Es necesario considerar la complejidad de la pobreza. Y la ciencia tiene un rol importante que cumplir en torno a esta dramática inequidad de nuestras sociedades

Para terminar con la pobreza es necesario considerar toda su complejidad. Debemos asumir que no se trata simplemente de un déficit de dinero. Entender esto ayuda a explicar por qué algunas intervenciones fracasan y, a su vez, contribuye al diseño e implementación de políticas más efectivas en el intento de combatir la pobreza. Los programas que han tenido mayor éxito son los que consideran su carácter multidimensional y combinan estratégicamente acciones para el desarrollo de la primera infancia, la nutrición temprana, la salud, la educación de calidad, la vivienda, la infraestructura y los servicios.

En este sentido, la ciencia tiene un rol importante que cumplir en torno a esta dramática inequidad de nuestras sociedades. Debe haber un diálogo constante entre los hacedores de políticas públicas y los científicos para que la evidencia permita diseñar intervenciones más eficientes que mejoren la vida de las personas. Muchos creen que para reducir la pobreza solo es necesario el crecimiento económico. Lo hemos dicho y lo reafirmamos: el crecimiento económico sin inversión en desarrollo humano –adecuada nutrición, educación de calidad, salud, infraestructura, ciencia, cultura– no es sostenible y no podrá conducir a un futuro con verdadera igualdad social. Por ejemplo, todos los niños y jóvenes en nuestro país tienen el derecho de recibir una educación de calidad desde las primeras etapas de sus vidas hasta acceder a los títulos de mayor nivel. La sociedad civil debe insistir e intervenir desde el lugar que a cada uno le toque para lograr una comunidad en la que todos tengan la posibilidad de desarrollar sus capacidades.

Cuando hablamos de erradicar la pobreza estamos diciendo que deben mejorarse las condiciones de vida y las oportunidades de millones de personas. El Estado tiene la responsabilidad de asegurar la igualdad de oportunidades, la capacidad para transformar y el potencial para ubicar a la Argentina entre los países más desarrollados del mundo como soñaron nuestros fundadores. Pero solo si la sociedad se organiza en torno a una propuesta de largo plazo podremos impulsar las acciones políticas necesarias y garantizar su continuidad.

Podemos recuperar nuestro liderazgo como país, pero debemos hacerlo con el compromiso de todos. En un contexto de dramática desigualdad social, debemos comprender de una buena vez que la educación, la investigación científica, la innovación y el desarrollo tecnológico constituyen las herramientas más eficaces para terminar con los ciclos de pobreza. No hay nada más urgente. Como dijo Nelson Mandela, “mientras la pobreza, la injusticia y la evidente desigualdad persistan en nuestro mundo, nadie podrá realmente descansar”.

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