La influyente publicación francesa France Football le dedicó en los últimos días su tapa al técnico argentino Marcelo Bielsa con una pregunta taxativa: ¿Genio o impostor?
Ese juego a dos puntas que también son dos extremos, por supuesto no es novedoso. Suele revelar un ejercicio de la dinámica periodística. El título, ¿genio o impostor?, sin dudas tiene impacto. Y esa es naturalmente la búsqueda: impactar, abrir un debate despojada de conclusiones y genera una polémica.
Lo que por otra parte no le interesa a Bielsa, hoy dirigiendo al Leeds, de la segunda división del fútbol inglés. ¿Qué es Bielsa? Un muy buen entrenador. No un revolucionario. Pero muy consistente para expresar sus ideas que pueden hacer foco en los pliegues del fútbol, pero que a su vez trascienden la lógica o los misterios del juego para abarcar otros escenarios.
Claramente, no es uno más Bielsa. No lo fue nunca. El hombre de 64 años no repite el protocolo bastardeado de los lugares comunes. No se presta al show bizarro de la prensa que busca y alienta el escándalo. No se vende como un profesional exitoso. Y no desea ser un ladrillo más en esa pared que divide a los ganadores de los perdedores. Pero más bien que siempre está en la línea de fuego, porque es un protagonista destacado de la aldea globalizada del fútbol.
Y aunque no quiera, participa de manera indirecta. En la Argentina y en Europa con mayor o menor reconocimiento. Lo que parece dibujar la realidad de los viejos y los nuevos tiempos es que Bielsa todavía no encontró el lugar en el mundo que siempre buscó. Quizás porque ese lugar es un paisaje idealizado que las sociedades capitalistas no están en condiciones de brindar.
Se asoma entonces Bielsa como un personaje que camina por afuera de las clasificaciones y los estereotipos habituales. No quiere formar parte del negocio del fútbol, pero está adentro del negocio del fútbol. No quiere tener contacto con la plaga del resultadismo o el exitismo y está sujeto a los avatares de esas miradas y lecturas. Detesta a los mentirosos y oportunistas de ocasión, pero el fútbol está envenenado por episodios que se nutren de la mentira y del oportunismo. Igual o peor que en otras actividades.
Se alejó de Argentina hace poco más de tres lustros, después de abandonar la Selección en septiembre de 2004 y su aventura sudamericana (dirigió a la selección de Chile) y europea muy lejos estuvo de colmarlo y satisfacerlo. Aquí no halló respaldos sinceros y convincentes. En Chile y en el Viejo Continente, tampoco lo atraparon las plenitudes. Y desde su refugio intelectual, resiste. Y continúa.
La tapa reciente de France Football responde a la teoría binaria del iluminado incomprendido o el farsante manipulador. No hay etiquetas intermedias. No hay interpretaciones alejadas de esas simplificaciones. Es blanco o negro. Es un tipo muy valioso o un tipo despreciable, según la carta de presentación..
“Por aquellos días yo no sabía si era boludo o si se hacía el boludo”, nos dijo hace unos años José Yudica respecto a Bielsa. El Piojo Yudica conducía a ese Newell’s campeón formidable de la temporada 87-88 y el Loco Bielsa se iba perfilando para dar el salto a la Primera en la función de entrenador.
“Preguntaba y no paraba de preguntar. Era una máquina de preguntar. Preguntaba lo que no sabía y lo que sabía también, pero necesitaba confirmarlo. Un día lo descubrí en el vestuario detrás de un armario escuchando mi charla técnica con los jugadores. Fue una anécdota. Con el paso de los años entendí que Bielsa tenía una convicción y una honestidad extraordinaria. El siempre quiso formarse, aprender y ver lo que quizás otros no veían”, nos comentó el experimentado Yudica.
Esa vocación indestructible por frecuentar los libros escritos y no escritos del fútbol lo acercó a cierto dogmatismo. Y a ciertas rigidices. Su recorrido indica que no se ablandó nunca. Que no fue complaciente con los poderes de turno. Ni fue cortesano con los figurones que florecen en todas partes. Se mantuvo a distancia de cualquier tentación mediática. Y aunque celebró poco, ganó credibilidad y prestigio.
Por eso también se ocuparon de él en Francia, aunque ahora estuviera dirigiendo en Inglaterra en una división de ascenso. Es indudable que Bielsa dejó una estela sin ser un genio proclamado por el ambiente como un gran vencedor. Este podría ser el legado. El que construyó un hombre que el sistema no logró doblegar ni corromper.
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