El Ilustre Sanjuanino tuvo una destacada actuación en la Masonería Argentina, de la que llegó a ser Gran Maestre. El autor revela ese costado poco conocido de Sarmiento.
Domingo Faustino Sarmiento nació el 15 de febrero de 1811 en San Juan y falleció el 11 de setiembre de 1888 en Asunción del Paraguay. Fue político, pedagogo, periodista, docente, estadista y militar. Presidente de la República Argentina desde el 12 de octubre de 1868 hasta el 12 de octubre de 1874. Pero, por sobre todas las cosas, fue uno de los más importantes escritores del continente americano y, tal vez, de todo Occidente. Su vida estuvo signada por muchas dificultades que lo alejaron de la patria en varias ocasiones, como cuando debió exiliarse en Chile luego de la victoria federal en 1831.
No obstante esto, y pese a los contratiempos que debió afrontar a lo largo de su existencia, jamás dejó de escribir desde artículos periodísticos hasta libros que continúan reeditándose. Entre sus títulos más destacados no podemos dejar de citar “Recuerdos de Provincia”, “Mi defensa”, “Facundo o Civilización y Barbarie”, “Argirópolis”, “El Chacho” y “Vida de Dominguito”.
Conviene citar aquí aquellas palabras de otro hermano masón quien también fuera presidente de la nación; me refiero al doctor Carlos Pellegrini –quien llegara a ser Gran Maestre electo de la Masonería Argentina– quien, al despedir sus restos mortales, afirmó que Sarmiento fue “el cerebro más poderoso que haya producido América.” Sus obras completas, reeditadas en 2001 por la Universidad Nacional de La Matanza, provincia de Buenos Aires, están conformadas por 53 tomos.
Fue legislador, diputado, senador, gobernador de San Juan, ministro, embajador y presidente de la república. En el ejército, tuvo el grado de general.
Fue quien concretó la creación del Observatorio Astronómico de Córdoba, el Colegio Militar de la Nación, la Escuela Naval, ni qué decir de las escuelas normales y recordemos aquí ahora la Sociedad Científica Argentina (la entidad de ciencias más antigua de toda América Latina); entre tantos otros logros –que si bien la mayoría eran deseos de otros pro hombres de la patria– fue el Gran Sanjuanino quien hubo de convertirlos en realidad. Todo esto, aún cuanto resulte asombroso es, empero, más o menos conocido por todos.
Lo que suele desconocerse es la intensa actividad que el Ilustre Sanjuanino tuvo en la Masonería Argentina, de la que llegó a ocupar el cargo de Gran Maestre; esto es, presidente.
Su ingreso a nuestra antigua orden iniciática ocurrió el 27 de junio de 1854 y fue en Valparaíso, a través de la Logia Unión Fraternal.
Ya en nuestro país, durante 1855 fue uno de los fundadores de la Augusta y Respetable Logia Unión del Plata Nº 1 que continúa trabajando hoy en día en el ámbito de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Allí ocupó el cargo de Orador.
Entre sus contribuciones destacadas a la Masonería y al desarrollo del país, se destaca el trabajo dirigido al Primer Soberano Gran Comendador y Gran Maestre del Oriente Argentino, Dr. José Roque Pérez, que presentó en 1859. Este escrito, ejemplo de su magistral pluma, abogaba por la “propagación de la educación” con “una forma moderna de caridad masónica”.
El 18 de julio de 1860, coincidiendo con el proceso de Organización Nacional, siendo el masón Santiago Derqui presidente de la nación, las autoridades de la Orden Masónica decidieron igualar las jerarquías iniciáticas de algunos miembros con el objeto de que pudieran tener igual nivel de decisión para discutir las bases de la deseada y necesaria unificación del país.
El decreto firmado por el Gran Maestre decía: “Estimando debidamente las eminentes calidades civiles y masónicas que adornan a los dignos hermanos Bartolomé Mitre, grado 30º; Juan Andrés Gelly y Obes, grado 30º y Domingo Faustino Sarmiento, grado 18º, los eleva a Soberanos Grandes Inspectores Generales Grado 33” … “En el mismo acto don Santiago Derqui es ascendido del grado 18 al 33, regularizando y reconociendo en el mismo grado 33, al hermano Justo José de Urquiza”. Decisión que facilitó y permitió la reunificación de Buenos Aires con la Confederación Argentina.
En 1864 el Supremo Consejo del Grado 33 y la Gran Logia le encomendaron su representación para que tomara contacto con los correspondientes de los Estados Unidos.
Banda otorgada a Sarmiento al haber alcanzado el grado más alto dentro de la Masonería Argentina
Así lo hizo Sarmiento. Presidía, entonces, Estados Unidos Andrés Johnson, también masón. Sarmiento tiene una entrevista personal y privada con Johnson, quien le obsequia un distintivo masónico que hoy en día puede verse en las vitrinas del Museo Histórico Sarmiento que se encuentra en el porteño barrio de Belgrano.
También en Francia tuvo actividad destacada Sarmiento donde mantuvo vínculos con otros hermanos masones.
En 1868, cuando fuera elegido para asumir la presidencia de nuestro país, Sarmiento anunció su alejamiento provisorio de la Masonería activa explicando que: “Un hombre público no lleva al gobierno sus propias y privadas convicciones, para hacerlas ley y regla del Estado”. Sólo se alejó de la Orden mientras duró su mandato presidencial, volviendo a ejercer su actividad masónica en 1874.
El 18 de abril de 1882 se afilió a la Respetable Logia Obediencia a la Ley Nº 13, y, un mes después –el 12 de mayo– asumió como Gran Maestre, convirtiéndose en la autoridad máxima de esa institución. Sucesor como Gran Maestre resultó Leandro N. Alem, quien continuó con la obra trazada por Sarmiento.
Sarmiento en su lecho de muerte
Sarmiento muere en Paraguay donde la Masonería de ese país le rinde los primeros honores masónicos. Cuando llegan sus restos mortales a la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, será el doctor Agustín P. Justo –ex Gran Maestre de la Masonería Argentina–entonces presidente de la Cámara de Apelaciones de la ciudad de San Nicolás quien le tributa honores en nombre de la Masonería Argentina.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo e historiador. “Masonería en la Argentina: Enigma, secreto y política” es su más reciente libro. www.antoniolasheras.com