El ganador, esta vez, fue opuesto a Elba, la última vencedora. Alejo, de 26 años, no es un chico de clase baja. Alejo es estudiante de marketing e hijo de un ejecutivo inmobiliario de Los Cardales. No tiene el perfil bajo como la última campeona: es arrogante, contestatario y no le temblaba la lengua para decir que su plato era "el mejor" cada vez que le llevaba comida al jurado.
Hizo un camino largo y sinuoso, donde encontró en Martín, su rival en la final, al gran contrincante del certamen. Construyeron un duelo de personalidades antagónicas: el bueno contra el malo; el dulce contra el duro. Al final, la magia de Alejo, un detallista a la hora de presentar cada plato, le dio el título.
Inteligente y confiado en su talento para manejar las sartenes, dominador de la cocina de alta gama, elaborada y sofisticada, tuvo pocos cruces con el jurado. Una vez, cocinando en pareja con Alan, se ganaron el repudio por la cantidad de ingredientes que seleccionaron para cocinar el plato. Sin embargo, cada vez que alguno de sus manjares iba a la boca de Christophe, Donato o Germán, todo se convertía en elogios: "Tu soberbia desaparece cada vez que pruebo algo que cocinás", llegó a decirle el francés alguna vez.
Fue jugoso en las declaraciones, hábil para encontrar un espacio televisivo —"Es el malo que todo reality necesita", tuiteó Mariano Iudica— y, encima, un excelente cocinero, que consiguió una justa consagración. Más allá de que el personaje haya generado rechazo en muchos televidentes, lo importante es la gastronomía. Y en eso, Alejo es un justo campeón. Un verdadero MasterChef.
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