La artista está haciendo el duelo por la muerte de su madre: "Lloro todo el día y no reconozco mi mirada en el espejo". Sintió que le "pasaba un tsunami por encima" cuando Santiago Bal la dejó

Se reconoce como una mujer fuerte, recta, estable y convincente. Su vida no fue un lecho de rosas, pero tampoco un valle de lágrimas. Conoció el éxito y el fracaso personal y profesional. Se cayó mil veces y mil veces se levantó. La enorgullece seguir cumpliendo años y ser la madre de Fede Bal. Hoy, Carmen Barbieri -quien se encuentra en Mar del Plata terminando la temporada de su revista “Magnífica” en la sala Corrientes- responde con sinceridad a todas las cuestiones que se le plantearon con la lucidez de una persona que tiene los pies sobre la tierra y que sabe que, una vez más, va a salir a flote a pesar de estar profundamente triste, quizás porque tiene en claro que nada es para siempre.

l ¿Les costó mucho llegar a donde llegó?

-Sí. Fue difícil. No fue un camino de rosas, pero tampoco estuvo lleno de espinas. Tuvo obstáculos importantes, que los pude ir sorteando. Aún no llegué a la meta, pero no puedo quejarme. Soy muy fuerte y estuve a la altura de las adversidades de la vida, quizá porque tenían el peso que yo podía soportar.

l ¿Cómo acciona frente a las situaciones conflictivas?

-Con firmeza. En esas ocasiones, soy más fuerte que cualquiera. Soy Juana de Arco. Peleo contra la corriente, aunque sé que me puede aplastar, me mantengo en pie.

l ¿Se puede estar bien con Dios y con el diablo?

-¡Para nada! En la vida hay que tomar partido. O estás con Dios, o estás con el diablo.

l ¿Qué le gustaría mejorar de usted?

-Mi forma de hablar. No dejo hablar a los demás. Monologo, pero sé escuchar. La gente cree que como hablo tanto, no escucho, pero no es así.

l ¿Es ciclotímica?

-No. Soy una persona estable, que vive la vida tal como se presenta, cuando tengo que estar triste, estoy triste; cuando tengo que está enojada, estoy enojada; cuando tengo que llorar, lloro. Muchos dicen que soy bipolar, pero no es cierto. Soy cambiante. Tengo cambios de opinión y de pensamiento, porque la vida te moldea.

l Y psíquicamente, ¿cómo se siente?

-Muy bien. Controlada, pero no medicada. Me siento en mi eje. Ya estoy grande, me han pasado muchas cosas, como la pérdida de mi madre hace muy poco y que después de tantos años, Santiago (Bal) me abandone, deje la casa y la familia. Hace siete años que estoy separada y puedo levantar la cabeza y seguir de pie. Hoy sé lo que quiero y dónde estoy parada.

l ¿Qué imagen le devuelve el espejo?

-Estoy atravesando un momento muy especial. Lloro todo el día. Estoy elaborando el duelo de la muerte de mi mamá. Hoy me veo triste, pero no vencida. No reconozco mi mirada en el espejo.

l Hoy, ¿hay espacio en su corazón para un hombre?

-¡Nooo!

l Económicamente, ¿cuesta más armar o desarmar un matrimonio?

-Una pareja se arma fácilmente. Si hay amor, vivís en una cueva y con una cebolla alcanza, pero cuando se desarma un matrimonio no sólo sufre el bolsillo, sino el corazón, porque se rompe la esperanza de vida y el proyecto de familia. Cuando Santiago me dejó, quedé como si me hubiese pasado un tsunami por encima.

El sueño: reunir a Santiago con Carmen en escena

l ¿Qué hace que un hombre pierda su encanto?

-Cuando miente, cuando fanfarronea, cuando deja de ser caballero, educado y respetuoso, pierde su encanto.

l ¿Qué le dejaron los hombres que pasaron por su vida?

-Los mejores recuerdos y las mejores enseñanzas. Todos los hombres que pasaron por mi vida los tuve por amor. Fui amada, fui engañada y pocas veces abandonada, pero todos me dejaron el mejor sabor.

l ¿En qué sabe que tiene mala suerte?

-La mala suerte no existe. Lo que me pasó en la vida no fue por mala suerte, sino porque estaba escrito. El destino está marcado. Mi papá decía: “Nadie muere en la víspera”. Mi abuelo era guitarrista de Carlos Gardel y murió junto a él en el accidente en Medellín. Todos fallecieron, menos Aguilar quien, quedó casi ciego y muy quemado por la explosión de avión en la pista. Después de unos años, cruzando la calle, lo atropello un colectivo y lo mató. Eso prueba que nadie escapa a su destino.

l ¿Cuál es su mayor capital?

-Fede (Bal), mi hijo. Es el tesoro más grande que tengo.

l ¿Es posible medir la felicidad?

-La felicidad son momentos y su intensidad y duración dependen de cada uno.

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l ¿Se vive para ser un recuerdo?

-No. Los seres queridos no mueren mientras se los recuerde. Uno muere cuando lo olvidan.

l Hasta la fecha, ¿la vida fue generosa con usted?

-La vida me dio en justa medida. Tuve fracasos y desengaños, pero tuve un hijo hermoso y sano y algunos éxitos. ¡No le puedo pedir nada más a la vida!

l En su medio, ¿es difícil hacerse respetar?

-Hoy, en mi medio, nadie respeta a nadie. Así estamos y se hizo costumbre. En este nuevo modo de vida es normal que te falten el respeto.

l ¿Es usted la última referente de las capocómicas?

-En lo que respecta al show y al teatro de revistas, que sepan hacer monólogos y que corten tickets sólo quedamos Moria (Casán) y yo.

l ¿Considera que el éxito marea?

-Los seres humanos no estamos preparados para el éxito. Por eso cuando el éxito se presenta hay que tener cuidado, porque te puede sacar de tu eje.

l ¿Y le parece que el fracaso enferma?

-No. Yo tuve más fracasos que éxitos. Estoy acostumbrada al fracaso. Me golpearon, pero nunca noquearon. Jamás lloré ni me tiré al piso por un fracaso.

“TUVE PANICO, PERO YA BORRE EL MIEDO DE MI DICCIONARIO”

Para Carmen Barbieri el miedo es algo terrorífico: “Durante algunos años, tuve pánico. Salí adelante de todas las cosas embromadas que me pasaron. Cuando Santiago estuvo al borde de la muerte, yo estaba muy fuerte y cuando se puso bien y yo bajé los brazos y experimenté el pánico. Después de mucho esfuerzo, pude salir de esa situación. El tema es que el miedo paraliza, es lo peor que te puede pasar, porque con miedo no se puede vivir. Yo borré la palabra miedo de mi diccionario”.

La actriz no oculta lo que le sucede cuando la gobierna el temor: “Yo lucho contra el temor. Le pongo el pecho. Ojalá nunca me roben, porque si me afanan estoy muerta, ya que jamás me entregaría. Estoy segura que enfrentaría al ladrón”.

Barbieri asegura que “jamás sufrí pánico escénico. Es más, para mi el escenario es el mejor lugar del mundo”.

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