Buscan mejorar sus ingresos a través de la tradicional venta de rifas por los barrios, pero también esperan que el Estado tenga mayor presencia a la hora de contribuir para mantener este servicio esencial.
La Sociedad de Bomberos Voluntarios de Almirante Brown atraviesa una delicada situación económico-financiera, producto del alto costo operativo y de la reducción de sus ingresos por la venta de rifas a los vecinos. Como consecuencia de ello, muchos de sus agentes concurren a los incendios con trajes que no los protegen íntegramente, ya que están vencidos.

De la institución dependen cuatro cuarteles: Adrogué (Central), Claypole, Longchamps y Parque Industrial, cuentan con un centenar de voluntarios y unos 15 oficiales rentados, que cumplen las función de cuarteleros para garantizar las guardias.

Con sus limitados medios, asisten a diario a unos tres accidentes de tránsito, la mayoría con motos involucradas, y a tres incendios, lo que en el año se traduce en unos 1.500 servicios anuales.
Fiel a su idiosincrasia, apuestan a redoblar sus esfuerzos para tratar de incrementar los ingresos por venta de rifas, pero también pretenden que el Estado, tanto provincial como municipal, contribuya un poco más.

El presidente de la Sociedad de Bomberos Voluntarios browniana, Rubens Lartigue, calificó el estado de las cuentas institucionales como "muy delicada", especialmente en este mes, que deben hacer frente al pago de los sueldos y los aguinaldos.
Este empleado bancario ya jubilado conoce de números y hace lo imposible para cubrir los 140 mil pesos mensuales que insumen los cuatro cuarteles: salarios y los servicios de luz, gas, teléfono y algunos insumos.

Entre los ingresos cuentan con un subsidio que otorga Nación -por retenciones a compañías de seguro-, que debe destinarse exclusivamente a la compra de materiales, lo recaudado por las rifas -que se viene reduciendo considerablemente-, mientras que el combustible es aportado por la Municipalidad. Provincia había comenzado en 2011 a otorgar una ayuda económica, pero este año se suspendió.

Lartigue explicó a este medio "los trajes, cascos y otros materiales tienen una vida útil de no más de cinco años y son muy caros reponerlos", y lo ejemplificó mencionando que un casco cuesta unos 4.000 dólares. De estos elementos no pueden ocuparse, por lo que los agentes no están totalmente protegidos, una cuestión que es "urgente" atender.

Otro de los altos costos que deben afrontar es el de la capacitación de los voluntarios.

Latirgue hace doce años que integra la comisión directiva y desde hace tres años cumple la función de presidente, mandato que vencerá en 2014.

"Los Bomberos Voluntarios brindamos un mayor servicio y afrontamos mayores riesgos, producto del crecimiento de la urbanización y de la población. Sin embargo, cada vez disponemos de menores recursos económicos", subrayó.

Para tener dimensión de lo que esto significa, precisó que en el distrito atienden a 11 localidades, una superficie de 111 kilómetros cuadrados, que está atravesada por dos vías férreas con 9 estaciones, y donde viven 650 mil habitantes.

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