Los esfuerzos de la FIFA fueron inútiles. El contexto político mundial es clave para entender las pasiones que despiertan ambas selecciones. Desplazados, xenofobia y racismo se cruzan en la final de la Copa del Mundo.

Una de las principales preocupaciones de la FIFA es tratar de que la política no se mezcle abiertamente con el fútbol. A través de multas o advertencias a las federaciones, el ente máximo de este deporte hace esfuerzos para que ambos temas no se mezclen. Sin embargo, esa práctica resulta inútil. El tema se escurre en cada situación y, aún más, en el Mundial. Desde las mujeres iraníes que en la tribuna buscaron visibilizar la lucha feminista en su país hasta la celebración de los jugadores albanokosovares de Suiza contra Serbia. La Copa del Mundo está repleta de historias y la final no es la excepción.

El caso más paradigmático es el de “los niños de la guerra” croatas. La estrella del Real Madrid, Luka Modric, y el defensor del Liverpool, Dejan Lovren, fueron refugiados como consecuencia de los conflictos en la ex Yugoslavia.

El jugador del club inglés se tuvo que ir de su país en auto y de madrugada. En un video realizado por su actual club, el zaguero cuenta que su madre lo despertó, lo subió al vehículo y se lo llevó a Alemania. Sin bolsas y sin ropa. Allí vivió hasta fines de la década del noventa cuando el gobierno alemán no le otorgó más refugio y tuvo que volver a su país. En el caso de la figura del equipo español, huyó de su casa luego de un bombardeo serbio cercano a su casa en Velebit. En los bombardeos su abuelo falleció. De su hogar y con tan solo seis años, el mediocampista tuvo que vivir en un hotel de refugiados escapándose de los ataques.

Esta guerra, desde ya, fue el desenlace de una proceso lleno de tensiones entre diferentes etnias. Principalmente por el que se desató entre serbios y croatas en 1991 luego de que una minoría serbia no aceptara la independencia de Croacia.

Corrido del fútbol, pero cercano al deporte, el documental “Once Brothers” revela como previo a la guerra esta grieta ya existía. Esa película muestra como dos grandes amigos y figuras del básquet yugoslavo (luego NBA), Vlade Divac y Drazen Petrovic, se pelearon tras ganar el Mundial de Argentina 1990 fruto de estos sentimientos nacionalistas. Petrovic -de origen croata- era un gran amigo de Divac -serbió- pero todo cambió cuando en el momento del festejo, Tomás Sakic, un espectador argentino hijo de croatas, se acercó con la bandera de Croacia a celebrar. Divac lo divisó, lo encaró, le arrebató la bandera, la tiró al piso y comenzó un escándalo que terminó en ruptura de amistad y en uno de las peleas civiles más simbólicas.

Este caso puntual es tan sólo un ejemplo de cómo el proceso independentista fomentó un fuerte sentimiento nacionalista que hasta hoy impera en algunos sectores. De hecho, la federación del fútbol croata fue sancionada por la FIFA tras viralizarse un video en el que se podían ver a varios jugadores entonando canciones fascistas. Entre ellos estaba Lovren, uno de los futbolistas que fue refugiado, y Domagoj Vida quien gritó “¡Gloria a Ucrania!”, lema utilizado por ultranacionalistas ucranianos.

Ambos jugadores aparecen como posibles titulares en el encuentro final ante Francia, quien llegó al último partido guíados por la velocidad de Kilyan Mbappe y la solvencia de N'Golo Kanté. Ambos jugadores tienen ascendencia africana. En total son 14 los jugadores con padres de ese continente y hay diez de ellos que tienen doble nacionalidad. Esta situación es similar a lo ocurrido hace 20 años cuando el conjunto francés se quedó con el Mundial disputado en su país. El líder de ultraderecha Jean Marie Le Pen, dijo que el equipo campeón “no era una selección francesa porque había muchos de otro color”. Diecisiete de los 23 jugadores de ese equipo provenían de familias de inmigrantes. Zinedine Zidane, hijo de argelinos, le respondió años más tarde en un simposio: “Casi se muere al ver diez negros cantando la Marsellesa”.

El capitán del equipo campeón en 1998 era Didier Deschamps que, actualmente, es el entrenador de la selección. Hace dos años el técnico tuvo varios cruces con el delantero Karim Benzema. El futbolista lo acusó de “plegarse a la presión de una parte racista de Francia” por no haber sido convocado. Para esa misma época, el atacante tenía un fuerte cruce dialéctico con Marine Le Pen, sucesora de su padre como referente de la ultraderecha francesa. Fue en medio de las elecciones presidenciales de 2017. Con su discurso cercano al odio y al extremismo, esta representante alcanzó el ballotage en la votación. Obtuvo 10 millones de votos.

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