La coronación del Matador a poco de su consumado descenso evidenció rispideces entre Superliga y AFA, levantó polvareda en Conmebol y pone en jaque al Promedio, el descenso y hasta la absurda grieta sobre el buen juego y sus resultados.

Tigre se llevó por delante todo. A los equipos en la cancha y al sentido común, de a cachetazos. No se conformó con la posibilidad de ser campeón moral -ese título demagógico que suele desempolvarse cada tanto- y casi como invitado de la Superliga, le mojó la oreja a Boca. Antes de debutar en la nueva temporada de la B Nacional, ganó la final de la Copa de elite y se apuntó para la próxima Libertadores.

Lo hizo apostando a su juego. Néstor Gorosito logró plasmar en la cancha lo que acaso insinuó a lo largo de su carrera y pasó de ser un técnico mediopelo a uno que, además, habla y desafía los dogmas que el establishment del fútbol tiene instalados hace tiempo. Le metió un caño a eso de ser mezquino para alcanzar el objetivo y se mofó de aquellos que intentan todo lo contrario aunque tengan el mismo afán por el triunfo.

Y con el título a cuestas, le puso argumentos a una discusión que divide a las instituciones que administran el negocio del fútbol: los Promedios. La AFA, que organiza -entre otros- el torneo de la B Nacional que tendrá la próxima temporada al Matador, extirpó el sistema y el año próximo descenderán los que estén últimos en la general. La Superliga, todavía los sostiene y por ello Tigre ya no pertenece a la máxima categoría.

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La AFA, en tanto, tendrá en sus torneos, la B Nacional y Copa Argentina, al equipo sensación de la Superliga. La estrategia de marketing más afortunada para un torneo que no tiene todavía demasiados atractivos.

Involuntariamente, entonces, se puso en boca de los argumentos para sostener el sistema o sacarlo. Su nombre fue subrayado por la entidad rectora del fútbol Sudamericano, la Conmebol, que avisó que no podría jugar un torneo continental por su condición de descendido, y fue respaldado por la AFA y la Superliga, aún con argumentos antagónicos.

Y es el mascarón de proa de aquellos que ven en esta la oportunidad de volver a potrero y cantar, igual que gol de caño vale doble, que el "campeonato mata el descenso". Y como si faltasen detalles para alimentar ese aspecto, en la AFA todavía el Comité Ejecutivo no validó el descenso. En rigor, tampoco el campeonato de Racing, y todavía -en términos formales- el Matador no está confirmado en la Segunda División.

No faltará quien ponga el grito en el cielo ni le cuente una mancha más al tapizado de la AFA, pero el fútbol entero argentino se nutre de circunstancias como esas: el tribunal de apelaciones de Superliga aún no se expidió en los casos de quita de puntos de San Lorenzo y Huracán. Hay en juego una plaza para la Sudamericana, que la reclaman Lanús, el Globo y Argentinos y en parte dependerá de cómo se resuelva ese aspecto.

En medio de la discusión, Tigre es además vehículo de una situación insólita: se queda con un cupo de Libertadores que otorga la Superliga, categoría que ya no lo tiene entre sus equipos integrantes.

Gorosito habla y parece llevar la voz de los desprotegidos. Simboliza a los que alguna vez sufrieron una injusticia -en este caso la de haber descendido por promedios, sistema que lo salvó de descender en otra oportunidad- y ahora se reivindica con un título. Si Pipo se presenta, hoy lo votan todos.

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