“Si Messi está bien, Argentina será el equipo de Messi. El equipo es más suyo que mío”. Estas palabras reveladoras de un estado de situación que volcó Jorge Sampaoli en una conferencia de prensa anterior a la victoria 2-0 a Italia y a la durísima derrota 6-1 ante España, quizás se aproximen a ese aire de explícita subordinación que expresó el entrenador respecto a su jugador estrella.
Ese nivel de sumisión intelectual del técnico para capturar la adhesión de Messi ya es un tema de vieja data. Todos los entrenadores que en la última década pasaron por la Selección con suerte diversa (Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza y ahora Sampaoli), intentaron ser funcionales a los deseos ocultos o visibles de Messi, siempre puestos a resguardo por los periodistas repetidores de frases vacías. Todos (nos referimos a los técnicos), un poco más o un poco menos, pretendieron ganarse las simpatías y los favores emotivos del astro que el próximo 24 de junio cumplirá 31 años.
Y el astro, muy obediente con los mandatos e intereses del Barcelona, no parece dar puntada sin hilo. Todos los entrenadores de la Selección, un poco más o un poco menos, también estuvieron sujetos a la idea futbolística que él supo abrazar desde que llegó al club catalán con apenas 13 años. En definitiva, quisieron agradar a Messi. Comprenderlo. Entenderlo. Interpretarlo. Cuidarlo cuando juega y cuando no juega. Y por las dudas nunca mostrarle un error o contradecirlo para no fastidiarlo. O incomodarlo.
Sampaoli es uno más en la larga lista. La diferencia sustancial es que él blanqueó este episodio en palabras. Le puso conceptos rotundos a su pensamiento. Y enfocó la dimensión de esta circunstancia que se sigue extendiendo. Porque plantear que la Selección “será el equipo de Messi”, es ubicarlo en un rol excluyente no solo dentro de la cancha, sino también afuera. Cuando hablamos del “afuera” hablamos de estrategia, de concepto, de estilo, de idea y también de jugadores que siguen o se desafectan. Porque son los jugadores los que pueden desarrollar de manera efectiva la idea.
No sería elegante ni cultivaría la diplomacia sostener que Sampaoli le entregó en bandeja la Selección a Messi. Pero sin elegancias ni diplomacias, por ahí circulan las lecturas. Lo elogia sin pausas. Lo complace. Y eligió continuar por ese camino. Lo que no se sabe con exactitud es cuál es el catálogo completo de ese refugio plagado de complacencias.
Se podrá recordar que Maradona le pidió a Bilardo que no convocara al Pelado Díaz para el Mundial de Italia 90. Y el Pelado no fue llamado a pesar de sus muy buenas temporadas en Europa. También podrá recordarse que Diego quería a Caniggia como titular de la Selección cuando Bilardo manifestaba sus dudas. Y Caniggia fue titular después de arrancar como suplente en la caída 1-0 ante Camerún, en el primer partido de aquel Mundial.
Esos cruces entre Maradona y Bilardo se hicieron públicos. Porque Maradona hacía públicas sus posturas. Messi, en cambio, es políticamente más correcto. Más formal. Más sigiloso. Más calculador. Y hasta más hermético. Sus influencias igual nunca pudieron esconderse del todo ni en el Barça ni en la Selección. Se vieron los hilos. Y quedaron colgando algunos piolines.
Sampaoli no dijo lo que terminó diciendo en una rueda de prensa (“El equipo será más de Messi que mío”) porque improvisó y largó una frase más para completar la jornada. Lo que no dijo pero queda subyacente, es que el equipo no lo representa y no lo siente como propio. Porque el equipo es de Messi. Expresa el paladar de Messi. Se acomoda a Messi. Satisface a Messi.
Sampaoli no hace lo que quiere. Hace lo que él siente que pueda hacer en la Selección. Ese espíritu tan edulcorado y cortesano con Messi le quita libertad. Lo ata. Lo limita. Lo expone. Asumir como asumió que “a Messi no se le puede enseñar nada porque sabe todo”, revela el peso de la subordinación.
Nadie sabe todo. Ni en el fútbol ni fuera de las fronteras del fútbol. Messi es un extraordinario jugador, pero no sabe todo. De hecho, no es un gran estratega como, por ejemplo, lo fue Johan Cruyff. Claro que Cruyff no inventó todos los goles que inventó Messi.
El problema es que Sampaoli apenaas arribó a la Selección comenzó a correr con desesperación detrás de Messi. Y lo llenó de centros. Pero los centros no alcanzan. Y menos si con la camiseta de Argentina, Messi, por distintas razones, está más en un palco que en una cancha.
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