El ex presidente anunció que competirá en las elecciones del próximo año y las encuestas respaldan su ambición de volver. Esto abre interrogantes en el mapa de la región, con liderazgos que se apagan y problemas para reemplazarlos
  • Con 70 años, Lula es la única esperanza del PT de volver al poder
  • En Ecuador se espera a un Lenin Modero más moderado que su predecesor, Rafael Correa
  • Uruguay no logra salir de la alternancia longeva Tabaré Vázquez - José Mujica
  • Venezuela arde literalmente y el drama social se profundiza

En medio de la compleja investigación denominada Lava Jato, que caló hondo en el sistema político de Brasil al desentramar una estructura de corrupción de enormes dimensiones, Luiz Inacio Da Silva decidió postularse para las elecciones presidenciales del próximo año, en busca de lo que significaría su tercer mandato al frente del país más grande de América Latina. Y si bien el tiempo a recorrer hasta el sufragio es extenso, el propio Lula se apoya, actualmente, en el saldo positivo que evidencian las encuestas, que lo erigen como el máximo candidato a recalar en el Palacio de Planalto.

La apuesta de quien fuera uno de los precursores de la oleada considerada Socialismo del Siglo XXI se sostiene no sólo de la mano de los augurios óptimos en las distintas mediciones, sino también en la voluntad de habilitar una herramienta que genera cierta presión en el plano judicial. Lo demuestran el derrotero reciente por parte de la Corte Suprema con la lista sellada por el juez Edson Fachin que derivó, por caso, en el procesamiento en las últimas horas de un gran caudal de funcionarios del gobierno vigente a cargo de Michel Temer, además de legisladores de diferentes estratos políticos. Fue gracias a la acusación, mediante delación premiada, de empresarios de Odebrecht -principal eslabón en el entramado espurio- para reducir sus penas de cárcel.

¿Volverá Lula al Planalto? El PT comenzó el operativo retorno
<p>¿Volverá Lula al Planalto? El PT comenzó el operativo retorno</p>

¿Volverá Lula al Planalto? El PT comenzó el operativo retorno

Sin las facultades que brinda el cargo ejecutivo, desde el llano, el pilar del Partido de los Trabajadores (PT) toma las riendas, para evitar inconvenientes, al calor popular. “Estoy preparado para volver a la presidencia y arreglar a la nación”, fue el grito que rompió el molde mientras se enorgullecían sus seguidores y despotricaban los detractores.

Con ese puntal se sacudió el tablero en el país vecino y corrobora un panorama que plantea interrogantes de cara al futuro, repitiendo la fórmula en varios puntos del continente. ¿Por qué? Es que Lula, si bien pieza elemental en el bloque que lo cobija, había quedado en un segundo plano una vez que su delfín, Dilma Rousseff, saltó a escena. Sin embargo, los problemas multiplicados en el ítem económico y social, ahondados por las acusaciones de corrupción, propiciaron la salida de la dama vía juicio en 2016. Entonces, al ex mandatario no le quedó otra opción que mentalizarse en pos de subir a la vanguardia una vez más, sacando rédito de su capital político particular, asumiendo que era, a grandes rasgos, el único capaz de evitar la caída estrepitosa de su partido.

El camino, repleto de obstáculos y aún con miras de complejizarse más dadas las circunstancias de la investigación, llevaron al hombre a emerger como principal candidato, dando por tierra, al menos de momento, con una renovación generacional en el seno de su estructura. Y, con 70 años a cuestas, resalta, más allá de su envergadura, el inconveniente de no hallar un reemplazante que tome la posta para desarrollar su plan.

El PT publicó esta semana un programa con la presencia de Lula

El PT publicó esta semana un programa con la presencia de Lula

Ese elemento central es el que genera incertidumbre no sólo en Brasil sino en gran parte de Latinoamérica, entendiendo que similar historia atraviesan otros países. Así es como surgen a la vista los casos, con distinto parámetro, de Uruguay, con la alternancia de los longevos Tabaré Vázquez y José Mujica; o el ya extendido gobierno en Bolivia de Evo Morales, que encontró un freno en el corto plazo al impedírsele una nueva reelección tras una década en el poder y que no vislumbra un sustituto fuerte.

En ese interín entre debilidad y fortaleza está, justamente, Ecuador, que pasó airoso para el oficialismo las elecciones de hace unas semanas pero que evidencia, al menos en principio, un cambio en las maneras de gobernar, ya que se especula con un entrante Lenin Moreno más moderado que el saliente Rafael Correa.

Para esta última opción se presume una necesidad de adaptación a la realidad del propio terreno, pues se observa una polarización absoluta a derecha e izquierda. La idea radica en mermar la conflictividad, aunque el peligro para el mismo gobierno es mostrarse un tanto dubitativo frente a una oposición que, de por sí, estuvo lejos de reconocer la derrota en las urnas, alegando fraude.

Lenin Moreno, nuevo presidente de Ecuador.
<p>Lenin Moreno, nuevo presidente de Ecuador. Foto: Dolores Ochoa / AP</p>

Lenin Moreno, nuevo presidente de Ecuador. Foto: Dolores Ochoa / AP

Ahora bien, ¿por qué la dificultad para exponer reemplazantes de peso en la actualidad? Una explicación se podría posar en la tradición continental, absorbida por la necesidad de apelar a los liderazgos para hacerle frente a los conflictos. Ese habitual personalismo, rubricado hace largo tiempo, se sostiene como una fórmula que genera cierta confianza y siempre encuentra exponentes de tanto en tanto. Pues bien, el periodo que corresponde a los últimos años del siglo pasado hasta el presente es uno rico ejemplo en ese sentido.

Pero el desgaste típico de estar al mando de un país por varios años, sumado al ir y venir cíclico de la economía, que por momentos brinda vientos a favor y otros en contra gracias a los recursos de los que se dispone, allanan el camino para que esos bloques tornen a su fin; ahora todo azuzado, en tanto, por contrincantes envalentonados en el plano discursivo, que encuentran las heridas y aportan para que se magnifiquen más que cicatricen.

El ejemplo más claro es el de Venezuela, hoy devenido en un caldo de cultivo que no se sabe a dónde va a parar con su espiral de confrontación. A tal magnitud, que los reclamos se multiplican, las marchas opositoras se potencian y la incertidumbre es total, mientras el drama social se profundiza. Es que, sin Hugo Chávez en el poder, y con Nicolás Maduro como ladero que pasó al frente, la fortaleza gubernamental se trastocó en desmanejo sideral. La entereza de aquel no se tradujo en su seguidor y, por más herramientas a las que apeló, la realidad hizo mella, dejando en vilo al país caribeño en medio de la crisis entre los estamentos de poder, resquebrajado en dos partes.

Venezuela arde.
<p>Venezuela arde.</p>

Venezuela arde.

Esa grieta confeccionada que se coronó a lo largo y ancho del continente muestra, de un lado y del otro, a segmentos de la sociedad latinoamericana que buscan respuestas de la mano de sus dirigentes, políticos que, en algún punto, sacaron rédito de esa dicotomía para posicionar, con sus ideologías, un mapa que cada vez se percibe con mayor claridad. Es que, ambos bandos, con sus argumentos a flor de piel, salen a la luz con la premisa de desmantelar las razones ajenas y resaltar las propias.

En ese entramado está la jugada de Lula al postularse como presidente, hombre de experiencia que entiende que sus fichas son claves para la estructura que representa, asumiendo, en paralelo, la necesidad imperiosa de que su presente político no sea manchado por el Lava Jato y rompa los lazos a futuro.

"Estoy preparado para volver a la presidencia y arreglar a la nación", arengó Lula.

Mientras tanto, en ese tablero convulsionado que atraviesa todo el territorio, quienes se consideran progresistas, gobernantes en mayor medida en los últimos tiempos, tienen el desafío por delante de hallar un recambio que los devuelva a escena restablecidos para no sucumbir ante el adversario.

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