Un niño muerto en un baldío. Un niño muerto en un baldío con el cuerpo semidesnudo, con signos de violación, mutilado y con su cabeza desollada, apoyada en el suelo, al lado de todo lo demás. El último vestigio de Ramón González yace en un pastizal de Mercedes, provincia de Corrientes. Es 8 de octubre de 2006 y con el hallazgo macabro de Ramoncito, 11 años, se termina una búsqueda de dos días y se abre un dolor lleno de preguntas y oscuridad.
Ni los perros ni las alimañas fueron, como se pensó en un principio, los culpables de esa escena indigna de una niñez cualquiera. Los investigadores no tardaron en determinar que a Ramoncito lo asesinaron brutalmente el 7 de octubre en el marco de un crimen ritual, el primero en ser descubierto en la historia de la Argentina; uno de los pocos que sería investigado en el mundo entero.
Hijo de Norma González, una mujer que se prostituía para mandar al colegio y darle de comer a sus hijos, Ramoncito cayó en las manos de una secta que realizaba prácticas vinculadas a diferentes creencias mágico-religiosas. Diez de sus integrantes terminaron sentenciados a prisión perpetua: ocho de ellos cumplen condena y dos continúan prófugos. El número dice poco y esconde mucho: es apenas un puñado de los implicados por el testimonio de testigos claves durante el juicio. Y es impreciso: varios nunca fueron procesados, ni siquiera identificados. Quizás porque algunos, según el relato de los testigos, ocupan posiciones de poder político y económico en los altos estratos de la sociedad correntina.
"Cuando a fines de 2008 me puse en contacto con la monja Martha Pelloni, quien me abrió muchas puertas para la investigación, ella me planteó un escenario complejo. Me decía que el clima en Mercedes era tenso, y que podía llegar a haber riesgos para quien quisiera investigar el caso. Que la gente no quería hablar, que había miedo...". Miguel Prenz, autor de "La Misa del Diablo: Anatomía de un Crimen Ritual", el único libro sobre el "Caso Ramoncito", le cuenta a DIARIO POPULAR sobre los inicios de su trabajo.
Al periodista le llamó la atención desde un principio que el abordaje del caso no salía del de la 'crónica roja', del crimen en sí y la sangre. La información acerca de una secta implicada apenas si caía por goteo. Los expedientes, los documentos, los testimonios comenzaron a llevarlo en una dirección. "Todos los otros crímenes asociados al crimen de Ramoncito, que tenían que ver con trata de personas, narcotráfico, prostitución infantil... No es que yo descubrí eso, pero sí fue una decisión propia abordarlo", recuerda. Y así vio la luz una trama mucho más compleja, en la que el "condimento" ritual y religioso es sólo un elemento a tener en cuenta.
Dice Prenz: "Por un montón de factores. Uno de ellos, el que quizás tiñe al caso de la particularidad que tiene, es su vinculación con lo religioso. Corrientes es una provincia que está atravesada por las religiones desde siempre. Ahí confluyeron el catolicismo, las creencias guaraníes y las afrobrasileñas. Es tan fuerte ese componente religioso que atraviesa definitivamente a todas las clases sociales".
Dice Prenz: "Se aprovechó o utilizó este componente religioso tan fuerte como fachada de otra cosa, que son estos crímenes asociados y que son mucho más terrenales, que no tienen nada que ver con lo religioso. Acá se da un doble juego. Por un lado hay un 'sí, creemos en esto', pero también eso lo usamos para otra cosa. Este grupo estaba manejado por personas que son todo lo contrario a la mano de obra que terminó cometiendo el crimen. El crimen lo cometieron personas que pertenecen a la clase media-baja o directamente baja de la sociedad. Pero las acusaciones de liderazgo de esta secta apuntan a la clase más alta. Y eso me interesaba que quedara en el libro, para que en ningún momento se cayera en la presunción de que esto es propio de las clases sociales más bajas".
Esa compleja trama que relaciona al Caso Ramoncito con poderosos empresarios y políticos, el crimen organizado y problemáticas profundas como la prostitución infantil, la trata de personas y el narcotráfico, no sólo no fue develada en el proceso judicial del asesinato sino que tampoco fue posterior objeto de investigación policial, judicial ni periodística. A pesar de que la mayoría de los autores materiales del homicidio están tras las rejas, el resultado final alcanzado por la Justicia conlleva el amargo sabor de lo inconcluso.
Hay autores materiales presos, una instancia abierta -sólo formal- para investigar los crímenes asociados, un fiscal que reconoce no estar buscando más pruebas...
—¿Por qué no se avanzó en este aspecto?
—Algo que también intenté reflejar en el libro es quehay acciones e inacciones que a veces responden a intereses concretos. Pero que, otras veces, se hace lo que se puede. Me parecía importante marcar cómo, por ejemplo, una investigación se puede retrasar o complicar porque no hay nafta para el patrullero. En este caso puntual hay, por un lado, cosas que no se están motorizando porque claramente hay un interés mayor. Pero por otro lado hablamos del funcionamiento del poder judicial en un lugar donde no hay mucho financiamiento, donde quizás el presupuesto no se ejecuta bien... Investigar un crimen complejo requiere una inversión grande. Y esa inversión no estuvo, me lo contó incluso un juez de instrucción. Hubo operativos donde tuvieron que pagar la nafta de los patrulleros ellos mismos de su bolsillo porque no había presupuesto para el combustible, pero si no hacían el allanamiento rápido quizás se perdía alguna prueba..."Si matan a una chica de clase media de Palermo, eso ocupa horas y horas de televisión, kilómetros de papel impreso y demás. Si matan a un pibe pobrísimo de una región marginal de la Argentina, en una situación poco clara, no le importa a nadie. A ver: importa mucho, yo le dediqué años de trabajo y a mucha gente sí le importa. Pero en la lógica que manejan los medios, al público no le interesa. El público necesita una identificación con lo que está leyendo, según dicen muchos especialistas. Y esta es una historia muy, pero muy marginal, en todo sentido: la víctima es marginal, los victimarios son marginales, la temática es marginal... Yo creo que no hubo una presión social en absoluto para resolver el caso, ni tampoco de los medios. El Caso Ramoncito es una historia sobre la desigualdad y el abuso. Sobre qué capacidad de abuso tiene alguien sobre otro que no tiene capacidad de defenderse. Y sobre cómo ese tipo de relaciones después son el caldo de cultivo ideal para lo que luego se llama 'flagelo'. El narcotráfico, la trata de personas y la prostitución infantil no son 'flagelos'. Son problemas bien concretos que hay que resolver, y hay que ir hacia las causas. Y las causas son matrices que están en diferentes lugares, por no decir que se trata de la matriz del sistema en general. El Caso Ramoncito es una historia con final abierto".
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