Luego del 4-3 de Francia sobre Argentina en el último Mundial, Messi se alejaba de la Selección. Y quedaba en el ambiente instalada una pregunta: ¿sería definitiva esa pausa? La realidad es que la Selección hoy debe reconstruirse sin Messi.

Apenas finalizó en Rusia 2018 el partido por los octavos de final entre Argentina y Francia, comenzó a perfilarse de manera rotunda una sensación inocultable: Messi se iba a alejar de la Selección. ¿Hasta cuándo? Esa pregunta sin vueltas no tenía ni tiene respuesta. Pero su alejamiento parecía escrito. Y así ocurrió.

Tenía que empezar la Selección una nueva etapa sin la conducción del vapuleado Jorge Sampaoli (masacrado sin piedad por los mismos medios que lo pidieron), con una renovación del plantel que no podía postergarse y sin la presencia de Messi, ya con 31 años, quien prefiere refugiarse en el silencio cuando en el horizonte aparece la camiseta argentina.

Pelé dejó de jugar para la selección de Brasil después de coronarse tricampeón del mundo en México 70 cuando todavía no había cumplido 30 años. La decisión de Pelé hasta podría ser calificada por sus detractores como oportunista: en la cumbre y después de romperla en México, se retiró del scratch para no seguir exponiendo su reinado.

Lo de Messi es muy distinto. No alcanzó la gloria con la Selección mayor. Fue suplente en Alemania 2006, más allá de su participación ante Serbia y Montenegro, Holanda y México; titular en Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018 y en ninguna competencia brilló a la altura de su dimensión futbolística, salvo en pasajes esporádicos que no determinaron rumbos ni conquistas.

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Se fue envuelto por una ovación interminable Pelé en aquel partido despedida con la verde- amarela de Brasil frente a Yugoslavia (2-2) el domingo 18 de julio de 1971 en el Maracaná, cuando dio una vuelta olímpica al trote que estremeció a una multitud acongojada que le rogaba que siguiera (“Fica, fica”, le suplicaban 150.000 hinchas), mientras el recorrido transformado en memoria colectiva llegó a su fin.

Maradona se despidió con 33 años de la Selección en USA 94 cuando saltó el doping después del 2-1 ante Nigeria y de inmediato quedó fuera del Mundial, inmortalizando aquella frase made in Pelusa: “Me cortaron las piernas”. Pero la gloria eterna Diego ya la había alcanzado en México 86 y el mito imbatible se recicló en una versión heroica y crepuscular en Italia 90.

Messi no. No pudo. Y esa gran herida, por supuesto intransferible y de alcance desconocido, lo sigue persiguiendo. Por eso después de aquel 4-3 de Francia sobre Argentina el pasado 30 de junio, eligió salir del foco blanquiceleste apelando al silenzio stampa. Y se instaló en el ambiente del fútbol argentino una especie de consigna no escrita pero sí revelada: esperar con paciencia impostada los tiempos inciertos de Messi. Aguardar su determinación. Como si existiera un verdadero consenso en no pedirle ni exigirle ninguna definición al respecto. Nada. Solo esperar.

El actual técnico (¿interino?) de la Selección, Lionel Scaloni, fue el único que habló hace unos días en rueda de prensa explicando que se comunicó vía celular con Messi y que su ausencia para estos dos partidos frente a Guatemala este viernes en Los Angeles y el martes 11 contra Colombia (ya sin José Pekerman como técnico) en New Jersey fue acordada, aunque aclaró que no sabe “lo que puede suceder en el futuro”.

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¿Messi sabrá cuál será su futuro en la Selección? ¿Tendrá resuelta su continuidad en un tiempo no precisado o lentamente irá activando la tecla de un abandono? Todo lo que se escucha no dejan de ser especulaciones y una suerte de consejos y sugerencias que por otra parte Messi no pidió. Una duda en forma de interrogante: ¿será autosuficiente el astro del Barcelona?

La realidad de los días que corren indica que la Selección tendrá que olvidarse de Messi. Y de su probable regreso o de su probable despedida. Los fantasmas de Messi no son figuras o imágenes positivas para la nueva Selección. Ni tampoco para los que hoy la conducen. Esa altísima dependencia no permite acelerar una reconstrucción imprescindible.

Igual, vale reafirmar que Messi continúa siendo el jugador más desequilibrante del mundo, aunque la FIFA no lo eligió entre los tres mejores de la temporada 2017-2018. El terceto lo integran Modric, Ronaldo y Salah.

Pero la Selección tiene la necesidad de fluir más allá de Messi. Intentar adelantarse a los acontecimientos no siempre es una virtud. Puede reflejar apuros y urgencias. Lo que el fútbol bien interpretado nunca reivindica.

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