Los factores externos a los que nos exponemos en verano actúan como "acelerador" del envejecimiento cutáneo y favorecen la aparición de manchas y arrugas. Cuáles son los consejos de los especialistas para mejorar su apariencia y qué tratamientos pueden realizarse para evitar el envejecimiento

Sea cual fuere el destino elegido para pasar las vacaciones de verano, la piel siempre está expuesta a factores nocivos. Sol, viento, arena, mar o pileta. Exponernos a todos estos agentes ambientales sin los cuidados indicados dará por resultado casi indefectiblemente un deterioro de la piel.

Luego del verano la piel comienza a manifestar los resultados de las largas exposiciones al sol y los efectos nocivos propios de las vacaciones. Estos agentes ambientales externos provocan deshidratación en la piel y generan un efecto acelerador del envejecimiento cutáneo, favoreciendo así la aparición de signos de fotoenvejecimiento como las manchas y las arrugas”. Así de clara y contundente fue la doctora Lilian De Marchi, dermatóloga miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).

¿Y quién quiere, luego de pasar unos hermosos días de vacaciones, mirarse al espejo y verse “más viejo”? Nadie. De ahí que de vuelta en casa, la prioridad es hidratar la piel profundamente, reparar los daños del sol y prepararla para luchar contra las agresiones del invierno, que también hace lo suyo y no hay que recibirlo desprevenida.

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Para De Marchi “es importante tener una rutina diaria de cuidados, que a su vez pueden complementarse con una serie de tratamientos. Para elegir los productos y los tratamientos más adecuados para cada tipo de piel es clave la consulta con el especialista”.

A la hora de encarar una rutina diaria, hay que tener en cuenta los siguientes puntos:

Higiene: aplicar una buena emulsión o crema de limpieza una o dos veces por día para eliminar las partículas de suciedad y las células muertas.

Tonificación: tonificar la piel con agua fresca, termal o lociones tónicas no alcohólicas con extractos vegetales refrescantes y emolientes.

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Renovación: pueden utilizarse ácidos, con distintas graduaciones, que trabajan sobre las capas superficiales de la piel renovándola y atenuando las arrugas. ¿Qué tipos de ácidos? El glicólico, el mandélico y el retinol son sólo algunos de los recomendados. La aplicación de cremas emolientes, humectantes y antioxidantes colaborarán en la recuperación de la lozanía y la tersura de la piel.

Hidratación: otro factor importante en este cambio en la apariencia de la piel luego del verano es la deshidratación de la misma, ya que la exposición solar y el calor producen la evaporación del agua de la piel. Después de un tiempo de exposición se altera el equilibrio entre la pérdida y la reposición del agua cutánea, y la piel se ve opaca, áspera, engrosada y más plegada o arrugada, es decir, deshidratada. Por eso después del verano hay que usar cremas de texturas livianas, geles o emulsiones, que no resultan molestas al tacto. Las que contienen componentes naturales están recomendadas para todas las edades. Indicados el aloe vera, la caléndula, el germen de trigo (es humectante) y la vitamina E.

La piel del cuerpo también necesita un “refresh”; De Marchi subrayó que “los excesos solares también dejan huella en el resto del cuerpo, especialmente en las zonas como el escote y hombros en donde suelen aparecer manchas”. Además, las piernas y los brazos sufren una sequedad extrema.

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