Cuando tenía tres meses le diagnosticaron fibrosis quística y, desde entonces, alternó su vida entre su casa y los hospitales. Hoy, con 12 años recién cumplidos, necesita con urgencia un trasplante bi pulmonar, porque no tiene más oxígeno propio. Con una fuerte ayuda del Club Atlético Vélez Sarsfield logró que su historia trascienda... pero todavía le falta aire.

"Yo le prometí que no se va a morir", asegura Rubén Castagnino, el papá de Pablo Alem López. "Papá del corazón desde hace 8 años", aclara, como si hiciera falta, este hombre que reparte las cortísimas horas de sus días entre su trabajo en la Municipalidad de Moreno, la contención de su mujer (Carina, la mamá de Pablo) y las puertas que golpea para pedir ayuda.

Pablito tiene 12 años recién cumplidos y pesa 25 kilos: por su edad y su contextura, debería pesar, por lo menos, 10 kilos más.

A los 3 meses los médicos le diagnosticaron fibrosis quística. Desde ese momento, repartió sus estadías entre su casa y los hospitales. A los 11 años, con tan sólo el 14 por ciento de capacidad pulmonar, ingresó a la lista de emergencia nacional del Incucai, y espera un trasplante bipulmonar.

Para que no lo afecte ninguna bacteria ni virus que anduviera dando vueltas por el hospital, lo trasladaron a su casa, donde tuvieron que acondicionar la habitación, extremar las condiciones de limpieza (no pueden usar lavandina, por ejemplo) y restringir las visitas.

"A mi me tocó la parte más fea, le tuve que comunicar a mi mujer que a Pablo había que trasplantarlo de urgencia", cuenta Rubén. Fue hace cuatro meses. Después, a Carina le tocó contárselo a su hijo.

""Él se aferra mucho a mi, por eso le prometí que no se va a morir, porque es chiquito y tiene muchas cosas por vivir", agrega el papá de Pablo y se emociona cuando relata que, unos días después, su hijo les repitió la frase a los médicos: "Soy muy chiquito y tengo muchas cosas por vivir".

Vélez, el club de sus amores  

Rubén "no sabía para donde disparar". La obra social no le cubría casi nada de lo que necesitaba para que Pablo siga soportando la espera. Ni siquiera lo dos tubos de oxígeno diario que hoy en día está utilizando.

Además, Pablo necesita una alimentación especial. "Con mi sueldo, apenas alcanza para comprársela 3 o 4 veces a la semana", asegura. Vendió un freezer y un televisor, para conseguir más plata. "Casi que los regalé, porque le tenía que dar de comer a mi hijo", reconoce.

Fanático de Vélez, un día Rubén decidió comunicarse con el programa partidario "Vélez Visión", de AM 890, para pedir que lo ayuden. El conductor se conmovió y le dio una gran mano, haciendo rifas y difundiendo el caso.

Otro día, antes de un partido, pidió sacarse fotos con los jugadores. Fabián Cubero le preguntó por qué Pablo tenía un barbijo y Rubén le contó la historia. Cubero le preguntó si necesitaba algo y él le contó que tenía que comprar un nebulizador especial que costaba 20 mil pesos. A los pocos días, se lo regalaron. "Agradecele a todo el plantel, que se puso las pilas ni bien les conté", le dijo el "poroto".

Desde salir a la cancha con una bandera inmensa con la foto de Pablito y con remeras iguales hasta la absoluta solidaridad de Ricardo "El Tigre" Gareca, quien fue a visitar a Pablito y hasta les ofreció dinero, Vélez, el club de sus amores, no deja de sorprenderlos.

Más aire

Los medicamentos, la alimentación, los cuidados extremos... todo tiene un costo que, por lo general, es muy alto. Por eso abrieron una caja de ahorro en pesos en el Banco Galicia (Número 402821460967), a nombre de Carina Edith Llorie. Y también, como muchas otras familias, juntan tapitas para venderlas y sacar algo más de plata.

"Hay que tener una fuerza sobrenatural", expresa Rubén. Entre los ahogos, los llantos y los ataques de pánico de Pablito ("le tiene miedo a la muerte"), se hace duro hasta sonreír. Y, mientras tanto, a Pablo, se le hace duro respirar. "Ese llamado que tanto esperás (del Incucai), no llega", se lamenta Rubén.

"Pablito a todo pulmón" es un grupo de Facebook en el que se puede conocer más de su historia y colaborar con la familia.

"Cualquiera de nosotros respira sin pensar, y Pablito sólo piensa en respirar", concluye Rubén.  

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