"La Selección no puede jugar tan mal como lo está haciendo", planteó Maradona después del sorteo del Mundial, en Moscú. El lugar y el momento quizás no parecieron los más apropiados para expresarse con ese tono muy crítico. Pero Diego nunca fue un hombre que cultivó un perfil políticamente correcto. Su análisis de los tiempos de la Selección no caminan por afuera de la realidad. La necesidad imperiosa de encontrar un funcionamiento.

“Nos tocó un grupo bastante accesible, pero la Selección no puede jugar tan mal como lo está haciendo. Tiene que mejorar”. Esas fueron las filosas palabras que utilizó Diego Maradona cuando el pasado viernes en el cierre de la ceremonia del sorteo para Rusia 2018, el ex goleador inglés Gary Lineker le pidió una opinión sobre los rivales que tendrá que enfrentar Argentina en junio del año próximo.

Lo que afirmó Maradona, seguramente, no le habrá caído bien ni al entrenador Jorge Sampaoli ni al plantel de la Selección ni al presidente de AFA, Claudio Tapia. Pero más allá de esa observación muy discutible sobre el “grupo accesible” que integra Argentina junto a Islandia, Croacia y Nigeria, quedó en primer plano lo que Diego interpretó en relación al fútbol ausente de la Selección.

“No puede jugar tan mal como lo está haciendo”, comentó sin ninguna inocencia apenas le dieron la oportunidad de brindar una respuesta breve ante millones de testigos. Porque no hay inocencia en estos niveles. Tenía la necesidad Maradona de expresar sin filtro su disgusto por la conducción de Sampaoli, al que viene castigando duro y parejo. Y lo hizo en el escenario del Kremlin para que lo escucharan todos. Los que lo veneran y los que lo desprecian. Los que valoran su pensamiento y los que hace muchos años que prefieren que abone el silencio interminable.

Esa falta de diplomacia o corrección política que se le reclama a Maradona, por ejemplo en esta circunstancia, no contempla algo esencial: nunca abrazó Diego ese perfil.

Nunca le interesó mostrarse ante las distintas audiencias como un hombre subordinado a los equilibrios formales. O a los tonos medios. O a la tibieza convencional. Si es un error o una virtud formará parte del pensamiento intransferible de cada uno de nosotros. Pensamientos que Diego siempre pasa por alto. Y está muy bien que eso ocurra.

La realidad es que la Selección viene jugando mal (salvo alguna que otra excepción durante las Eliminatorias o en los amistosos) con una regularidad que ya marca claramente una tendencia. Y la tendencia es que el equipo no está. Se sigue buscando al equipo. Y aunque algo se encontró en los dos últimos partidos, como en el 1-0 a Rusia y en el primer tiempo frente a Nigeria, que luego en el complemento se transformó en una derrota por 4-2, es evidente que no alcanza.

En todo caso, Maradona fue tan directo como frontal para denunciar las deudas futbolísticas que vienen acosando a Argentina. Deudas de vieja data por otra parte y que el propio Maradona comprobó y padeció cuando él fue técnico de la Selección en la etapa previa a Sudáfrica 2010 y durante el desarrollo del Mundial, cayendo sin atenuantes en cuartos de final 4-0 contra Alemania.

No descubrió nada que no sepamos, Diego. La Selección atrapó la clasificación a Rusia 2018 agarrándose de las paredes hasta la última fecha, cuando Messi le convirtió tres goles a un Ecuador alternativo que había arrancado ganando 1-0, presagiando el naufragio que finalmente no ocurrió.

La responsabilidad de Sampaoli no puede evadirse. Pero habría que recordar que Sampaoli asumió en la Selección cuando todo parecía indicar que podría estrellarse y los fantasmas del colapso no eran tan irreales como cualquiera podía imaginar.

En los dos cruces recientes ante Rusia y Nigeria se observaron algunas señales del juego que intenta construir Argentina. Por ahora es una pretensión. Y se basa en el control de la pelota. Y en el pressing sin pausas para recuperarla. Cuando ese pressing se debilita, como le ocurrió en la segunda etapa frente a Nigeria, el equipo se parte, se desorganiza y queda expuesto porque libera espacios.

Los ensayos teóricos y prácticos que deberá activar Sampaoli para plasmar en la cancha su idea y su búsqueda defensiva y ofensiva, es una tarea de compleja resolución. Para armar un equipo corto y sólido para defender y atacar se demanda un tiempo de trabajo que el entrenador no va a disponer hasta la etapa previa al Mundial.

Carlos Bilardo hablaba de contar con “80 entrenamientos”. El Flaco Menotti programaba larguísimas concentraciones antes de los mundiales. Sampaoli no tendrá a mano ninguna de esas dos alternativas.

El fútbol actual no lo permite. Deberá ser muy certero y sumamente aplicado en sus análisis para someter desventajas originales que trascienden a su función.

Maradona con su habitual vehemencia dialéctica puso el dedo en la llaga desde el mayor escenario. Cierto encono ya registrado que tiene con Sampaoli agudizó su crítica pública. Pero no se equivocó. La Selección viene caminando con demasiados problemas. No insuperables. Pero problemas que requieren paliativos y respuestas urgentes. El desafío es dejarlos atrás antes y durante el Mundial.

Por supuesto que hay que considerar algo indiscutible: como dijo el malogrado poeta y cantante brasileño Cazuza, el tiempo no para.

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