
Promete bajar de peso rápido, pero exige dejar casi todos los carbohidratos. Expertos explican qué ocurre en el organismo cuando entrás en cetosis.
La dieta cetogénica, más conocida como “keto”, propone comer más grasas y proteínas y reducir al mínimo los carbohidratos. Con esto busca que el organismo entre en un estado llamado cetosis, en el que empieza a usar la grasa como principal fuente de energía.
Al principio, este método fue diseñado para niños con epilepsia porque ayudaba a reducir sus ataques. Con el tiempo, varios estudios comprobaron que también puede favorecer la pérdida de peso rápida y mejorar el control de la diabetes tipo 2 y la obesidad.
Un plan que divide opiniones entre médicos y seguidores.
Un estudio reciente mostró que adultos mayores que siguieron una alimentación muy baja en carbohidratos durante ocho semanas perdieron casi cinco veces más grasa corporal que quienes hicieron una dieta baja en grasa.
Existen distintas versiones de la “keto”. La más usada es la estándar, que combina un 70 % de grasas, 20 % de proteínas y 10 % de carbohidratos. También están la cíclica, que permite algunos días de recarga de carbohidratos, y la alta en proteínas, con más carnes o legumbres y menos lípidos.
La clave es elegir grasas saludables, como las de frutos secos, semillas, palta o aceite de oliva. En cambio, abusar de grasas saturadas, como manteca o aceite de coco, puede ser riesgoso si hay problemas hepáticos o renales previos.
Reducir tanto las frutas y verduras puede causar déficit de vitaminas y estreñimiento. Además, al exigirle más trabajo al hígado y los riñones, esta dieta no se recomienda sin control médico.
El cuerpo tarda varios días en alcanzar la cetosis y el proceso puede traer cansancio, confusión o cambios de humor. Por eso, los especialistas insisten: más que una moda, la “keto” es un plan que requiere seguimiento y adaptación.