El embajador de Rusia en Argentina, Dmitry Feoktistov, analiza el proceso de degradación de Ucrania iniciado el 21 de febrero de 2014 con el Euromaidán, el golpe de estado en ese país realizado con el apoyo de Occidente.

El 21 de febrero se cumplen 10 años de la “victoria” del Euromaidán, o sea del golpe de estado en Ucrania, que sirvió como el punto de partida para el período trágico de la historia de este país.

El régimen de Kiev llegó al poder con el apoyo directo de los países occidentales, que deliberadamente cultivaban sentimientos antirusos en Ucrania, convirtiéndola en un instrumento para contener a Rusia. Altos funcionarios de Washington y Bruselas estuvieron directamente involucrados en los acontecimientos del invierno de 2013-2014 en Kiev.

La subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland fue personalmente a respaldar a los manifestantes que demandaban un cambio de poder en Ucrania. Los representantes de la Unión Europea inicialmente mediaron en la firma del documento sobre la solución pacífica del enfrentamiento civil en la capital ucraniana, pero rápidamente se olvidaron de las buenas intenciones y apoyaron a los golpistas cuando comenzaron a ocupar a los edificios gubernamentales y finalmente realizaron un golpe de estado.

Lo primero que hicieron las nuevas autoridades, en violación de la Constitución de Ucrania, fue prohibir la lengua rusa, que era el idioma nativo de la mitad de la población del país. Comenzaron a perseguir a los disidentes. Todo esto previsiblemente provocó una reacción indignada de los residentes de las regiones rusohablantes del sur y del este del país. Pero la junta de Kiev, al declararlos “traidores” y “terroristas”, desató una guerra civil a gran escala. Tropas regulares y batallones “voluntarios” de neonazis actuaron en sintonía. Para 2022 miles de civiles y milicias que se levantaron para defender sus hogares, fueron matados por ellos.

Occidente enfrenta a Rusia por medio de Ucrania

¿Qué hacía el Occidente? En 2015 se adoptaron los acuerdos de Minsk para resolver la crisis introucraniana, aprobados posteriormente por el Consejo de Seguridad de la ONU, que nunca se implementaron. Los firmaron el primer presidente “post-Maidan”, Petr Poroshenko, el ex presidente francés Francois Hollande y la ex canciller alemana Angela Merkel. Todos ellos admitieron unos años después que los acuerdos habían sido necesarios sólo para ganar tiempo y, con la ayuda de la OTAN, preparar a las fuerzas armadas ucranianas para el enfrentamiento posterior con Rusia.

El país empezó a recibir los primeros suministros a gran escala de municiones, fusiles, morteros y sistemas de misiles antiaéreos y antitanques. Sólo el costo de las armas estadounidenses superó los 2.500 millones de dólares. Todo esto fue coordinado por numerosos “asesores” estadounidenses y británicos en agencias gubernamentales, que esencialmente controlaban las fuerzas armadas de Ucrania y los servicios de inteligencia.

Hoy en día, el Occidente colectivo sigue siendo la principal fuerza impulsora detrás de los combates en Ucrania. En menos de dos años, se han asignado más de 200 mil millones de dólares para apoyar al país en quiebra, principalmente para su presupuesto militar. En comparación, la Unión Europea ha asignado unos 80 mil millones de euros para el apoyo socioeconómico a los países del Sur Global durante un período de siete años, es decir un poco más de 10 mil millones al año para todos. Washington estimula a otros países a transferir armas a Ucrania, prometiendo a cambio reponer sus arsenales con los productos militares estadounidenses. Un ingenuo plan, cuyo principal beneficiario es el complejo militar industrial de EE.UU., que demuestra perfectamente el enfoque occidental a la lucha por la democracia: "una inversión inteligente" según dice Joe Biden.

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Armas occidentales: de Ucrania a terroristas de otras regiones

Como resultado de la corrupción que florece en Ucrania, las armas que se le suministran se están esparciendo por todo el mundo, terminando en manos de terroristas y extremistas en el Medio Oriente, África y la América Latina.

Cabe destacar que con estos suministros el Occidente está violando sus propias obligaciones derivadas del Tratado sobre el Comercio Internacional de Armas, la "posición común de la UE" de 2008 sobre las reglas de la exportación de tecnologías y equipos militares, así como los documentos de la OSCE referentes a la renuncia de transferir armas a zonas de conflicto, especialmente si se utilizan para cometer actos de genocidio, crímenes contra la humanidad, ataques de instalaciones civiles y otros crímenes de guerra.

Mercenarios de Occidente detrás de ataques a civiles inocentes

Además de armas y equipos militares, Washington y sus aliados suministran mercenarios a Ucrania (más de 13 mil de ellos pasaron por sus Fuerzas Armadas), proporcionan datos de inteligencia, brindan apoyo en la planificación de operaciones militares, coordinan sabotajes contra la infraestructura crítica incluidas las instalaciones nucleares, y ataques terroristas contra la población civil de nuestro país. Kiev lanza ataques con misiles producidas por los países de la OTAN contra barrios residenciales donde no hay ni puede haber objetivos militares, sino civiles: ancianos, mujeres, niños.

Algunos ejemplos recientes de ataques ucranianos a civiles inocentes:

- El 30 de diciembre de 2023, como resultado de un ataque masivo del régimen ucraniano contra la región de Bélgorod fallecieron 14 civiles, entre ellos dos niños, más de 100 personas fueron heridos.

- El 21 de enero se llevó a cabo una serie de ataques contra la ciudad de Donetsk: 28 residentes fallecieron y 30 resultaron gravemente heridos.

- El 3 de febrero un ataque terrorista contra la ciudad de Lisichansk cobró la vida de 28 personas, entre ellos un niño, dejando a 10 personas heridos.

Además, el 24 de enero los militares ucranianos que utilizaban el sistema de misiles antiaéreos estadounidense “Patriot” derribaron un avión Il-76 que transportaba a 65 militares ucranianos para un intercambio de prisioneros de guerra previamente acordado. Ucrania tenía conocimiento sobre la misión humanitaria de este vuelo, no obstante dio la orden para abatirlo. La falta de una respuesta clara del Occidente tanto a este crimen como a otros ataques terroristas contra Rusia, sus ciudadanos y su infraestructura es indicativa.

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Ninguna "fórmula de paz" es posible sin la participación de Rusia

En este contexto, la imposición por parte de los occidentales de la “Fórmula de paz” de Volodimir Zelensky, una iniciativa que es una serie de exigencias de ultimátum obviamente inaceptables por Rusia, parece especialmente cínica. Para promoverla inventaron las reuniones en “Formato de Copenhague” cuyo objetivo es atraer a los Estados del Sur Global a una coalición antirusa, lo que no facilitará el fin del conflicto.

Ninguna solución es posible sin la participación de Rusia y sin tener en cuenta sus intereses. Sin resolver los problemas que provocaron el inicio de la Operación Militar Especial la paz en Ucrania no será sostenible. Es necesario desnazificar y desmilitarizar a Ucrania, abolir las leyes discriminatorias por motivos religiosos y lingüísticos, abandonar la glorificación de los criminales nazis y eliminar todas las amenazas a la seguridad que emanan de su territorio. Una parte integral del acuerdo de paz también debería ser el reconocimiento por parte de Kiev de la nueva realidad: los territorios liberados por Rusia.

Hoy, para todo el mundo, incluso el Occidente, la inevitabilidad de la inminente derrota de Ucrania en el campo de batalla se está volviendo cada vez más evidente. Es históricamente natural: una ideología misántropa puede cautivar las mentes por un tiempo, pero no tiene posibilidades de triunfar a largo plazo. Es hora de que los rusófobos piensen en el hecho de que los incansables intentos de destruir el mundo ruso están condenados al fracaso, dejar de perder el tiempo en “trabajos de Sísifo”, reconociendo los cambios que se están produciendo en el escenario global.

Dmitry Feoktistov, Embajador de Rusia en Argentina

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