Al encontrar en un parque una figurita de fútbol muy especial, Jorge Piermarini sintió la necesidad de generar un espacio para la nostalgia, y así surgió un local en pleno centro que invita a entrar a un verdadero túnel del tiempo.

El distraído oficinista hace un alto en su agitada caminata laboral y se detiene en la entrada de un amplio galpón que no se parece a un negocio común. Enseguida, no puede creer lo que ve: nada menos que un rompecabezas de su infancia y adolescencia se abre ante sus ojos.

En pleno centro, Sarmiento al 1300, en una zona donde pocos se permiten una pausa, apurados para llegar siempre antes a cumplir con algún trámite, “Las Puertas del Tiempo” se ofrece todos los días hábiles como una saludable pausa para recrear la nostalgia, en especial la que quienes ya superaron/mos los 40 años.

El gestor de esta verdadera entrada a un túnel del tiempo, en el cual se pueden encontrar desde viejas camisetas de fútbol hasta álbumes de figuritas de los ‘60, muñecos de He Man o Batman, viejas radios Spica o soldaditos de plomo, es Jorge Piermarini, un entusiasta amante de aquellas épocas de la infancia y adolescencia, y que hoy, a sus 59 años, se da el pequeño gusto de abrir una ventana al pasado.

Jorge Piermarini

Jorge vive en Santos Lugares, es fanático de Boca, y hace un par de décadas incursionó en el periodismo deportivo cubriendo partidos en todas las canchas como parte del equipo de los recordados Carlos Parnisari y el inefable Guillermo Nimo.

Cuenta a POPULAR que “hice de todo en mi vida, desde tener un local de exhibición y venta de animales en San Martín, hasta trabajar en el área administrativa en el hospital Ferroviario, pero desde hace más de 15 años tengo un local de cartuchos para impresoras, una tarea que me permite darme el gusto de tener este local, que abrió en 2015”.

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Piermarini señala que “me llevó tres años armar en este galpón con muchos metros de fondo un verdadero túnel de acceso a la nostalgia por cosas de nuestra infancia” y explica que “la señora que nos alquila el lugar está contenta con lo que hicimos, y nos incentiva a que hagamos más promoción porque le gusta la propuesta”.

¿Pero cuál fue el puntapié inicial de esta afición que también es un negocio, ya que en el local se compran y venden todo tipo de artículos? Jorge explica que “desde chico siempre me volvieron loco las figuritas, y “un día, hace unos 20 años, caminando por el parque Rivadavia, ví la figurita de Rojitas (NR: Angel Clemente Rojas, crack de Boca de los ‘60), y me explotó la cabeza, porque yo la había tenido, y ahí me picó el bicho de empezar a juntar todo tipo de elementos que tuvieran que ver con una etapa en la cual había sido feliz”.

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Así, señala que “empecé a comprar antigüedades, y me inicié en el coleccionismo, y de a poco fueron apareciendo figuritas sueltas, álbumes, camisetas de fútbol de clubes de aquí y del mundo (una rareza es una camiseta de la vieja Unión Soviética, cuando se la conocía como CCCP), banderines y muñecos, y tengo hasta un grabador igual al de Misión Imposible”.

Luego fueron llegando juguetes de todo tipo, juegos de mesa como el Cerebro Mágico, el Costa Azul, el Busca Gol o el Mago Chan, autitos Match Box, soldados, radios, cámaras de fotos, discos simples, historietas de toda laya, desde Superman y Batman hasta las mexicanas como el Pájaro Loco y las de Disney, y todo lo referente a personajes de García Ferré.

Destaca que “de mi casa traje 55 cajas de mercadería, y estuve tres años armando este local, y calcula que “un álbum de figuritas vale hoy 15 lucas, y aquí todo lo tengo en pequeñas tribunas cercadas por un alambrado, y con sus precios, para que la gente sepa el valor de cada cosa a priori”.

Nimo, un personaje inolvidable

Jorge Piermarini estudió profesorado de Historia, Derecho y Periodismo Deportivo, la única carrera que concluyó, gracias a lo cual tuvo ese pasado de cronista futbolero, y atesora muchas imágenes de esa época.

Señala que “Nimo era igual que como lo veías en TV, y yo junto a otros compañeros a veces iba a alguna otra transmisión, y si no, seguíamos los otros partidos por la radio y anunciábamos los goles como si estuviéramos allí. Yo tenía 20 años y lo cargaba a Nimo porque a veces se confundía a los jugadores y decía que no veía bien”

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Recuerda que “entonces había un mito de que Nimo iba armado por las cargadas o agresiones que podía sufrir, y nosotros lo gastábamos con eso, era un personaje”.

Comenta que poco después, “me puse un fonobar en San Martín, y si a un hombre le gustaba una chica de otra mesa la llamaba por un interno y se podían conocer. Pero no pude seguir porque mis socios eran dos jugadores de Chacarita, y los barras les decían que si no los dejaban entrar al bar le armaban lío en el entrenamiento. Y me empecé a abrir”.

Muñecos y revistas de He Man, entre lo más vendido

“Durante cinco años- remarca Jorge - compré cosas sin parar, iba a recorrer los parques o locales de liquidación, y juntaba de todo, ahora vendo más de lo que compro, pero no se traen tantas cosas, quizás porque lo que hay le interesa a solo una franja etaria, los de menos de 30 años difícil que se enganchen con esto”.

Asegura que “entre lo que más vendo están los muñecos y revistas de He Man, y las figuritas, especialmente los álbumes completos” y comenta que entre los coleccionistas circula un libro que recopila todos los álbumes salidos en Argentina, cómo eran y destacando las “difíciles” de cada colección”.

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También, aunque en menor volumen, se muestran ante el visitante fotos de artistas y escenas de TV o cine, viejos LPs de vinilo, la mayoría de rock o cantantes argentinos, y hasta discos simples con rarezas como la serie Ben Casey, el doctor Borocotó, el cantante Altemar Dutra, Pepe Marrone o las Trillizos de Oro.

Jorge destaca un hecho muy particular: en un 90 por ciento son hombres los que llegan a comprar o a vender, y lo explica diciendo que “las mujeres son enemigos de este mundo, porque son más prácticas, y te dicen “para qué vas a seguir juntando basuras, tirá todo” ellas buscan el orden en la casa, son más pragmáticas, nosotros tenemos algo de chicos en este afán de volver a revivir lo que nos hizo felices”. Aún así, aclara que “tenemos tres o cuatro clientas fieles que cada tanto vienen a comprar alguna muñeca”.

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