Cada 23 de agosto se recuerda el éxodo jujeño de 1812 ordenado por Manuel Belgrano, en el cual se dejó la "tierra arrasada" al enemigo Realista.

Aunque en una guerra la victoria parece venir de la batalla, a veces una decisión estratégica puede lograr algo que se creía imposible. Esto ocurrió el 23 de agosto de 1812, cuando a instancias de Manuel Belgrano la población abandonó la ciudad de Jujuy, dejando “tierra arrasada” al enemigo Realista, que avanzaba en gran número desde el Alto Perú.

Esta decisión fue una orden que el Primer Triunvirato le dio al jefe del Ejército del Norte -que Belgrano sólo iba a cumplir parcialmente- y que proponía la retirada hasta Córdoba, ya que se estimaba que en Jujuy no se podría resistir el avance de las tropas españolas lideradas por el brigadier Tristán, de unos 4.000 hombres.

San Salvador de Jujuy, un lugar de suma importancia

Jujuy era pequeña, pero tenía una ubicación estratégica en la desembocadura de la Quebrada de Humahuaca. La ciudad integraba el Virreinato del Río de la Plata y era el centro de tránsito obligado entre las provincias del Alto Perú -lo que hoy es la parte occidental de Bolivia- y más hacia el norte, con el importantísimo Virreinato del Perú. En resúmen: la confluencia entre las "provincias de arriba" y las "provincias de bajo" le daba a Jujuy un dinamismo comercial y generaba trabajo para sus habitantes.

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Además, en San Salvador terminaba el camino que conectaba con el Río de La Plata; hasta allí llegaban las carretas cargadas con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú, ya que en adelante sólo se podía continuar el viaje en mula o burro, a cargo de arrieros.

Belgrano llega al norte

El creador de la bandera arribó a la Posta de Yatasto el 25 de marzo de 1812, donde al día siguiente, Juan Martín de Pueyrredón le entregó el mando del Ejército del Norte, el cual estaba destrozado luego de la derrota en Huaqui. Belgrano estableció su cuartel general en San Salvador de Jujuy, la que era la ruta principal de las invasiones desde el norte.

El mayor general Eustoquio Díaz Vélez, al mando de sus voluntarios, había ido a Humahuaca a vigilar la entrada del general realista Juan Pío Tristán, y volvió con la noticia de la ofensiva que se preparaba. Ante ello, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos, que no obtuvo, ya que las autoridades estaban abocadas a vencer a los realistas en Montevideo.

Con lo poco que tenía, Belgrano -un abogado sin mayor formación militar- debió volverse riguroso e inflexible con sus subordinados. Creó diversas compañías, como la de guías, la de baqueanos, la de Cazadores y el cuerpo de castas. Recompuso la moral de las tropas, que ascendieron a 1500 hombres. Y a finales de julio recibió 400 fusiles.

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Celebraciones en recuerdo al éxodo jujeño, la gran gesta de la gran gesta de la Independencia.

Celebraciones en recuerdo al éxodo jujeño, la gran gesta de la gran gesta de la Independencia.

La orden de retirada

En vez de enviar refuerzos al norte, el Triunvirato, a través de su ministro Bernardino Rivadavia, ordenó la retirada hasta la ciudad de Córdoba. Allí, la intención era que se reunieran con tropas procedentes de la región rioplatense.

Así inició el éxodo, por el cual se ordenó la destrucción de cuanto pudiera ser útil al enemigo. Belgrano dictó un bando el 29 de julio, dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada, bajo pena de fusilamiento. La orden especificaba que la retirada debía dejar “campo raso” al enemigo, de modo de “no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable”.

De esta forma, los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán. Participaron unas 1500 personas de un total de 2500 a 3500. El pueblo jujeño, al igual que el resto del Virreinato del Río de la Plata, estaba muy dividido entre los que apoyaban a los patriotas y los leales al sistema virreinal.

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La población efectuó un largo trayecto de 360 km hasta Tucumán, paralelo a la actual Ruta Nacional 34, tomando por el entonces camino de las Postas. En ese camino, unos 200 hombres de las fuerzas irregulares de Díaz Vélez quedaron a la retaguardia a modo de protección.

Los realistas pretendieron cortar la retirada, y el brigadier Tristán envió sus avanzadas a hostilizarlos, dirigidos por el coronel Agustín Huici. Este alcanzó a la columna sobre el río de las Piedras, y se entabló el Combate de Las Piedras. La rápida reacción de Díaz Vélez llevó a la victoria, y cayó prisionero el mismo Huici.

Dar batalla en un lugar favorable

El éxito obtenido alentó a Belgrano a detener la marcha. Además, ya había advertido que, si cumplía la órden de bajar hasta Córdoba, los realistas podrían esquivar las defensas y avanzar directamente sobre Buenos Aires.

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Belgrano no cumplió las ordenes y logró la victoria en la Batalla de Tucumán.

Belgrano no cumplió las ordenes y logró la victoria en la Batalla de Tucumán.

De modo que, contando con el apoyo de la poderosa familia Aráoz -emparentada con su segundo, Díaz Vélez- Belgrano decidió moverse hacia San Miguel, y esperar al ejército de Tristán. Fue allí que se desarrolló la Batalla de Tucumán, evaluada como la más importante en la guerra de la Independencia, y la que frenó la avanzada por el norte.

Belgrano -que había dispuesto al alba sus tropas al norte de la ciudad- cambió su frente hacia el oeste, contando con una visión clara de las maniobras de Tristán, y plantó cara a este en un terreno escabroso y desparejo, llamado el Campo de las Carreras.

La rápida embestida sobre el flanco de Tristán apenas le dio tiempo a este de reorganizar su frente y fue el principio de su derrota. Luego de esta victoria, se recuperó el control de la región, que se hizo completo con una segunda victoria en la Batalla de Salta.

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