1) En noviembre pasado, la justicia de Mar del Plata condenó al golpeador Cristian Pilotti a cumplir 3 años y 9 meses de prisión por atacar a su ex novia, a quien “descubrió” bailando en una fiesta. En la resolución judicial, se interpretó que el sujeto fue responsable de lesionar a la víctima, que se agravó por el vínculo -se conocían, habían tenido una relación de pareja- y por violencia de género. Si repasan el caso, al ver a la víctima entenderán que se podría haber interpretado que el muchacho cometió un casi femicidio, que en la jerga jurídica se denomina homicidio en grado de tentativa y así la pena se habría abultado en años. Se sabe que mayor punitivismo no asegura que, en este caso, el tipo abandone su machismo violento, el sentido de posesión y la visualización de las mujeres como objetos que se pueden romper y/o eliminar. Pero lo cierto es que la pena olía raro. En enero, a los 55 días de la sentencia, Pilotti ya recibía un beneficio de libertad asistida. Es decir, ya no estaba en una cárcel. Ahí diremos que el tipo seguro se portaba bárbaro, se interpretó que no era un peligro para la víctima y otras posibles víctimas, y no hacía falta que estuviera en un predio penitenciario. Con olor raro también. Pero como en Argentina están matando mujeres como moscas, que liberen a un muñeco que casi mató a una no es una gran noticia. Pero ahora, al intendente marplatense Carlos Arroyo se le ocurrió la brillante idea de mandarle un mensaje a la lucha feminista. “Me la pueden chupar”, sería, traducido en tono chabacano y soez, lo que dijo el jefe comunal firmando un decreto para reincorporar al golpeador Pilotti en su puesto laboral dentro del municipio.
2) Me llega un video. La veo a Karina Abregú, en una escalera, rodeada de culatas (hombres de seguridad) y mujeres policía. No la dejan subir por esa escalera. Clavo la pausa para verle el rostro. No tiene miedo Karina. Qué carajo va a tener miedo si hace un par de años un tipo le tiró alcohol y la prendió fuego. Qué carajo va a tener miedo Karina, si sobrevivió al peor rostro del machismo, en su faceta femicida, y luego aguantó decenas de operaciones, paros cardíacos, abandono de su obra social, pérdida de trabajo y desidia del Estado. Cada una de las heridas, de las cicatrices de Karina, nos recuerdan que pudo ser una de las mujeres que matan cada 30 horas, con fuego, con balas, con palos, con golpes, y así una lista infinita del espanto. ¿Miedo? Karina ya sintió el miedo, de morir y de que sus hijos se queden sin mamá, como los miles de pibes y pibas que ya no la tienen, y tienen hambre, no tienen ropa, nadie les alcanza un remedio y mucho menos un mimo. ¿Miedo? Karina está viva, de casualidad, porque en llamas pudo llegar a una pileta, que estaba llena de agua porque era pleno verano, caso contrario hoy sus restos estarían en proceso de descomposición en una tumba fría. Huele raro que Karina tenga que estar pidiendo ayuda con desesperación. Huele raro que se ponga en discusión el grado de “locura y desequilibrio” que tiene una víctima, sobreviviente de alcohol y fuego. Huele raro que se dude de la legitimidad de una mujer a quien la ANSES le niega una pensión porque solamente tiene el 55% del cuerpo afectado por las quemaduras, cuando necesitaría el 65%. Huele raro que “moleste” una víctima sobreviviente de femicidio y en el mismísimo Consejo Nacional de las Mujeres le tiren canas y culatas encima.
3) Laburante de prensa. Eso soy. Hoy contaba acá, en mi laburo, que escribo para mi viejo, que era lector de DIARIO POPULAR. Estoy orgulloso de ser un laburante de prensa de DIARIO POPULAR. Mi viejo, Jorge Montenegro, lector de DIARIO POPULAR, me hubiera alentado a no callarme. El era así. Yo soy así. Aprendí de él. Si algo huele raro, hay que decirlo. Y acá todo huele a podrido.
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