Esas debilidades no son responsabilidad de su antecesor, Alejandro Sabella. ¿Cuáles eran las fortalezas más visibles y reconocidas de la Selección ? Sin dudas, su potencial ofensivo, protagonizado por Messi, Agüero, Higuaín y Di María. Allí, en esa área del desequilibrio ofensivo parecían descansar las mayores posibilidades de que Argentina conquistara su tercer Mundial. Por lo menos hasta que comenzó la competencia.
Cuando empezó el Mundial de Brasil esa teoría se estrelló contra una realidad frustrante. La Selección tenía menos de lo que se esperaba. Messi aparecía por ráfagas fulminantes y a veces ni eso. En especial, a partir de los octavos de final. El Kun Agüero tuvo rendimientos pésimos. Higuaín no terminó de arrancar nunca. Quedó Di María como gran amenaza y esta versión de Messi actual alejada de los brillos y los esplendores, aunque su media hora ante Hong Kong haya sido optima. Pero era Hong Kong, una caricatura de un equipo.
Igual, Argentina, pudo haber ganado el Mundial si hubiera contado con mayor eficacia en la final ante Alemania. Tuvo tres mano a mano (el de Higuaín en el primer tiempo, aquella de Messi en la segunda etapa entrando por izquierda y la de Palacio resolviendo mal por arriba del arquero Neuer) que dilapidó.
Pero por encima de las circunstancias, el Mundial de Brasil arrojó una sensación inocultable: la Selección tenía menos poder de fuego que lo que denunciaban sus individualidades. Esta herencia es la que, en definitiva, recibió Martino. Y es lo que, entre otras cosas más o menos valiosas, comprobó ahora frente a Brasil. Si a Sabella durante el Mundial se le cayeron los jugadores determinantes de mitad de cancha en adelante, esos que ganan los partidos; con Martino esa tendencia declinante pareció profundizarse.
Para ser lo más claro posible: arriba, Argentina, no tiene lo que todos creíamos que tenía. ¿Y entonces? Se impone la necesidad de renovar. ¿Agüero puede seguir siendo considerado una pieza clave como hasta ahora? No. ¿Higuaín puede seguir siendo considerado una pieza clave como hasta ahora? No. La razón es muy simple: andan mal y resuelven mal, más allá de que Higuaín le haya convertido 2 goles a una selección de quinta categoría como Hong Kong.
Lo que arrojaron los desarrollos en que Agüero e Higuaín fueron titulares en partidos importantes, es que no se asociaron con nadie. Y denunciaron, además, estar muy alejados del gol. Esto se vio durante el Mundial y después del Mundial en la reciente derrota con Brasil. Si la rompen o la descosen en sus clubes, es otra historia. Acá nos estamos refiriendo a la Selección.
Por supuesto, queda Messi. Y Di María. Los que faltan son los acompañantes. Los que los interpreten. Por supuesto no van a ser ni Palacio ni Lavezzi, ya fuera del circuito. Martino no lo desconoce. Ni tampoco debe desconocer que seguirle el tren a este Messi despojado de las grandes inspiraciones, será un tema para abordar largo y tendido. ¿Tevez? Sería convocado para jugar frente a Portugal el 18 de noviembre, pero Tevez, ya con 30 años (los cumplió el 5 de febrero), no encarna la etapa de la renovación. Ya actuó en 2 Mundiales, 3 Copas América y 2 eliminatorias. ¿Icardi? Por ahora, espera y hace goles en Europa como un punta clásico. Con 21 años, es una presencia valiosa de cara al futuro inmediato.
Por otro lado, en el arco Romero ya pide reemplazo. El no se automargina, pero lo exigen sus actuaciones mediocres. En el fondo, salvo los marcadores laterales hoy titulares (Zabaleta y Rojo), todo está agarrado con alfileres. Federico Fernández es un caso. Respecto a Demichelis, es un buen defensor con características de tiempista, pero si tiene que salir a anticipar lejos va a pagar más de lo que va a ganar. Por eso Sabella en el Mundial protegió al fondo con una mayor presencia de volantes. Martino pretende ser más ofensivo. Y está estupendo. Ese es el "cambio" que advirtieron los jugadores después de la caída con Brasil. Ser más ofensivo implica ser un equipo corto, con presión sostenida y con un compromiso colectivo para recuperar la pelota y los espacios que varios jugadores del plantel no lo documentan en la cancha. Por citar dos casos: Agüero e Higuaín.
En el medio, sobresale nítidamente Mascherano. ¿Y quién más? En el Mundial se destapó Biglia como acompañante de Mascherano y algo de Enzo Pérez. El resto (Pastore, Pereyra, Lamela) son apuestas. Incluso, Banega, desafectado de última por Sabella y ya con varias experiencias en la Selección.
Por eso, a diferencia de Marcelo Bielsa que se hizo cargo de la Selección después del Mundial de Francia y heredó a una generación de jugadores en la cresta de la ola (Ayala, Zanetti, Almeyda, Verón, Simeone, Ortega, Crespo, Batistuta, el Piojo López), Martino no goza en absoluto de esos privilegios.
El Tata tiene que administrar la transición de la Selección. No hay una gran herencia. Ni una muy buena herencia. Tampoco es tierra arrasada. Pero hay que volver a armar. Porque lo que estaba se fue desarmando. Y hasta Sabella se vio obligado a desarmarlo en pleno Mundial y producir cambios para sostener las ilusiones.
Este nivel de complejidades lo esperan a Martino. Refundar la Selección. Habrá que ver si sus convicciones y conocimientos y los jugadores que la van a integrar estarán a la altura de lo que siempre demanda el fútbol argentino. Que es jugar bien. Para después ganar bien.
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