La construcción de una verdadera comunidad requiere de lazos que, entre otros aspectos, se basen en la confianza.

Para construir una verdadera comunidad necesitamos tender lazos que, entre otros aspectos, se basen en la confianza. Las neurociencias han estudiado en los últimos tiempos los mecanismos neurales que subyacen a esto.

Se han podido identificar así dos regiones cerebrales involucradas: una asociada con el procesamiento de las emociones positivas y los sistemas de recompensa; y otra ligada a la inferencia de los estados mentales de los demás, a la toma de decisiones y al monitoreo de lo que está pasando fuera de nuestro foco de atención.

Una experiencia que se realizó para su estudio, el llamado “juego de la confianza”, contó con dos participantes que iniciaban el juego con la misma cantidad de dinero cada uno (por ejemplo, 1000 pesos). A su turno, tenían que decidir cuánto dinero le daban al otro, considerando que esa suma se triplicaría en la cuenta ajena: si el primero daba 400 pesos, el otro acumularía 2200 y este se quedaría con 600. Luego se le informaba al segundo jugador la cantidad de dinero que le había sido transferida y le tocaba, entonces, el turno de entregar la suma de dinero que deseaba.

Los estudios mostraron que cuanto mayor era la cantidad de dinero otorgada al otro, mayores eran los niveles de oxitocina (una hormona que afecta al comportamiento social) liberados en el cerebro del primero. Y cuando el segundo participante devolvía sumas aún más grandes, la oxitocina liberada en su cerebro era mayor.

La conclusión fue que las personas entregaban el dinero porque confiaban en que el otro tomaría una actitud similar. La clave estaba en la confianza.

El mismo juego se utilizó en otro estudio, pero de manera más compleja. Los jugadores estaban siempre interactuando con una computadora sin saberlo. De hecho, se les hacía creer que las partidas involucraban a tres participantes distintos: un amigo cercano, un extraño y una máquina tragamonedas. Como resultado, los investigadores observaron que los participantes transferían más cantidad de dinero y sentían mayor recompensa personal cuando interactuaban con un amigo cercano.

No existe posibilidad de desarrollo social sin la confianza en el otro. A propósito de este tema, podemos traer a cuento el relato “Un elefante ocupa mucho espacio”, de Elsa Bornemann, que fue prohibido durante la dictadura en Argentina como tantos otros libros. Ahí, el elefante Víctor logra convencer a los otros animales del circo de unirse para hacer una huelga que les permitiera recuperar su libertad.

Cualquier actitud de desconfianza entre ellos llevaría el plan al fracaso; cualquier traición, al castigo. Lo nombran delegado, lo apoyan y actúan todos juntos, inclusive el león, que se creía rey. Confiar en el otro es lo que les permitió cumplir con el deseo colectivo de vivir libres.

Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico. Presidente de la Fundación INECO .

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