Esta nueva modalidad de aprovechar el encanto del viaje en consonancia con el placer de la gastronomía se convirtió en una tentadora costumbre de la región. De cómo el paisaje devenido en Patrimonio de la Humanidad renace las numerosas ofertas de bodegas y productores, amantes del noble elixir.

El enoturismo ofrece en La Rioja recorridos en los que sus viñedos y bodegas se enlazan con la producción, arquitectura, paisajes, historia y riqueza cultural, que entrelazados generan un importante patrimonio provincial para exponer ante el país y el mundo.

En algunos casos, un verdadero culto define al elixir proveniente del proceso vitivinícola, donde de cada bodega surge la magia de un relato que parece llevar al origen mismo de la tierra, en un hermético mundo lleno de complejidades y saberes acumulados desde la época en que el vino llenaba las ánforas de Julio César.

Todo esto combinado con atractivos sorprendentes, como titánicos macizos del triásico vinculados al origen de la vida; un parque nacional que es Patrimonio de la Humanidad, construcciones históricas como el Cablecarril más largo y alto del mundo, un cactario único en el país, una cuesta de fastuosas curvas y cornisas y las mayores plantaciones de olivos de Argentina.

Aromas, texturas y diferentes cepas definen a la provincia entre los mejores exponentes del mercado, con vinos que se aseguraron con el paso de los años un distinguido nombre entre las mejores bebidas exportables y cosecharon premios internacionales en un ámbito cada vez más exigente.

La excelencia de sus vinos tiene su explicación en el origen, caracterizado por la combinación de bondades climáticas, suelo y relieve, además de una acertada mutación genética, que en conjunto generaron variedades de uvas reconocidas internacionalmente, como el emblemático Torrontés Riojano, distinto a cualquier otro de la misma cepa.

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En esta provincia, tanto los vinos como las aceitunas poseen Denominación de Origen Controlado e Identificación Geográfica, que certifican no sólo su origen sino también su exquisita degustación.

El cultivo de la uva llegó de la mano del fundador de La Rioja y conquistador español Juan Ramírez de Velasco, en 1591, aunque fueron los sacerdotes dominicos y jesuitas que lo acompañaban quienes comenzaron con la actividad en el Valle de Antinaco, actual Departamento Chilecito.

El Corredor de la Producción atraviesa además las localidades de Nonogasta, Felipe Varela, Villa Castelli, Vinchina, Castro Barros, Anillaco, San Blas de los Sauces, Sanagasta y Famatina donde la producción y diversificación varietal encuentran las mejores y mayores condiciones para su desarrollo.

El Departamento Chilecito tiene la mayor superficie de viñedos de la provincia, seguido por General Felipe Varela, Famatina, Castro Barros, Arauco, y San Blas de los Sauces.

Así, son los Valles de Famatina en general los que resguardan, entre el Macizo del Velasco y el Nevado de Famatina, a la zona vitivinícola más importante de la provincia.

Estos valles, a más de 1.100 metros sobre el nivel del mar (msnm), con suelos aluvionales raramente salitrosos de textura franca-arenosa, baja humedad, alta luminosidad y una amplitud térmica estival de entre 35 y 17 grados, presentan las condiciones óptimas para el cultivo de la vid.

En esos establecimientos, tanto de producción familiar y artesanal, como los industriales, el turista tiene la posibilidad de recorrer los viñedos, conocer el proceso de elaboración, entrar a las bodegas y en algunos casos disfrutar de algún almuerzo típico a la sombra de parrales o aleros.

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