Brasil permitió obtener las huellas de Tenorio y cerrar el círculo.
Desde su creación, el EAAF identificó más de 140 víctimas del terrorismo de Estado en Argentina, muchas enterradas como NN. El caso Tenorio se suma a esa larga lista, aunque con una particularidad: fue una víctima extranjera, cuyo asesinato quedó vinculado al entramado internacional de la Operación Cóndor.
Para la cultura brasileña, la pérdida fue inmensa. Tenorio era un pianista reconocido, con una carrera ascendente en la bossa nova y la música popular de su país. Su nombre quedó en silencio durante años, hasta que investigaciones periodísticas y judiciales mantuvieron viva la memoria de lo ocurrido.
Hoy, casi medio siglo después, su familia sabe qué pasó. El anuncio del EAAF no borra el horror, pero pone fin a la búsqueda de respuestas. En palabras de los investigadores, se trata de “un reconocimiento de la verdad y de la memoria” en un continente donde aún se siguen abriendo las heridas del terrorismo de Estado.