A pesar de todos los grandes beneficios que prometen, algunos aspectos de su uso pueden resultar contraproducentes para algunas personas.

Entre otras cosas, los suplementos dietarios prometen mejorar el sueño, más energía, una piel radiante y hasta una vida más extensa. Desde colágeno en polvo hasta gomitas para "reforzar el sistema inmunológico", estos productos se volvieron una parte importante en el consumo de muchas personas.

Pero antes de incorporarlos a la dieta diaria, los expertos advierten que hay aspectos clave que no todos conocen, según un reporte de ScienceAlert.

Los alimentos deben ser siempre la primera opción

La evidencia científica sugiere que si se puede obtener los nutrientes necesarios a través de los alimentos, es lo preferible. Los alimentos integrales ofrecen beneficios que van mucho más allá de un solo compuesto. Por ejemplo, un pescado como el salmón no solo aporta omega-3, sino también proteínas, vitamina D, selenio y otros nutrientes que actúan en conjunto.

A pesar de los intentos de aislar los "principios activos" de frutas y verduras para encapsular sus beneficios en una pastilla, los resultados fueron decepcionantes.

La sinergia de los alimentos reales sigue siendo difícil de replicar. No obstante, hay situaciones en las que un suplemento puede ser necesario, como el ácido fólico antes y durante el embarazo, la vitamina D en invierno o la B12 en dietas veganas.

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Cómo no caer en excesos

Una de las principales preocupaciones con los suplementos es el riesgo del consumo en exceso. A diferencia de los alimentos, con los suplementos es muy fácil ingerir dosis superiores a las recomendadas, especialmente cuando se toman por largos períodos sin supervisión médica.

Las vitaminas liposolubles, como la A, D, E y K, por ejemplo, se almacenan en el cuerpo y pueden acumularse hasta niveles tóxicos.

A su vez, el exceso de vitamina D puede afectar a los riñones y el corazón, mientras que demasiada vitamina A puede causar daño hepático o defectos congénitos. Incluso las vitaminas hidrosolubles, como la B6, pueden provocar problemas como daño neurológico si se consumen en dosis altas por mucho tiempo.

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Desconfiar de los consejos en las redes sociales

Los suplementos se venden en línea con términos como "natural", "desintoxicante" o "reforzador inmunológico". Se trata de palabras atractivas, pero sin respaldo científico. Este tipo de lenguaje busca conferirles propiedades que no tienen.

Mientras que a diferencia de los medicamentos, los suplementos no necesitan pasar por pruebas rigurosas de eficacia o seguridad. Debido a esto, muchos productos están mal dosificados, etiquetados o simplemente no cumplen lo que prometen.

El problema se agrava en el entorno digital, donde 'influencers' y vendedores de esquemas multinivel promocionan productos sin evidencia científica, basándose en anécdotas personales y evitando regulaciones que rara vez se aplican con firmeza.

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Un mercado de 130.000 millones de dólares

Con un mercado global valorado en más de 130.000 millones de dólares, la industria de los suplementos está impulsada por el 'marketing', no por la medicina.

Muchos de los productos más populares no están respaldados por evidencia sólida. Por el contrario, los suplementos que sí cuentan con consenso científico, como el hierro o la vitamina D, suelen recibir menos atención en redes.

No todos los suplementos son seguros para todas las personas

Además, el hecho de que un producto se venda sin receta no significa que sea inofensivo. Algunos suplementos pueden interferir con medicamentos o tener efectos adversos serios. La hierba de San Juan, por ejemplo, puede alterar la eficacia de anticonceptivos, antidepresivos o medicamentos para la presión arterial. La vitamina K puede interferir con anticoagulantes como la warfarina, mientras que altas dosis de hierro pueden generar problemas digestivos o alterar la absorción de antibióticos.

Además, no todos los suplementos son seguros durante el embarazo o la lactancia. La vitamina A en altas dosis, por ejemplo, puede ser perjudicial para el desarrollo fetal. Por lo tanto, consultar a un profesional de salud sigue siendo la mejor estrategia antes de incorporar cualquier suplemento a su rutina.

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