Lo importante es comprender que todo lo que acontece dentro y fuera de cada persona es producto de su manera de pensar, asegura Antonio Las Heras.

El éxito que en su momento tuvo la película “Matrix” (1999), reiterado por la siguiente “Matrix Recargado” (2003), ha llevado a muchos –sobre todo a los jóvenes, tan ligados a la cibernética– a la sospecha de que el Universo, en su totalidad, puede ser tan sólo una producción virtual. Algo que no tiene una real naturaleza material, aunque impresione –engañosamente– de ese modo a los cinco sentidos humanos.

En general quienes observan esto, además de sorprenderse, suponen que están frente a una idea absolutamente nueva. Y se equivocan. Porque la idea de que la totalidad percibida no es otra cosa que efectos del pensamiento humano, es la piedra angular de la Tradición Hermética y sustento mismo de cualquiera de las órdenes esotéricas desde que se tenga conocimiento de su existencia.

Es lo que se conoce con la denominación de “Augustos Misterios” que se cultivaron en todas las escuelas iniciáticas y de sabiduría de la más remota antigüedad, como la del Templo de Sais (Egipto) de dónde, según Platón en sus “Diálogos”, proviene el conocimiento de la existencia de la Atlántida.

De esto mucho conocía ese revolucionario y poeta del movimiento del romanticismo que fue George Gordon Byron (1788/1824), usualmente conocido como Lord Byron, tal como lo refleja en ese poema que dice: “Cuando del pétalo de una rosa/ cae una gota de rocío/ el Universo tiembla.” Queda aquí evidenciado, de manera simbólica y metafórica, el concepto de que todo cuánto hay en el Universo se encuentra vinculado, de una u otra manera.

Lo cual incluye al poder del pensamiento, a lo que se tiene en mente, a lo que se desea, a lo que es imaginado tanto como fantaseado. Todo eso que, por lo habitual, es considerado algo inconducente, empero provoca modificaciones –algunas muy sutiles, otras notorias– de allí que todo cuánto alberga nuestro psiquismo está en relación con el Cosmos todo.

"El todo es mente"

Así El Kybalion (cuya autoría permanece en secreto bajo el seudónimo de “Tres Iniciados”), un clásico de la literatura esotérica mundial, que sintetiza la filosofía hermética enseñada en las escuelas iniciáticas del Egipto faraónico y la Grecia clásica de acuerdo a la tradición atribuida a Hermes Trismegisto, originariamente llamado Thot en el país del Nilo, reitera este concepto una y otra vez: “El todo es mente; el Universo es mental.” “Quien capta la verdad de la naturaleza mental del Universo estará bien encaminado y habrá avanzado en el sendero hacia la maestría”.

Resultan curiosos los caminos laberínticos de la Historia de la Humanidad, pues un concepto tan arraigado en el pasado se esfumó luego en la superficie del conocimiento y, ahora, regresa merced a la pantalla del ordenador.

Lo importante es comprender que todo lo que acontece dentro y fuera de cada persona es producto de su manera de pensar. Y esa “manera”; esos “esquemas de conducta”, no son rígidos, ni permanentes. Todo lo contrario. Pueden, mucho mejor que cambiarse, ser transmutados. Ese es el término que, con justicia, usan los Tres Iniciados en el Kybalion.

Transmutar es cambiar la naturaleza o la sustancia en otra. Es mucho más que una mera transformación. Aquí se trata de mudar o convertir una cosa en otra. Como la Alquimia material transmuta usando un metal impuro (por ejemplo, el plomo) para obtener otro noble (el oro), la Alquimia mental persigue para el logro de una vida en armonía, disolver los esquemas nocivos de pensamiento por aquellos otros que convierten al humano “a imagen y semejanza del Creador” haciendo a cada persona única, original, irrepetible y –por ello– absolutamente convencida de que la vida terrena es un desafío permanente donde el protagonismo y el rol proactivo son imprescindibles para la superación de cada obstáculo. Todo lo cual implica un mayor desarrollo espiritual, la aplicación más adecuada de la propia fuerza mental y, por ello, la certeza de un cuerpo sano. Es por ello que afirmamos que la sentencia latina “mensa sana in corpore sano” debe entenderse así: “si la mente está sana el cuerpo carece de enfermedades”.

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Si todo es producto del pensamiento y, si a la vez, todo es mental, entonces es suficiente su transmutación para provocar cambios en las condiciones del Universo mismo. Esto, en sí, se encuentra reconocido en la sabiduría popular mediante cierto tipo de expresiones: “¡Cómo no lo habría de lograr, si estaba tan convencido que podía!” De manera tal que queda bien en claro que lo que permitió ese éxito no fue otra cosa que una disposición mental personal.

Siguiendo este criterio se desprende que la transmutación mental personal supera los límites de la acción individual llegando a provocar la modificación en el accionar de otras personas que, de manera inconsciente, son influenciadas por quien ha logrado concretar estados mentales superiores.

Por todo esto conviene volver a poner atención en aquellos saberes que prevalecieron en otros tiempos, que confirman el poder creativo de la condición humana y su interrelación con la Gran Arquitectura Universal. Está sintetizado en otra de las frases que se encuentran en El Kybalion.

Me refiero a ésta: “La mente, así como los metales y todos los elementos, podrá ser transmutada de estado a estado; de grado a grado; de condición a condición, de polo a polo, de vibración a vibración, y la verdadera transmutación hermética es un arte mental.” A partir de allí, la decisión queda –exclusivamente– en cada uno de nosotros.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo y filósofo. Su más reciente libro es “Atrévete a vivir en plenitud.” www.antoniolasheras.com

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