Hubo doble imprevisión en el manejo del "coronavirus gate": ausencia de controles adecuados tempranamente, y falta de coordinación comunicacional para lograr el impacto deseado en la opinión pública

La situación es inédita, ya que entramos en una fase de crisis internacional muy distinta a otras. En 2008 se cayó Lehman Brothers por una situación financiera de los EE.UU. y que obviamente generó un efecto dominó sobre el resto del mundo. Con las lecciones de la crisis de 1929, los Bancos Centrales actuaron en consecuencia, y se salió aún con algunos costos. Pero en este caso las autoridades monetarias tienen que aplicar medidas para actuar sobre las consecuencias de una crisis que no tiene su origen en la economía.

Ese marco se lo pone a la Argentina más difícil de lo que ya estaba. Menos exportaciones representan menos dólares, menos argumentos para negociar con los acreedores, y menos divisas que puede requerir una industria reactivada. Menos dólares implican también menor recaudación por derechos de exportación, lo cual no permite cerrar el déficit fiscal. Y las propias medidas de prevención generarán de por sí consecuencias graves para muchos pequeños emprendimientos: espectáculos, gastronomía, turismo, entre otros. Atrás de todo eso está la política tratando de encontrar soluciones viables a los conflictos que necesariamente se multiplican.

Está claro que hubo doble imprevisión en el manejo del "coronavirus gate": 1) ausencia de controles adecuados tempranamente, y 2) falta de coordinación comunicacional para lograr el impacto deseado en la opinión pública. Pero, más vale tarde que nunca, el gobierno reaccionó cuando la crisis parece manejable, de la mano de una alarma mundial.

El mal manejo comunicacional de las crisis no es privativo de este gobierno. Solo para mirar al anterior gobierno, salió mal parado en cuanta situación conflictiva se le presentó (aumento de tarifas de gas, ARA San Juan, el conflicto por el Correo Argentino, para citar solo tres). Acá la discusión es sobre el tono que debía aplicarse en esta semana: ¿alerta o alarma? Al ser una crisis global, cuando se instala la psicosis social luego corre como reguero de pólvora, no hay forma de pararla. Al no poder incidir sobre ese marco mediático internacional, las intenciones de los gobiernos nacionales quedan naturalmente sobrepasadas.

Los infectólogos dicen que es mejor prevenir que curar, y que por lo tanto es preferible sobre reaccionar que sub reaccionar. De ese modo, las personas son llevadas a un estado de extremar cuidados y no dejarse estar. Con ese dato, sumado al contexto global que se analizaba en el párrafo anterior, no hay margen para la alerta, sino que corresponde la alarma. Más de uno dice que "no se debe contribuir a la histeria colectiva". Sí, pero en situaciones de crisis la gran mayoría no se anda con sutilezas.

¿Un mal manejo de la crisis del coronavirus puede traer un costo de opinión pública para el gobierno de Alberto? Sin duda, pero tendría que producirse una situación muy negativa (que no aparece en el momento que se escriben estas líneas), y siempre y cuando sea patente que lo sucedido aquí es peor a lo que ocurra en otros países. En este sentido, el marco global dispensa. Como la crisis sanitaria no es un clivaje central de la sociedad, la cuestión pasará al olvido. Pero lo que no pasará al olvido es el tendal económico internacional y local.

Y aquí viene la pregunta del millón: ¿qué debería hacer el gobierno para amortiguar los efectos económicos negativos de la crisis sanitaria, en el marco de la negociación de la deuda? Esto puede tener dos respuestas en función del cálculo de probabilidades. Si la crisis pasa pronto, las huellas no serán tan profundas, se demorarán la recuperación y la negociación, pero quizá no tan fuera de lo previsible originalmente. Pero si la crisis se hace más larga de lo esperado, todo se complicará más de la cuenta, y obligará a Alberto a tomar medidas adicionales para morigerar el desmadre natural.

Todo presidente se ve obligado a rumbear para donde no le gusta porque las circunstancias se lo impusieron. Muchas veces gobernar es hacer lo que se puede, no lo que se quiere.

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