Utilizar gel íntimo en las relaciones sexuales tiene muchas ventajas ya que es una gran herramienta para mejorar la vida sexual y evitar enfermedades de transmisión sexual.
Una de las principales funciones es la de evitar molestias durante el coito y hacer que éste sea más placentero en general, reduciendo la presión para la pareja y generando más diversión.
Otro factor importantísimo de la utilización de lubricantes es que reduce el riesgo de infecciones, como las infecciones por hongos o las infecciones del tracto urinario (ITU). Esto se debe a que la vagina no se autolubrica como el pene y, si no se utiliza gel íntimo, el tejido vaginal se desgarra más fácilmente y se irrita. Esto puede provocar infecciones urinarias o por hongos.
También el uso de lubricante ayuda a proteger contra las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Algunas ETS causan llagas que son dolorosas o pequeños desgarros en los tejidos que normalmente no serían problemáticos, pero que se convertirán en tales si no hay suficiente lubricación para mantener relaciones sexuales seguras.
El lubricante también puede ayudar a combatir la sequedad vaginal, que puede estar causada por cambios hormonales o simplemente por la edad.
Los geles íntimos más comunes son los de base acuosa, los de base de silicona y los de base oleosa. Es decir, suelen estar hechos de agua, aceite o silicona.
Los lubricantes a base de agua son los más utilizados hoy en día ya que son fáciles de lavar, fáciles de limpiar después del sexo y, por lo general, no irritan la piel como otros tipos de lubricantes.
Los geles a base de aceite son otra opción, pero normalmente no se recomiendan para usar con preservativos, ya que rompen el látex con facilidad.
Por último, los que son a base de silicona duran más que los de base acuosa, pero no son tan fáciles de limpiar después, ya que tienden a no absorberse en la piel como otros tipos, sino que se quedan encima.