El nombre de Horacio Malvicino es símbolo de la música argentina desde hace más de 6 décadas. Compositor, gran guitarrista y arreglador, integró la etapa más vanguardista de Astor Piazzolla y fue también un promotor de nuevos talentos.

Que a un músico alguien lo defina como el guitarrista que mejor interpretó su obra es un halago que eleva la autoestima a muy altos niveles. Pero si ese “alguien” resulta ser nada menos que Astor Piazzolla, para muchos el más grande creador musical de nuestro país, el orgullo seguramente supera todos los límites del reconocimiento.

Y esto es lo que le ocurrió al guitarrista, compositor y arreglador Horacio Malvicino, recientemente declarado por la Legislatura como Personalidad Destacada de la Cultura Nacional, un nombre casi mítico en el escenario de la música argentina, ya que su trayectoria desfiló por el jazz y el tango fundamentalmente, pero también en su extensa carrera como arreglador, orquestador, autor y acompañante de figuras tan relevantes como Frank Sinatra, Dizzy Gillespie y Duke Ellington, entre muchos otros.

La larga sociedad que unió a Malvicino con el autor de “Verano Porteño” duró más de 30 años, desde aquel temprano descubrimiento que hizo Astor en una noche en que lo deslumbró el sonido tan especial de ese guitarrista de jazz a comienzos de los años ‘50. Pero su historia comenzó mucho antes, en su Concordia natal.

Señala que “a los 6 años acompañaba a mi tía, que quería estudiar música, y en las pausas, rasgueaba un poco la guitarra, de manera intuitiva nomás. El profesor descubrió que yo tenía ciertas condiciones, y mi papá aceptó que comenzara a estudiar en el conservatorio”.

Quien años más tarde fuera también conocido con otros seudónimos artísticos, como Don Nobody y Alain Debray (su versión for export de “La cumparsita” y “El choclo”, hecha por encargo de una grabadora francesa, vendió más de 2 millones de discos) comenta que “a los 14 me recibí de profesor de guitarra, y a través de un compañero de mi padre, conocí a Charlie Cristian, un integrante del quinteto de Benny Goodman, y eso me acercó al jazz”.

A los 17 años, llegó a Buenos aires, con el propósito de estudiar Medicina, carrera que siguió hasta cuarto año, pero su idea de postergar lo musical por un tiempo cambió abruptamente, ya que su padre fue despedido de su empleo en el ferrocarril, y Horacio le propuso que le mandara la guitarra y juntar “porotos” para la ayuda familiar.

Tras sus primeros pasos como integrante de la orquesta de Armando Patrono, Horacio fue ganando lento pero seguro prestigio como buen instrumentista, y pasó a tocar con mucha frecuencia en locales nocturnos de gran convocatoria en aquellos años.

Por entonces, seguía firme en pos de su título como médico, pero la vida le tenía reservada otra sorpresa: tocando en un club de jazz, donde solía compartir zapadas con amigos como el Mono Villegas, Lalo Schiffrin y un muy joven Gato Barbieri, una noche llegó Astor al local, que buscaba músicos para conformar su Octeto Buenos Aires, con el cual pensaba revolucionar el mundo de la música porteña.

Malvicino señala que “a Astor le atrajo mi nivel para la improvisación, que es lo que él buscaba. Así, sin darme cuenta casi, estaba entrando por la puerta grande junto a músicos como Francini, Leopoldo Federico, Bragato y Stampone”.

La trayectoria de Malvicino junto a Piazzolla incluyó un par de discos con el Octeto Buenos Aires, y luego varios más con el Quinteto, y cientos de actuaciones en todo el mundo, a lo largo de más de 30 años.

MALVICINI

Autor de un libro titulado “Piazzolla y yo”, comenta que “Si bien Astor era rígido en algunas cosas, tenía un muy buen trato, era amiguero, y un tipo muy divertido, dispuesto al chiste y a la travesura. Y en lo musical siempre estuvo un paso adelante”.

Un clásico de cancha de 40 años

eActualmente titular de la Asociación Argentina de Intérpretes, entidad que defiende los derechos de los autores musicales, Horacio no descansa y ya sueña con estrenar una obra suya para orquesta, en tres movimientos. Tan talentoso como virtuoso arreglador e instrumentista, Horacio no dejó por eso de tener un gran olfato comercial. Por eso sabía captar las claves para hacer de un tema un posible éxito.

Pero además cuenta una particular historia: “en el ‘45 yo había hecho una melodía muy fácil de recordar. Treinta años después viene un cantante de Colombia, que se hacía llamar Shériko, y graba un LP. Sin que yo lo supiera, incluye un tema festivo que se llamaba “Es tiempo de alegrarnos”.

A mí no me habían pedido autorización para usar la melodía, pero el tema fue un éxito, aunque nunca recibí las regalías”. Convertido en un clásico de canchas durante más de 40 años, y por imperio de las coyunturas políticas y el ingenio popular, pocos meses atrás el tema cobró notoria actualidad como verdadero “hit” con una letra dedicada no precisamente en términos elegantes a un muy importante funcionario del gobierno actual.

Recibirse de médico, la asignatura pendiente

En la década del ‘60, Horacio Malvicino fue director artístico de una famosa discográfica, y al mismo tiempo, director musical de canal 11. Desde allí, promocionó a cientos de artistas, por su decisión grabaron figuras tan disímiles como los integrantes del Club del Clan, Litto Nebbia con Los Gatos, Almendra (cuando fui a visitar a Spinetta por consejo de alguien y escuché Muchacha, dije “hacele ya un contrato, es un genio”), Donald y hasta Tanguito. También tuvo la ocasión de escuchar en sus comienzos a Facundo Cabral, de quien rescata una anécdota especial: “Se presentaba como el Indio Gasparino, y en una prueba para un concurso lo puse al piano, y le dije: ¿qué querés tocar? y me contestó: algo de Sinatra. Me quería morir”.

MALVICINI

“Como director musical de canal 11 - explica- me encargaba de darle sonido a ciclos famosos como Matrimonios y algo más, Operación Ja Ja y hasta Titanes en el Ring, donde muchas de las canciones contaban con letra del recordado Marty Cosens”.

Actualmente en pareja con la pintora y dueña de una famosa peluquería femenina, Marcela Pozzi, Horacio tiene dos hijos de su matrimonio anterior: Horacio y Marcelo, ambos viven en Estados Unidos y también relacionados a la música y a lo artístico, y dice orgulloso que “tengo ocho nietos”. Hoy, Horacio no deja de soñar con la posibilidad de cumplir una asignatura pendiente, y dice que “si la vida y la salud me ayudan, me gustaría preparar y rendir dos materias que me faltan para recibirme de médico”.

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