Fue la mejor semana en mucho tiempo, y eso ya es mucho decir. Puede sonar exagerado: tampoco fue para descorchar champán, pero como están las cosas, evitar incendios tiene un valor enorme.
Es que el gobierno viene golpeado, castigado por los mercados, que después de una supuesta calma que transcurrió desde la cumbre del G20 hasta casi el final del verano, volvieron a encabritarse encendiendo las peores luces de alarma. Y en una semana corta -con un feriado en el medio y un paro del sindicalismo combativo el martes y de transportes el día siguiente-, que se presumía muy complicada, pareció encontrar la receta adecuada para alcanzar una pax cambiaria que celebraban el viernes.
La clave fue convencer a los interlocutores del Fondo Monetario de que -así como dijimos la semana pasada respecto del propio gobierno- era hora de dejar de lado dogmas. Lo que para el mundo desarrollado funciona, aquí puede fallar. De hecho, falla. Aplicar las mismas recetas que en países en los que han logrado dominar la inflación, y/o la gente no tiene una relación tan dependiente del dólar, explica nuestra falta de soluciones. Por eso la decisión fue echar mano a la receta que produjo la eyección del ‘Toto’ Caputo. El Banco Central necesitaba las manos libres para actuar en los mercados con un poder de fuego que le sobra pero que el FMI quería que se aplicara recién cuando el valor del dólar llegara a un extremo que en el camino habría dejado un irremediable correlato inflacionario.
Una vez más sirvió la ayuda de Washington. Es cierto que muchos de los males que nos agobian surgieron cuando se dio vuelta la taba en el Norte y ganó Donald Trump, pero hay que reconocer que el magnate devenido a presidente le dispensa a su amigo Macri un trato privilegiado del que la Argentina está sacando provecho. Ya sea por afinidad o conveniencia -el pánico a la vuelta aquí de un régimen afín al venezolano-, Trump le dispensa una atención preferencial al presidente argentino. La relación llega incluso a un contacto directo vía whatsapp, según contó la periodista Florencia Donovan.
Sorteada la resistencia del Fondo, el lunes, pasadas las 9 y antes de la apertura de los mercados, el BCRA difundió las decisiones del Comité de Política Monetaria (COPOM) que introducía modificaciones al régimen monetario cambiario vigente. ‘Dado el aumento de la volatilidad cambiaria observado en los últimos días, el COPOM considera que el BCRA debe reforzar el sesgo contractivo de la política monetaria interviniendo en el mercado cambiario para reducir más agresivamente la cantidad de pesos y de esta manera contribuir al adecuado funcionamiento de dicho mercado’, expresaba en su encabezado la circular que alcanzó para frenar lo que se preveía el lunes fuera de una magnitud imprevisible.
No es seguro que esta estrategia alcance para evitar corridas en los próximos meses, con los dos ‘picos’ previstos para junio (cierre de listas) y agosto (PASO); pero para entonces son las medidas que está buscando implementar.
Así como el Fondo debió dejar de lado sus manuales, el gobierno hizo lo propio con los suyos. Ya contra su voluntad había anunciado los Precios Esenciales, un control sui generis que deberá esmerarse porque al menos brinde la sensación de funcionar en las próximas semanas. Ahora debió desandar sus prevenciones respecto de los acuerdos políticos al salir a instrumentar uno con los líderes de la oposición.
No es la primera vez que hace ese tipo de convocatorias que nunca concreta. A poco de ganar las legislativas hizo un llamado a la oposición a acordar una serie de ‘consensos básicos’, que planteó con toda la pompa en el CCK, pero la convocatoria nunca llegó. Volvió a hacer referencia a eso Macri el 3 de septiembre del año pasado, en plena tormenta financiera e inmediatamente después de la recomposición de su gabinete, cuando invitó ‘una vez más a toda la dirigencia argentina, la política, la Justicia, los gremios, la sociedad civil’, a comprometerse con esos consensos básicos. Pero no hubo ningún llamado a dialogar.
El gobierno es afecto a esas convocatorias. Le ha servido con las leyes, cuando los diputados complicaban las cosas y necesitaba una mano del Senado, reunía a los gobernadores para una foto, o bien les hacía firmar algún documento, como la adenda al Consenso Fiscal, de modo tal entonces de reforzar el compromiso para la aprobación del Presupuesto 2019.
Pero en definitiva el gobierno es poco afecto a consensuar acuerdos con el resto de la dirigencia; prefiere juntar firmas o fotografiarlos, pero nunca lo convencieron los compromisos que lo muestren igualado a aquellos de los que siempre ha querido diferenciarse. Que le pregunten sino a Miguel Pichetto y Ernesto Sanz, que bregaron desde el primer día de Cambiemos en el poder por una suerte de Pacto de La Moncloa, atendiendo las múltiples acechanzas de este gobierno y la cantidad de reformas estructurales que debía llevar adelante esta administración. Esa y no otra fue la razón por la que el radical no aceptó un ministerio y prefirió dedicarse a su estudio jurídico en Mendoza.
Es la razón que provocó el alejamiento de Emilio Monzó, que hace un año decidió que no seguiría presidiendo Diputados así sea reelecto este gobierno, y se irá antes si las cosas más o menos se calman en los próximos meses. Factótum de la aprobación de las principales leyes que consiguió esta gestión, el titular de la Cámara baja fue siempre partidario de ampliar Cambiemos, convencido de que la estructura vigente había servido para ganar elecciones pero necesitaba ampliarse para gobernar.
Es lo que sugirió Martín Lousteau -de buena relación con Monzó, y hasta con Macri-, y lo que repitió el viernes el presidente del radicalismo, Alfredo Cornejo, al referirse a la propuesta original del gobierno: sugirió extender ese acuerdo al terreno electoral.
Mano derecha de Monzó en el Congreso, y también con el boleto picado para irse a fin de año, el presidente del bloque PRO en Diputados, Nicolás Massot, apoyó la sugerencia de Cornejo. En un tuit, copió la propuesta del gobernador mendocino y agregó: ‘Es por acá’.
Previsiblemente Pichetto y Juan Manuel Urtubey mostraron su beneplácito con la propuesta presidencial de acordar una serie de puntos básicos. De ego prominente, según lo recuerdan quienes lo frecuentaron en su época ministerial, Roberto Lavagna no toleró verse originalmente ninguneado por el gobierno en este tema y le bajó el pulgar. Sergio Massa, que a principios de la semana había salido a pedir precisamente una convocatoria a la oposición de parte del Presidente, puso fuertes reparos el viernes.
Es verdad que en su presentación inicial había sugerido que el llamado incluyera a la ex presidenta, y que la convocatoria que piloteó en principio Rogelio Frigerio no incluía al kirchnerismo. Pero aunque llame la atención el rechazo del tigrense, se justifica con su decisión de no aparecer cercano al gobierno y mantener una proyección propia sobre el electorado K.
Alentado por la buena recepción que el convite tuvo el viernes en los mercados y ese mismo día en el ‘círculo rojo’, el Presidente se puso la cruzada al hombro y salió a hablar directamente con los dirigentes. Ya lo había hecho primero con Pichetto, que entusiasmó a Macri con la exposición que hizo días pasados en Nueva York, donde descartó ante bonistas e inversores que la Argentina avance hacia un default. Habló también con el gobernador salteño, pero con Lavagna terminaron discutiendo. Y Massa directamente le pidió que lo llamara después de su conferencia de prensa, en la que sostuvo que la convocatoria a dialogar era ‘una tarea que debe asumir el Presidente en persona’.
Respecto del kirchnerismo, se dirá tan solo que la apertura no tiene restricciones, pero no habrá contacto con ninguno de sus referentes, que ya de por sí adelantaron su rechazo. Obvio; de hecho a varias de las propuestas del decálogo original podría agregárseles, entre paréntesis, la sentencia ‘como hacía el kirchnerismo’.
Mientras tanto Massa mantiene los contactos abiertos con el kirchnerismo, pero sin posibilidades de avanzar en nada concreto si Cristina es candidata.
Y mientras tanto, el ex intendente de Tigre es sometido a una presión intensa de los intendentes que aún le responden y que quieren encolumnarse detrás de la ex mandataria. Cuestión de supervivencia.
Mientras los opositores ven consumirse el tiempo sin tener definiciones, el gobierno disfruta el aire conseguido. Sabe por experiencia propia que esto puede ser efímero, pero recuperar la agenda siempre resulta auspicioso.
Lavagna presentó sus de 10 puntos "para buscar un diálogo"
"Ojalá el pueblo argentino transmita toda su bronca acumulada en las urnas"
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