Sólo algunos episodios resisten al implacable e inexorable paso del tiempo. Pocos. El espacio está reservado para los que dejaron alguna huella imborrable o causaron emociones fuertes. Es el caso del Racing 1 Celtic 0, jugado hace cincuenta años en el estadio Centenario de Montevideo. Obviamente, los hinchas de la Academia saben muy bien lo que pasó ese día, pero el impacto de la victoria no fue patrimonio exclusivo de ellos.
Nadie del ambiente futbolístico local tomó la consagración albiceleste como un hecho natural u ordinario, e incluso muchos simpatizantes de otros clubes se alegraron, tal cual lo reflejan las crónicas de la época y los testimonios de los propios protagonistas. Es que la Copa Intercontinental, que enfrentaba a europeos y sudamericanos y le daba a su dueño el rótulo de campeón mundial de clubes, no había llegado a la Argentina luego de siete ediciones, hasta que el Racing de Juan José Pizzuti inauguró la serie de triunfos de los representantes de nuestro país.
Un equipo con agallas
En el ida y vuelta ante el rey de Europa nada resultó simple. Celtic se impuso por 1 a 0 en el Hampden Park de Glasgow -gol de McNeill- y cuando sacó ventaja en la revancha, a través de un penal ejecutado por Gemmel, pareció que las ilusiones de Racing chocaban contra una cruda realidad. Sin embargo, en el bagaje de recursos del equipo de José no existían únicamente atributos futbolísticos. También tenía agallas. Y lo demostró dando vuelta el resultado mediante un cabezazo del Toro Raffo y un zurdazo cruzado de Juan Carlos Cárdenas. El 2 a 1 hizo explotar de felicidad al Cilindro y envió la definición a un desempate en Uruguay, donde el encuentro se convirtió en una batalla.
Abundaron las brusquedades y los expulsados (cinco en total), en una época donde todavía no se podían hacer cambios en los equipos, por lo que ante la lesión de un jugador, incluido el arquero, había que arreglarse con los que quedaban de los que habían iniciado el cotejo.
Y el único grito en aquella jornada de 4 noviembre de 1967, en un ámbito hostil, con el público uruguayo mayoritariamente en contra, fue de Racing. El misil del Chango Cárdenas, desde fuera del área, terminó su espectacular recorrido en el ángulo del arco de Fallon, cuyo vuelo infructuoso completó la inolvidable escena.
El Racing de Avellaneda, de Pizzuti y de América, también era el Racing del mundo. Cincuenta años pasaron. Mucho tiempo. Pero lo sucedido aquel sábado 4 de noviembre de 1967 eternamente permanecerá en un rincón destacado de la historia del fútbol argentino y siempre será una caricia para las almas pintadas de celeste y blanco.
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