El cantor volvió a la pampa, real y simbólicamente, y dejó un álbum guitarrero de notable hondura.
El estudio de grabación se instaló en el campo, en el Maipú natal donde Repetto se radicó nuevamente. La producción es de
Gustavo Santaolalla que sabe tanto registrar in situ (De Ushuaia
a La Quiaca) como de mezclar en el exterior (en este caso en Los Angeles, Estados Unidos).
Tiempo y Silencio, el titulo del disco resume el trabajo y refiere además al tema de los españoles
Luis Pastor y Pedro Guerra, presente en el CD. La placa, claramente inscrita en el folklore argentino, tiene una inusual lista de autores, que agrupa a los uruguayos Osiris Rodríguez Castillos y
Alberto Mastra con los contemporáneos
León Gieco y Santaolalla y las figuritas difíciles de la pianista, autora y actriz de los años 30 Maruja Pacheco Huergo o el poeta campero Angel Feliciano Mele, maipuense también que además recitó para placer de Repetto, responsable total de la elección del
repertorio.
Tiempo y Silencio comienza con una canción de Gieco sobre el amor al pueblo pueblo
y la nostalgia (Por el Camino Perdido) que informa desde el principio cuál es el lugar de Cristóbal, que vuelve a su lugar y al sonido de su infancia luego de la fascinación por las luces más reas del tango.
En general, hoy como ayer hay mucha milonga pero no está el lunfardo ni la picardía sino una
profundidad diferente a la que la gran urbe permite.
Guitarras criollas (Marcos Núñez, Carlos Martínez), guitarrón (Tilín Orozco), guitarra de siete cuerdas (Diego Rolón), guitarra de acero
(Santaolalla) son las cuerdas que mayormente se escuchan en un disco en el que apenas aparecen otros instrumentos, en forma muy relevante el bandoneón de Juan Núñez.
El fueye está en las dos canciones litoraleñas de la placa, Río y Mar (León y Luis Gurevich) y -el más clásico del álbum- Las Golondrinas (Jaime Dávalos y Eduardo Falú). La tercera aparición de
Juan Núñez es en el impresionante final, Mirarse y Ver, de Repetto, donde crea la atmósfera exacta.
En un trabajo que tiene fuerte presencia de Violeta Parra (el homenaje de Pastor, Mariposa de
Noviembre y recopilaciones de la chilena) se impone entre lo más atractivo la Milonga Arrabalera de Alberto Mastra, con el gran
Eduardo "Toto" Méndez en la guitarra.
No es todo lo que tiene el disco, que además entrega un vals (Qué Pena Siente el Alma, una de las recopilaciones de Violeta) con la voz invitada de Cuca Roseta y la guitarra portuguesa de Mario Pacheco, una milonga de León Benarós o una habanera de
Maruja Huergo.Cristóbal Repetto vuelve a demostrar un compromiso que va más allá de la interpretación, al tiempo que, sin cambiar por completo el estilo de cuando hacía recordar a Ignacio Corsini, hace aflorar nuevos matices que en todos los casos juegan a favor de la obra y no de los faroles de neón del lucimiento personal.