Cada vez más argentinos buscan en sus celulares qué es Forex y cómo funciona. Aunque pocos entienden del todo el mundo financiero, la curiosidad por el valor del dólar y las medidas del Gobierno crece día a día.
En medio de la incertidumbre y los vaivenes del peso, cada vez más argentinos buscan en sus celulares que es forex y como funciona. Aunque pocos entienden del todo el mundo financiero, la curiosidad por el valor del dólar y las medidas del Gobierno crece día a día. No se trata de inversiones sofisticadas, sino de una pregunta mucho más simple: cómo cuidar el bolsillo. Entre el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y las medidas de ajuste impulsadas por Javier Milei, el país vive un clima de expectativa y nerviosismo.
A fines de abril de 2025, el Gobierno cerró un acuerdo técnico con el FMI por unos veinte mil millones de dólares. El objetivo es reforzar las reservas del Banco Central, estabilizar el tipo de cambio y dar una señal de confianza a los mercados internacionales. El plan incluye un compromiso de mantener el superávit fiscal, reducir subsidios y comenzar a flexibilizar el cepo cambiario. En los barrios, sin embargo, el tema suena más cercano a la vida cotidiana: si el precio del pan va a subir, si la luz se podrá pagar o si el sueldo alcanzará hasta fin de mes.
El dato que Milei mostró como prueba de éxito llegó en mayo, cuando el INDEC informó que la inflación mensual bajó a 1,5 %, el nivel más bajo en años. El Presidente celebró la cifra como una victoria de su “plan de motosierra y licuadora”. Pero para la mayoría de los trabajadores, los precios siguen siendo imposibles. El FMI proyecta que la inflación anual rondará el 41 %, y los salarios siguen muy por detrás. “Los precios bajan en la tele, no en el súper”, dijo una jubilada en Quilmes, mientras contaba las monedas para pagar la carne.
El malestar social también crece. En abril, la CGT convocó un paro general que paralizó el transporte y buena parte de la administración pública. Fue una advertencia directa al Gobierno frente al ajuste y la pérdida de poder adquisitivo. Milei respondió con dureza, asegurando que “no dará marcha atrás”. Pero incluso algunos economistas aliados reconocen que, si la recesión se prolonga, la tensión social puede volverse un riesgo político serio. Las organizaciones barriales informan que las ollas populares volvieron a multiplicarse y que cada semana llegan más familias que antes tenían trabajo formal.
El dólar, como siempre, sigue siendo la obsesión nacional. Aunque el Gobierno insiste en que el mercado se estabiliza, el blue rozó los 1.600 pesos en octubre, y la brecha con el oficial vuelve a generar nerviosismo. El acuerdo con el FMI y el respaldo de Estados Unidos, que analiza una línea de swap por otros 20 mil millones, buscan darle aire al Banco Central. Sin embargo, la desconfianza persiste. En los comercios, muchos remarcan precios tomando como referencia el paralelo. En la calle, el humor cambia según la cotización del día.
El Gobierno celebra haber alcanzado superávit fiscal por primera vez en más de una década. Lo logró reduciendo transferencias a las provincias, frenando la obra pública y recortando subsidios a la energía. Para los economistas ortodoxos es una muestra de orden; para los ciudadanos, un ajuste que se siente en cada factura. La luz y el gas aumentaron más del 70 % desde enero, mientras el transporte público subió más del 40 %. “Nos dicen que el país mejora, pero la gente cada vez compra menos”, resumió un kiosquero en Avellaneda.
Los próximos meses serán decisivos. Si la inflación sigue bajando y el dólar se mantiene estable, Milei podría consolidar su proyecto liberal y ganar margen político. Pero si los precios se aceleran o el conflicto social se agrava, el escenario puede complicarse. El FMI exige cumplir las metas fiscales al pie de la letra, mientras los gremios preparan nuevas medidas de fuerza y los gobernadores reclaman fondos. En la economía real, el crédito sigue congelado y las pequeñas empresas advierten que no pueden sostenerse con tasas tan altas y ventas en caída.
En medio de ese panorama, muchos argentinos vuelven a refugiarse en el dólar. Otros exploran alternativas digitales, desde criptomonedas hasta cuentas virtuales en el exterior. Las redes sociales se llenan de consejos, algunos válidos y otros no tanto, sobre cómo “proteger los ahorros”. En los grupos de barrio y en los cafés se repite la misma pregunta: hasta cuándo durará la calma. Lo que antes era una discusión de economistas ahora es tema de conversación en cualquier mesa familiar.
Argentina avanza entre la esperanza de que el ajuste sirva y el temor a otro retroceso. Los números oficiales muestran progreso, pero el bolsillo todavía no lo siente. La inflación baja en los gráficos, no en las góndolas. En las calles del conurbano, donde se mezclan la paciencia y la bronca, el futuro económico se mide día a día: cuánto cuesta el kilo de pan, cuántas monedas quedan después del colectivo, cuántas promesas más se pueden escuchar sin perder la fe.
comentar