C osa ‘e Mandinga. Es la mejor expresión que se puede usar para explicar por qué Independiente no se clasificó a la Copa Libertadores.
Claro que habrá que aclara que no fue producto directo de este último partido: el de anoche con Lanús fue el octavo empate del Rojo de los 15 partidos que jugó como local, de los cuales, además, perdió tres.
Estaba claro que el Rojo llegaba a esta final con el karma de saber que, en casa, había una maleficio.
Y comprobó de manera incuestionable: hizo todo para ganar, creó una cantidad pocas veces vista de situaciones clarísimas de gol, erró un penal y hasta armó la jugada del gol del empate granate, con un error imperdonable en un saque de arco.
Para contar la historia de manera cronológica hay que empezar diciendo que lo que pareció un pobre arranque de Independiente fue, en realidad, un gran planteo de su DT que apostó, de entrada, a la cautela; replegó sus líneas, le dio la pelota al rival y esperó con paciencia. Le costó un par de sobresaltos en su área, pero fue hasta que cambió de velocidad, modificó su estrategia y cascoteó el área de Lanús.
Rigoni avisó con un zurdazo desviado tras un centro de Tagliafico; luego llegó el 1 a 0 con un remate impecable del mismo Rigoni después de que Albertengo la bajara de cabeza.
De allí al final de la primera parte, Independiente pudo aumentar varias veces: Andrada le tapó un mano a mano a Rigoni, Benítez tiró dos por arriba y el arquero volvió a lucirse ante Rigoni.
En la segunda parte, el embrujo quedó de manifiesto. Andrada le tapó dos goles a Rigoni y a Albertengo y Barco, solo, la tiró alta.
Al rato, una salida de terror de Campaña, con todo el equipo marcado, un mal pase de Nery Domínguez, Sand recoge, revienta el palo y Aguirre toma el rebote para empatar.
Después, lo inexplicable. Penal a Rigoni, Barco remata feo y Andrada (que se adelanta un metro) ataja. Más del arquero: le tapa un cabezazo a Sánchez Miño, u tiro a Meza y otro a Erviti solo.
También Benítez, muy libre, vuelve a elevar el remate. Así llegó el final, entre lamentos adentro y afuera, aplausos por el esfuerzo y decepción enorme de todos los habitantes de la casa embrujada.i
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