Romina Atencio es coach y mentora de mujeres y parejas. Para cualquier consulta, comunicarse al correo electrónico [email protected]. Instagram: @diosalmica. YouTube: @rominaatenciocoaching.
Hay un momento particular en el cierre de cada año en el que algo se aquieta. No siempre es visible ni ruidoso, pero se siente. Es ese instante en el que la mente afloja el ritmo cotidiano y aparece una pregunta más profunda: ¿Cómo quiero vivir lo que viene?
No se trata sólo de despedir un calendario. Se trata de crear conscientemente el año nuevo. Y para eso, el cierre no es el final: es el punto de partida.
Vivimos acostumbrados a que el tiempo avance solo. Enero llega, los días se llenan de obligaciones y, sin darnos cuenta, repetimos rutinas, decisiones y emociones. Pero un año no se crea por inercia. Se crea con intención.
Este es el verdadero sentido del cierre de año: detenernos lo suficiente como para elegir.
Muchas personas llegan a diciembre con cansancio acumulado. El impulso suele ser “que termine rápido” o “arrancar de cero”. Sin embargo, ningún comienzo es genuino si no hubo un cierre consciente.
Mirar hacia atrás no es quedarse atrapado en el pasado. Es ordenar la experiencia vivida para que no se infiltre de manera inconsciente en el futuro.
Todo año deja huellas:
-Aprendizajes.
-Decisiones acertadas.
-Errores necesarios.
-Vínculos que crecieron.
-Otros que se transformaron o terminaron.
Cuando no hacemos un balance, esas huellas siguen actuando desde las sombras. Cuando sí lo hacemos, se convierten en sabiduría.
Una de las herramientas más simples y reveladoras para cerrar un año es la rueda de la vida. Su poder no está en la complejidad, sino en la honestidad que exige.
La rueda propone observar distintas áreas fundamentales:
-Salud y bienestar.
-Trabajo y dinero.
-Vínculos.
-Familia.
-Crecimiento personal.
-Espiritualidad.
-Ocio y disfrute.
-Entorno y hogar.
Al asignar un nivel de satisfacción a cada área, aparece una imagen clara:
¿Dónde hubo equilibrio?
¿Dónde se sostuvo el esfuerzo?
¿Y dónde quedó postergado el cuidado?
Este ejercicio no busca juicio. Busca conciencia. Porque sólo aquello que vemos con claridad puede transformarse.
Muchas veces descubrimos que el cansancio no viene de “hacer demasiado”, sino de vivir desequilibrados. O que el malestar no es falta de capacidad, sino falta de dirección.
Hablar de crear un nuevo año no es hablar de pensamiento mágico. Es hablar de dirección interna.
Cuando no definimos hacia dónde vamos, el cerebro y la energía personal funcionan en modo automático. Y el automático, casi siempre, repite lo conocido.
Visualizar es una forma concreta de salir de ese piloto automático. La ciencia lo respalda: cuando imaginamos escenarios con carga emocional, el cerebro activa las mismas redes neuronales que cuando los vivimos. Esto no garantiza resultados por sí solo, pero sí algo fundamental: orden interno.
Y cuando hay orden interno, las decisiones empiezan a alinearse.
"Escribir cómo queremos vivir el próximo año -no sólo lo que queremos lograr- genera un anclaje profundo", afirma la autora.
El tablero de visión suele ser subestimado o malinterpretado. No es un collage aspiracional, ni una lista de deseos idealizados. Es una herramienta de enfoque.
Un buen tablero de visión trabaja sobre tres niveles:
1.- Visual: imágenes que despiertan emoción real.
2.- Emocional: sensaciones asociadas a la vida que se quiere habitar.
3.- Simbólico: mensajes que el inconsciente comprende.
No se trata de “querer más”, sino de elegir mejor.
Un tablero efectivo no pregunta “¿qué quiero tener?”, sino:
¿Cómo quiero sentirme?
¿Qué ritmo quiero sostener?
¿Qué tipo de vínculos quiero cultivar?
¿Qué versión de mí quiero encarnar?
Cuando estas respuestas se vuelven visibles todos los días, algo se acomoda. No por magia, sino por coherencia.
Crear un nuevo año requiere silencio interno. No ausencia de problemas, sino presencia suficiente para escucharse.
Vivimos sobreestimulados. Opiniones, exigencias, comparaciones y expectativas ajenas ocupan gran parte del espacio mental. En ese contexto, es difícil distinguir entre deseos propios y mandatos aprendidos.
Por eso, antes de planificar, es necesario apagar un poco el ruido.
Respirar conscientemente, escribir, ordenar ideas, observar emociones: todas son formas de limpiar el canal desde donde se crean las decisiones.
Un año diseñado desde el ruido suele terminar en frustración. Un año creado desde la claridad tiene más posibilidades de sentirse propio.
La escritura consciente es una de las herramientas más poderosas para crear. No porque “atraiga” cosas, sino porque revela prioridades
Cuando escribimos:
-Ordenamos pensamientos dispersos.
-Hacemos visibles deseos inconclusos.
-Detectamos contradicciones internas.
-Y sobre todo, nos comprometemos.
Escribir cómo queremos vivir el próximo año -no sólo lo que queremos lograr- genera un anclaje profundo. La mente empieza a reconocer ese escenario como posible.
No se trata de controlar el resultado, sino de darle una dirección al camino.
El cierre de año no debería dejarnos sólo con nostalgia o listas de pendientes. Debería dejarnos con una sensación clara: hay algo nuevo queriendo nacer.
La rueda de la vida nos muestra dónde estamos. El tablero de visión nos recuerda hacia dónde vamos. La visualización y la escritura nos ayudan a sostener el proceso.
Crear un año nuevo es un acto de responsabilidad personal. Implica dejar de esperar que las cosas cambien solas y empezar a participar activamente en la propia experiencia. No para controlar la vida, sino para habitarla con mayor conciencia.
Romina Atencio
Tal vez el objetivo no sea hacer más.
Tal vez sea vivir mejor.
Tal vez no se trate de acumular logros, sino de recuperar presencia.
De elegir con más coherencia. De honrar tiempos, límites y deseos reales.
Cada persona crea su año desde el nivel de conciencia que está dispuesta a sostener. Y eso se entrena. Por eso, cada cierre de año es también una invitación:
A aprender a mirar distinto.
A elegir con más claridad.
A visualizar con intención.
Porque el año nuevo no empieza en enero. Empieza en el momento en que alguien se anima a preguntarse, con honestidad: ¿qué quiero crear, y desde dónde?
Crear un nuevo año no es un acto impulsivo. Es una práctica. Y como toda práctica, se aprende, se entrena y se profundiza.
El resto... es camino.
Crear un nuevo año no es un acto impulsivo ni una promesa de enero. Es una práctica consciente que se aprende y se entrena.
Mirar la propia vida con honestidad, revisar cada área, visualizar con claridad y sostener una intención en el tiempo no siempre surge de manera espontánea. Requiere método, guía y un espacio donde poder detenerse a pensar qué se quiere crear y desde dónde.
Por eso, el cierre de año puede ser mucho más que una reflexión: puede convertirse en el inicio real de un proceso de creación consciente.
En el curso “Visualiza tus sueños”, estas herramientas -la rueda de la vida, el tablero de visión, la visualización y la escritura creativa- se trabajan de manera profunda y ordenada, paso a paso. No como ideas sueltas de fin de año, sino como prácticas sostenidas para diseñar el año que viene con intención, claridad y coherencia.
No se trata de prometer resultados mágicos, sino de aprender a enfocar la mente, ordenar la energía y tomar decisiones alineadas con lo que cada persona realmente quiere vivir.
El año nuevo no se crea en una noche. Se crea en cada elección consciente que se repite. Y tal vez este cierre de año sea el momento indicado para dejar de improvisar el futuro... Y empezar, de una vez, a visualizarlo con intención.
Si querés saber más sobre este curso, podes escribirme al WhatsApp que encontrás arriba en esta página.
Con amor: Romi.
comentar