El 6 de enero los cristianos celebran la visita de los “Reyes Magos” a Jesús y niños de todo el mundo dejan pasto y agua para los cansados camellos y sus zapatos para amanecer con regalos.
Esta tradición cristiana se remonta más de 2.000 años en el tiempo y cuenta que Melchor, Gaspar y Baltazar llegaron, guiados por la estrella de Belén, a celebrar el nacimiento del niño Jesús portando tres regalos: oro, incienso y mirra.
La primera referencia de estos tres personajes se puede encontrar en el evangelio: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11)”.
La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes. Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar
La descripción de los tres Reyes Magos como los conocemos hoy, fue hecha en el siglo XIV, por un monje benedictino, llamado Beda. Describió a Melchor (Magalath) como un anciano de cabellos y barba blanca, procedente de Europa, quien ofreció la mirra. Gaspar (Galgalath), procedente de Asia, joven y rubio, ofrendó incienso, y Baltasar (Serakin), procedente de África, de raza negra, el oro.
Baltasar entregó oro a Jesús porque éste era considerado el ‘Rey de Reyes’ y ese presente era el que estaba destinado para los monarcas.
Gaspar le regaló al Mesías incienso, porque se trataba del hijo de Dios y a las divinidades se les rendía culto en los altares quemando incienso.
Melchor ofreció la mirra por que Jesús era hombre y como tal moriría joven, siendo necesaria esa resina para que María pudiese ungir el cuerpo cuando muera.
La interpretación del entonces papa Benedicto XVI, publicada en su libro “La infancia de Jesús”, se inclina por considerar que el relato evangélico de los Reyes Magos es histórico y no solo una narración de la primera comunidad cristiana.
El papa emérito aventura que podían ser reyes de Tarsis, un lugar que se situaba en África o quizá en el sur de la península ibérica, como centro de la cultura tartésica que floreció en este espacio geográfico. En su libro, Ratzinger escribe una hipótesis sobre qué tipo de hombres eran los Reyes Magos: “Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio como el del mensaje de Balaán”.
Para Benedicto XVI, los hombres de los que habla el evangelista Mateo no eran únicamente astrónomos. “Eran ´sabios´; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra”.
Lo cierto es que, leyenda, tradición o narración, ésta fecha es una nueva oportunidad para celebrar y agasajar a los más chicos con regalos.