Fernando Rapallini y el VAR fueron protagonistas de un final para el infarto en el Cilindro de Avellaneda. El cásico estaba cero a cero, corría el quinto minuto de adición y desde la tecnología llamaron por una mano de Jonathan Gómez que el árbitro fue a ver pero no cobró, y se desató la polémica.
El futbolista de Racing había arrastrado la pelota con el brazo en una barrida a Sebastián Villa en uno de los tantos ataques que el Xeneize tuvo en la parte final del partido. Para los jueces era imperceptible, pero desde Ezeiza avisaron de la mano y le pidieron al juez que tome la última palabra.
El contacto del brazo de Gómez con la pelota desde las imágenes era evidente. Lo que tenía que determinar Rapallini era la intencionalidad. Después de unos minutos de tensión, con un Cilindro que explotaba y futbolistas que reprochaban (cada uno para su lado, claro), el encargado de impartir justicia la consideró involuntaria.
Rapallini se dio media vuelta, llevó su silbato a la boca y pitó el final del partido, que terminó sin goles. Fue una muestra de poca personalidad del árbitro, que no quiso incidir en la definición y al mismo tiempo le abrió la puerta a la polémica.
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