El 2-0 a Italia no es lo de menos porque las victorias siempre fortalecen, pero el análisis deja en evidencia dos perfiles bien marcados: Argentina con la pelota y Argentina sin la pelota. Cuando la tiene, que es lo quiere Sampaoli, gana en seguridad y confianza. En cambio, cuando la pierde, se fragmenta y se confunde. El funcionamiento sigue siendo una aspiración, aunque la idea a qué quiere jugar por momentos se vea reflejada.             

Jorge Sampaoli no quería disputar estos dos partidos ante Italia y España. Los veía inoportunos y hasta quizás demasiado riesgosas. Esto por un lado. A lo que habría que sumarle la lesión del Kun Agüero. Y en las horas previas al cruce frente a Italia, la lesión de Messi. Malas señales para empezar a transitar la recta final hacia el Mundial. O una variedad de contratiempos que enturbian y complican las circunstancias.

Este era el panorama antes del partido en Manchester. Sin embargo el balance fue positivo. Y no solo por la victoria 2-0, siempre significativa. Sin Messi ni Agüero y con varios jugadores con pocas horas de vuelo en la Selección (Bustos, por citar un caso, hizo su debut con la camiseta nacional teniendo un buen rendimiento), elaboró una producción valiosa.

¿Qué fue lo valioso? Intentar jugar a favor de una idea. La idea es el control de la pelota. El problema es cuando la pelota la maneja el rival. En los 90 minutos se expresaron los dos escenarios. La Selección quiere tener la pelota. La precisa para ganar en seguridad. Para tocar y pretender encontrar superioridad numérica en todos los sectores del campo.

Esta pretensión que reivindica Sampaoli no es sencilla de llevar a cabo. Demanda una gran convicción de los protagonistas y un buen pase en todas las líneas. Para después de garantizar la circulación, activar lo que no logró mostrar: un cambio de ritmo desequilibrante que rompa las barreras. Esta última faceta no se vio.

Messi, naturalmente, puede ser el intérprete que le de velocidad en precisión a estos movimientos ofensivos. Y Agüero, mucho más dúctil y versátil que Higuaín (solo acertó en la pelota que le puso a su izquierda a Lanzini en el segundo gol), parece más sensible al toque y la descarga que el Pipa, entrando y saliendo del área para fabricarse el espacio propio o el espacio que puedan aprovechar sus compañeros, incluido Messi.

En este plano en el que Sampaoli enfoca su idea a partir de la posesión de la pelota, la Selección quiere fortalecerse. Y de hecho por largos pasajes lo logró, aunque no tuvo la cuota necesaria de resolución ofensiva, hasta que Banega (ingresó por Paredes promediando el segundo tiempo), un jugador con técnica y concepto más allá de su perfil errático, construyó con Lo Celso algo parecido a una pared y clavó un zurdazo abajo que sorprendió a ese estupendo arquero que sigue siendo el veteranísimo Buffón.

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Italia (eliminada de Rusia 2018), con mayor movilidad y ritmo que en la primera etapa, estaba quemándole los papeles a Argentina, hasta convertir al arquero Caballero en una figura del partido. Le habían robado la pelota a la Selección. Y cuando ocurren este tipo de episodios insalvables en cualquier desarrollo (como por ejemplo lo padeció en el 4-2 que le infringió Nigeria el 14 de noviembre del año pasado), quedan al desnudo las fragilidades del equipo.

Porque pierde la línea sin la pelota, Argentina. Se desconecta. Se divide. Se fragmenta. Y se confunde. Sufrió esta desconexión por lo menos durante20 minutos. Y estuvo muy cerca de ir a buscar la pelota al fondo de su arco. Este riesgo no debería ser subestimado en nombre del 2-0. Es un riesgo que se manifiesta porque el equipo parece conocer una sola parte de la idea. Es cuando domina. Cuando toma la iniciativa. Pero cuando ese dominio e iniciativa lo ejerce el adversario por presión o por juego, flaquea. Y queda partida la Selección.

La conclusión no es novedosa: está la idea, falta completar las asignaturas del funcionamiento. Y el funcionamiento no se lo va a dar solo Messi. O Agüero. El funcionamiento es una construcción colectiva. Messi hace la diferencia. Y Agüero en menor medida, también. El equipo sigue en construcción. Y en debate interno a menos de tres meses del Mundial. El debate es la constitución del equipo. Los que continúan y los que se van.

Por supuesto que sirvió el 2-0 a Italia. La derrota siempre debilita. Y más aún en las urgencias. Tenía que hacer un buen partido Argentina para no caer en dramatismos. El buen partido, en general, pudo armarse. El martes, en Madrid, España será un rival mejor calificado que Italia. Y la Selección tendrá que crecer. Con Messi o sin Messi.

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