Julio César Argüello estuvo doce años en pareja con Patricia Putero, con quien tuvo dos hijos, Elisandro y Lisandro. El grupo compartió una casa en San Francisco Solano hasta que la mujer decidió terminar la relación. En febrero del año pasado, el hombre degolló a los chicos, de 2 y 7 años, y luego se suicidó. En la macabra escena fue hallada una carta dirigida a su ex. "Ahora podés hacer lo que quieras, ya no te voy a molestar más", le escribió. El caso forma parte de una lamentable estadística de hechos denominados como "femicidios vinculados", un término desarrollado por el Observatorio de Femicidios Marisel Zambrano, organismo de La Casa del Encuentro, que "parte de las acciones del femicida, para consumar su fin: matar, castigar o destruir psíquicamente a la mujer sobre la cual ejerce la dominación".
Los femicidios vinculados, básicamente contra personas que intentaron impedir el femicidio o que formaban parte de su entorno afectivo, son registrados en Argentina por La Casa del Encuentro desde el 2008, y hasta diciembre de 2013 contabilizaron 217 víctimas: 79 mujeres y niñas, y 138 hombres y niños. "Los femicidios vinculados quedan un poco tapados por la difusión de los femicidios, pero no son casos aislados. Esta estadística no existe en ningún país latinoamericano, porque aún no se toma la magnitud que merece. Pero la base de estos crímenes es la misma, porque el agresor continúa considerando a la mujer de su propiedad, y así puede llegar a cometer estos homicidios contra personas que intentan defender a la víctima, lo que llamamos línea de fuego que es el momento del ataque, o también como una forma de venganza perpetua, porque muchas veces la mujer sigue con vida y debe continuar con el dolor del ser querido asesinado", explicó a Diario Popular la especialista Ada Rico, coordinadora del registro.
En el estudio, al que se tuvo acceso, se visualiza con absoluta claridad el crecimiento a lo largo de los seis años analizados de la cantidad de casos, y también la relevancia en constante aumento de varones que resultan agredidos fatalmente por los agresores. Así, el informe arranca con los hechos perpetrados en 2008, cuando fueron 11 los femicidios vinculados de mujeres y niñas, y 12 los casos con hombres y niños. En 2009, fueron 14 y 18; en 2010, fueron 12 y 16; en 2011, fueron 13 y 29; en 2012, fueron 18 y 24; y en 2013, fueron 11 y 39. "Hay claramente un tema de venganza en los femicidios vinculados.
Esto quedó bien claro en el caso del pequeño Tomás de la ciudad bonaerense de Lincoln, asesinado por su padrastro, quien no aceptaba la separación con la madre del niño. La base de estos hechos atroces es el sentido de posesión que se tiene sobre la mujer. El hombre violento está convencido que la mujer le pertenece, y todo lo que la rodea. Por eso, en su peor expresión, que es el femicida, el objetivo es matar a la mujer, pero también causarle un daño psíquico irreparable, por ejemplo matando a sus seres queridos, que pueden ser familiares o personas de su entorno cercano", dijo Rico.
Acerca de la preponderancia de varones entre las víctimas, Rico expresó que "en los últimos años la violencia de género se instaló en la agenda de los medios de comunicación y fue bajando hacia la sociedad, entonces hay más conciencia entre los allegados de las víctimas, razón por la que crecen los hechos con varones asesinados (padres, hermanos, nuevas parejas) al intentar una defensa, anteponerse al ataque"."El análisis de los hechos también nos revela con claridad que, en muchos casos, la mujer no es asesinada, porque el objetivo del agresor es generar la culpa en la mujer. Como si dijera 'te portaste mal, ahora vas a tener que vivir con esto'. Lo que moviliza al agresor es seguir controlando a la mujer. En el caso de Tomás, al padrastro fue condenado a perpetua, pero la mamá del nene asesinado, Susana, salió del tribunal diciendo que le había destruido su vida. Su hijo no volverá aunque se haya hecho justicia, y esa marca en la psiquis y espíritu de la mujer es muy difícil de superar", finalizó Rico.
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