
"La Justiciera" es la primera novela de Marisa Milanesio. Guionista de exitosos programas de televisión y experta en mantener al espectador pegado a la pantalla, ahora logra mantener en vilo al lector hasta el final con su thriller de suspenso, romance y drama.
Marisa Milanesio sabe cómo construir tensión. Guionista de exitosos programas como Mirada Indiscreta, Amor en Custodia, Yo soy Franky, Corazón Valiente y Heidi, en su recorrido aprendió a manejar los tiempos, los giros y los silencios que mantienen al espectador pegado a la pantalla. Ahora su talento y experiencia se trasladan a la literatura con La Justiciera, su primera novela. Un thriller que combina suspenso, romance y drama con un pulso narrativo preciso y cinematográfico.
En las páginas de esta novela que no da respiro, Marisa se aparta de la literatura complaciente y propone una historia donde las emociones, los secretos y la moral se enfrentan sin red. Conversamos con ella sobre su paso de la telenovela a la novela y sobre los detalles de su thriller.
—Marisa, venís de un mundo con estructuras muy marcadas como lo es el del guion televisivo. ¿Cómo fue enfrentarte por primera vez a los cambios que propone escribir una novela?
No fue nada fácil. Crecí y desarrollé toda mi carrera en el mundo del guion televisivo, un universo con estructuras muy marcadas y reglas precisas. Estaba tan habituada a ese formato que sinceramente creí que nunca escribiría un libro. Pensaba que mis historias solo podían existir dentro de un guion, contadas en escenas y diálogos. Pero en la vida hay que animarse a romper moldes, a probar caminos nuevos. Un poco por impulso propio y mucho gracias al aliento de mi amiga y gran autora Marcela Citterio que fundó The Orlando Books, me lancé al desafío. Así nació La Justiciera.
—¿Sentís que La Justiciera marca una continuidad de tu trabajo como guionista o la considerás el comienzo de una nueva etapa?
Sigo sintiéndome guionista, y quiero seguir siéndolo. Es mi manera de mirar el mundo, de construir personajes y de contar historias. La Justiciera no fue una ruptura con ese oficio, sino una expansión. Escribir el libro me permitió explorar otras emociones, otras profundidades, pero desde la misma esencia narrativa que me acompaña desde siempre. Para mí, más que un cambio de rumbo fue una evolución: llevar el alma del guion a las páginas de un libro.
—El título de este thriller trae a la mente la idea de una figura fuerte, casi mítica. ¿Quién es La Justiciera y qué te interesó explorar a través de ella?
La Justiciera es una mujer común atravesada por el dolor y la injusticia. No nace como heroína ni como villana, sino como alguien que se quiebra y, desde ese quiebre, encuentra una nueva forma de existir. Me interesó explorar qué ocurre cuando una persona buena se enfrenta a una injusticia insoportable, y cómo el deseo de reparar puede transformarse en algo oscuro. En ella conviven la obstetra que da vida y la asesina que la quita; la necesidad de amor y el impulso de venganza. La Justiciera es, sobre todo, una historia sobre el alma humana, sobre lo que somos capaces de hacer cuando el dolor se vuelve demasiado grande y las respuestas que buscamos no llegan nunca.
—Los diálogos de tu novela fluyen de manera vertiginosa, al leerlos uno siente como si estuviera escuchando una conversación y se genera una atmósfera de realismo poco común. ¿Tu experiencia como guionista tiene que ver con esta circunstancia?
Sí, absolutamente. Mi formación como guionista marcó profundamente mi manera de escribir. En televisión, el diálogo es acción: revela emociones, conflictos y verdades sin necesidad de explicarlas. Creo que eso se trasladó naturalmente a La Justiciera. Cuando escribo, escucho a los personajes hablar; necesito que cada frase tenga ritmo, intención y verdad. Me gusta que el lector sienta que está “viendo” la historia, no solo leyéndola. Esa inmediatez, esa sensación de estar dentro de la escena, viene directamente de mi oficio de guionista, y es algo que me encantó conservar también en la literatura.
—Sin revelar demasiado, ¿cómo llegaste al final de esta historia? ¿Lo tenías claro desde el principio o se fue imponiendo durante la escritura?
No lo tenía totalmente claro al comenzar a escribir. Sabía que el final debía tener un sentido profundo, que resumiera todo lo que la historia buscaba decir. Quería que fuera emocionante, humano y cinematográfico. Lo vi antes de escribirlo, como una escena que se imponía en mi mente, y lo sentí en cada gesto y cada silencio de los personajes. La Justiciera fue tomando vida propia. Los personajes me guiaron, se rebelaron, y finalmente me mostraron que no podía haber un cierre fácil ni complaciente. Comprendí que la violencia solo engendra más violencia y siempre deja marcas que nadie puede borrar, y que el dolor que no se transforma en amor termina consumiendo hasta lo más noble.
—¿Qué te gustaría que le quedara al lector después de cerrar el libro?
Me gustaría que el lector cierre el libro con el corazón agitado y el alma conmovida. Que no pueda desprenderse fácilmente de los personajes, que sienta que algo de ellos se le quedó adentro. La Justiciera no busca dar respuestas, sino despertar preguntas: sobre la justicia, el amor, las relaciones y los límites del dolor. Quisiera que, más allá del suspenso o la acción, quede la reflexión sobre cómo la injusticia puede transformarnos o destruirnos; sobre la delgada línea que separa el bien del mal. Si al finalizar la lectura, el lector se queda en silencio, recordando cada vez que sintió una injusticia, revisando sus propias decisiones y sus propias emociones, entonces la historia habrá cumplido su propósito.
Con La Justiciera, Marisa Milanesio confirma que la narrativa audiovisual y la literatura pueden llegar a convertirse en perfectas aliadas. Su debut como novelista demuestra que detrás de la maquinaria del suspenso hay una autora que no deja cabos sueltos y entiende a la perfección el ritmo, pero también el alma de sus personajes. Y además nos muestra que cuando la justicia llega, nadie queda indemne.
La Justiciera / Marisa Milanesio; editorial The Orlando Boocks, 2025.