Los deportistas mitológicos tienen un momento de divina lucidez que embalsaman sus carreras. En Santiago Bernabéu, ante el contrincante más antagónico de todos, Lionel Messi tuvo el suyo

Aunque la carrera de Lionel Messi tenía varias faenas imposibles, le faltaba un santiamén legendario. Una demostración sobrehumana. Un instante en el que pusiera al mundo a sus pies como un rey que toma su trono por primera vez. Los deportistas mitológicos tienen un momento de lucidez que embalsaman sus carreras. Michael Jordan frenó contra Utah Jazz y encestó un doble bíblico. Usain Bolt fue el viento en Beijing 2008 y entonces la tradicional carrera de los 100 metros llanos cambió para siempre. Diego Maradona legó el gol del Siglo, la mano de Dios; y Pelé el cabezazo que lo elevó al infinito en la final de México '70.

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El desempeño del zurdo en Santiago Bernabéu era la refutación de que la caída del Barcelona de la cual todo el periodismo se encargó de marcar tras la eliminación contra Juventus no existe. El equipo salió del ataúd en el medio del velorio para saludar al planeta, servirse una copa de champagne y decir: "Aquí estamos". Messi se lo recordó al cosmos cuando mostró su camiseta con ese semblante de superhéroe que acaba de matar a su enemigo. Barcelona tiene vida mientras Messi se calce botines.

En su tradicional columna en El País, el periodista Manuel Jabois resume el partido de Messi contra el Real Madrid en cuatro actos: en el primero recibió el codazo de Marcelo ante el cual no se inmutó —como el alumno que aprendió la lección, no mostró ni un rasgo de la versión desatada del juego ante Chile—, la segunda escena fue el tanto del empate con una apilada jeroglífica que él resolvió como una ecuación de una incógnita, en el tercer acto les arrebató el corazón a sus rivales con la expulsión de Sergio Ramos, y en el último, en el final jubiloso, liberó a su pueblo como Moisés en el gol de su carrera: un mimo a la pelota para guiarla cerca al palo de Keylor Navas y señalar un nuevo hito en la línea del tiempo del fútbol.

El gol de Messi, además, fue el 500 de su carrera, y el que definió más tarde un Clásico en la historia. Barcelona y Real Madrid jamás habían resuelto sus problemas en el último rayo de sol. Messi lo hizo con la facilidad de los inolvidables.

Messi segundo gol contra Real Madrid

Hay varios trances sagrados en la carrera de Messi: el agónico gol frente a Irán, el quiebre de cintura que derrumbó a Jerome Boateng, el acopio de futbolistas del Real Madrid en la semifinal de la Champions League 2011, la corrida desaforada para celebrar el tanto contra Estudiantes de La Plata. Pero ahora, como los deportistas indiscutibles, hay una jugada capaz de concentrar toda su dimensión: un gol y una fotografía que nadie podrá olvidar.

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