Hace varios años que la función de enganche quedó enfocada como la expresión de un fútbol que ya pasó. Los técnicos hicieron mucho para que esto sucediera. Subestimaron el aporte de un enganche. Y pretendieron reemplazarlo con distintos sistemas tácticos. No lo lograron. El talento no se reemplaza. Los equipos siguen precisando de un jugador que descubra los tiempos y los espacios ofensivos.

“Ya no se juega más en ningún lado con enganche”. La frase despojada de dudas fue ubicada en primer plano por los técnicos. Fueron ellos los que con más o menos urgencias decretaron la extinción de los enganches en nombre de las nuevas teorías que derramarían sus virtudes y fortalezas sobre el fútbol.

Quedó, entonces, establecido como si fuese una verdad revelada que los enganches (la última celebridad argentina en esa función fue Juan Román Riquelme) ya no eran necesarios, asfixiados por los diferentes sistemas tácticos que los condenarían al olvido.

Todavía está fresco en el recuerdo la batalla que emprendió Ricardo La Volpe cuando después del Mundial de Alemania 2006, aseveró que los diez clásicos de ninguna manera podían perdurar. Y enfocó a Riquelme como a un protagonista muy destacado del pasado. Casi como a una pieza artesanal del museo futbolístico.

El tiempo pareció darle la razón a La Volpe. Sus colegas y en general el ambiente del fútbol argentino se sumaron a esa interpretación con clarísimas influencias europeas. Y la consigna de contenido falso se expandió velozmente: “Ya no se juega más en ningún lado con enganche”. Lo decía La Volpe acá. Lo empezaba a suscribir el Cholo Simeone acá y allá, en el Viejo Continente. “Ni Zidane en su última etapa jugó de enganche”, comentaba Simeone atrapado por su lógica de hierro.

Se incorporó esa lectura. Quedó fija. Pegada en las paredes simbólicas de los vestuarios. ¿Pero era cierto que los enganches ya no eran útiles? ¿O los entrenadores por pereza intelectual, mediocridad y miedo preferían postergarlos para no debilitar la recuperación de la pelota en la zona de volantes?

El Barcelona de Pep Guardiola hizo pedazos ese bloque de respuestas negadoras. Andrés Iniesta fue el cerebro más pleno de esa máquina impresionante de jugar al fútbol. No fue Iniesta un jugador posicional. Fue generoso en los recorridos, muy amplio y solidario para ir y volver presionando más arriba o más atrás, pero el gen del enganche siempre lo identificó como una auténtica pieza de culto.

Juan Román Riquelme

Hoy en la Argentina, no es tan frecuente escuchar a un técnico categorizar a un enganche como un jugador sin futuro. O sin peso en un equipo. La realidad es que lo precisan. Porque no alcanza con volantes o medias puntas que tengan vocación de ataque. El pase ofensivo filoso y desequilibrante no lo cultiva cualquiera. No es propiedad de cualquiera, aunque algunos posean características técnicas y estratégicas ofensivas.

El pase con ventaja para el que lo recibe no se puede enseñar. No está en los libros. No está en ningún software. El pase de Iniesta no se enseña. El pase entre líneas de Riquelme tampoco. El de Bochini o el Pibe Valderrama tampoco. No se los enseñó nadie. Era de ellos el misterio. Esa dimensión del pase de autor, es lo que están demandando los equipos. Y los técnicos de esos equipos.

Porque la calidad del pase simplifica la gran complejidad del fútbol que es la construcción y el hallazgo del espacio. Sin espacios no hay fútbol. Hay lucha. Hay combate.

Hay choque. Hay tumulto. Por eso hoy se vuelve a reivindicar a los jugadores capaces de encontrar lo más imprescindible del fútbol de todos los tiempos: el espacio. La pelota al espacio. Para ir liviano en búsqueda de ella.

Parece simple ejecutarlo. Naturalmente no lo es. Es simple para el dueño del misterio. Para el que piensa y resuelve antes que el resto. Para el que adivina antes que el resto. Transferir ese don forma parte de una magia que no existe. Porque no se transfiere el talento. Y tampoco se reemplaza con esfuerzos y voluntarismos como imaginaban e imaginan los técnicos aplicando la teoría, siempre insuficiente.

Siguen siendo protagonistas relevantes los enganches. No los que se las dan de enganches y son prestamistas ocasionales de la pelota. No los que dan pasecitos al pie. Los enganches con categoría de tales son los que enriquecen al equipo. Los que clavan puñaladas en el área rival. Los que meten pases de gol. Los que abren caminos donde hay barro. Los que descubren los espacios que otros nunca descubrirían.

Arrojarlos al olvido es un acto de insensatez futbolística grave. El fútbol no se renueva ni se potencia tirando a los enganches por la ventana. A veces también se renueva observando el pasado.

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