El régimen talibán confirmó que hubo más de mil victimas a causa del terremoto y reportó más de 1.500 heridos en Afganistán, las localidades más afectas fueron: Gyan, Barmal y Paktika. De esta forma, la cifra provincial supera el balance nacional anterior, que hablaba de 920 víctimas fatales. Las autoridades señalaron que muchas casas resultaron dañadas y que la gente quedó atrapada en su interior.
El terremoto tuvo su epicentro a unos 44 kilómetros de la ciudad de Jost cerca de la frontera entre Pakistán y Afganistán, con una profundidad de unos 51 kilómetros.
"Creemos que cerca de 2.000 casas han quedado destruidas", dijo desde Kabul el coordinador humanitario de las Naciones Unidas para Afganistán, Ramiz Alakbarov y agregó que las "autoridades de facto" de Afganistán, los talibanes, habían desplegado más de 50 ambulancias y cuatro o cinco helicópteros en la provincia de Paktika, gravemente afectada, además de dar ayuda en efectivo a las familias de los fallecidos.
“La gente está cavando una tumba tras otra”, dijo Mohammad Amin Huzaifa, jefe del Departamento de Información y Cultura en la duramente golpeada Paktika. “También está lloviendo y todas las casas están destruidas. La gente sigue atrapada bajo los escombros", expresó Huzaifa.
Por su parte, Bilal Karimi, vocero del Gobierno talibán, pidió ayuda internacional para "evitar un desastre humanitario". Mientras tanto, los equipos de rescate continúan con sus tareas y pudieron concretar algunos salvatajes en helicóptero, pero advirtieron que las características de la zona dificultan las maniobras.
Este terremoto no es un caso aislado, dado que, a mediados de enero otro seísmo de 5,3 grados sacudió el noroeste de Afganistán, matando a al menos 26 personas, según datos de la ONU, y destruyendo 800 viviendas, en su mayoría endebles casas de adobe, en diferentes distritos de la provincia de Badghis.
Cabe recordar que Afganistán, desde que los talibanes tomaron el poder, atraviesa una grave crisis financiera y humanitaria, provocada por el bloqueo de millones de haberes en el extranjero y la suspensión de la ayuda internacional, que sustentaba al país desde hacía dos décadas y que ahora llega con cuentagotas.