La artista repasa su trayectoria y recuerda anécdotas con Pavarotti y Michael Jackson. Además, recuerda la difícil gestación de su niño de un año y aconseja a las mamás.

Una artista. Una gran artista. Eso es Gabriela Pochinki. Porque presentarla como la mejor cantante lírica del mundo sería quedarse corto. Su punto de partida fue deslumbrando a muchos, entre ellos, al inolvidable Luciano Pavarotti. Pero mejor que la propia Gabriela cuente cómo empezó a ser una gran artista.

“A los 8 años en la escuela primaria había un coro y yo quería cantar sola, no con el resto. La maestra me dijo que recién a los 12 podía cantar sola. Al final canté atrás del cortinado y fui ovacionada”. Eso fue en la Escuela Dr. Herzl, en Tucumán al 3100, de Capital, adonde ella estudiaba.

Y Gaby sigue su apasionante relato: “Ahí ya advirtieron que algo tenía. Y al hacer baile siempre quería estar adelante de todo. Después, a los 12, ya tocaba la guitarra en los fogones de la playa. Primero en Villa Gesell y luego en Uruguay. Una vez me vio el maestro Julio Frade y me invitó a cantar. También me detectó Pierino Gamba, un pianista y director de orquesta italiano que había sido un niño prodigio, y también me invitó a cantar. Me pidió el teléfono y yo le dije que no porque no se lo daba a nadie. Cuando se enteró mi mamá, me retó y me dijo que era una inculta, jaja. Mi papá no quería que yo cantara porque no estaba bien visto en esa época. Una vez pude ir a un evento que se hizo en el Sheraton. Alberto Cortés y Jairo me dijeron que me suba al escenario y que cante ‘Soy lo que soy’. Lo hice y papá no me pudo retar porque toda la gente me aplaudía".

RAUL LAVIE Y GABRIELA POCHINKI 3_result.JPG

Casi sin respirar, prosigue: "Y al final cuando vino Pavarotti al Colón, papá me dio una entrada. Yo estaba al lado de la familia de Maradona, me acuerdo. Y cuando lo vi a Pavarotti, ahí, de cerquita me dije: ‘¡Uy! Yo quiero ser artista’. El estaba con su pañuelito blanco y yo lo miraba de una manera especial. Me sacaron una foto, me di cuenta y fui a pedirle que no la publicaran porque papá me retaría. Pero el fotógrafo me dijo que era de la Revista Oggi, de Italia, y que si le dejaba la foto me haría pasar a ver a Luciano. ‘¡Obvio!’, le dije. Fuimos y Pavarotti echó a todos, y me dejó a mí. Y le canté La Boheme al maestro. ‘Yo te voy a ver en el escenario’, me aseguró. Y bastantes años después me vio en un concurso en el Town Hall Theatre de Nueva York. Cuando bajé del escenario, él me volvió a hablar: ‘Gabriela, avere una bella qualità di voce ora devi studiare’ (tienes una bella calidad en la voz, ahora tenés que estudiar). Y me recomendó a la maestra Rita Patane. Entonces viajé a Italia a estudiar”.

Ella quería ser como Barbra Streisand o como Julie Andrews y -en parte- lo estaba logrando... Y sigue con la cronología de su vida. Entró en la Manhattan School of Music, donde estudió durante 6 años. Fue mejor cantante lírica en San Remo. En Verona la vio el productor de Michael Jackson y preguntó quién era. “Me ofreció un ticket para ir a cantar a la casa de Michael. Le avisé a mi mamá y me dijo: ‘Andá. Tanto hiciste para llegar a Hollywood, probá. Si te llegan a raptar yo te busco y te rescato...’. Fui y era verdad, era la casa de Jackson. Después su papá me pidió que me quedara y aprendí a cantar pop”, dice Pochinki.

Entre tantos escenarios, subió al de Cosquín. “Gina María Hidalgo había dejado un lugar vacante para los festivales. Mi papá quería que volviera a la Argentina y ahí canté en Cosquín para miles de personas. Cuando cantaba los sobreagudos la gente se paraba para aplaudir y ahí surge La Soprano del Pueblo”, comenta Gaby.

Pochinki en Cosquín

“Cuando empecé a sufrir la soledad en Chicago, me vine para la Argentina”, relata. En Buenos Aires cantó en ShowMatch. “Le estoy muy agradecida a Marcelo Tinelli. Es un gran amigo”, dice.

¿Qué le gusta hacer cuando no trabaja? “Me gusta rezar, hacer yoga, bailar, andar en bici y pasear con mi bebé. Lo llevo a todos lados. Me cuido, la piel, el cuerpo, la mente...”, asegura. Justamente sobre su maternidad, expresa: “Le doy gracias a Dios por el hijo que me dio. Dios quiso que mi hijo viajara en Nueva York. Viví el embarazo allí. Tuve alto riesgo, pero fui tratada de la mejor manera”. Y añade: “A las mamás les recomiendo que pongan mucho Mozart y música en el embarazo. Conecta mucho al bebé y nace estimulado”.

Hoy reparte sus horas entre el trabajo y el cuidado de su bebé. Cada tanto viaja a España, a cantar en la embajada en Madrid. Está escribiendo la película de su vida. Y asegura que le encantaría “volver" a hacer un recital en el Salón Dorado del Teatro Colón.

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