Ya casi un festejo universal, el famoso escritor de aforismos José Narosky nos cuenta el origen de esta celebración y nos deja una frase para este día tan especial: “El amor es la droga más hermosa, y no está prohibida”.

Muchos hombres, utilizando el disfraz de moralistas, habían condenado durante siglos a la mujer, a negar su naturaleza.

Y una prueba irrefutable que el amor es un sentimiento universal, es la celebración del 14 de febrero de cada año que se ha denominado “Día de San Valentín”.

Es una festividad típicamente occidental, que se remonta a la Europa Germánica, incluido el actual Reino Unido. De allí pasó a los EE.UU. y se ha extendido actualmente a países como China y Japón entre otros.

La comprobación más fehaciente de la universalidad de este sentimiento, reside en que este festejo se celebra en docenas de países, diferenciados por idiomas, por su geografía, color, religión, costumbre, pero identificados por ese idioma -el único por cierto que puede prescindir de las palabras- que se denomina Amor al que el instinto suele transformar en un poema.

Y aunque en el amor nada es que no haya sido, para la pareja humana - cuya atracción hombres ciegos de buena vista juzgaron pecado- todo es nuevo.

Por eso, cuando la pasión es auténtica el amor siempre es legítimo.

Pero si bien el sentimiento es idéntico en todos los países del orden, no lo es en su exteriorización.

En Japón, el 14 de febrero, al que denominan festival de la Tanabata, las mujeres -novias o esposas- acostumbran a regalar bombones a sus hombres.

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Los chinos, por su parte, tienen el ‘Qi Qiao Sie’ (día del doble siete).

Y para los judíos su “Día de los Enamorados” se llama ‘Tu be Av’ y coincide con el comienzo de la primavera.

Si bien amar es para los románticos como volar, no es menos cierto que para hombres o mujeres, ser amados es permanecer cerca del cielo.

Shakespeare escribió en “Otelo”, que el amor es una especie de lucha. Quizá debió agregar que -caso único- también posee dos triunfadores.

En el siglo III de nuestra era, en plena caída del Imperio Romano, un joven cristiano, llamado Valentino, unía en matrimonio parejas de enamorados.

Lo hacía a escondidas, bajo el estricto ritual de la Iglesia, considerada como una secta prohibida.

Valentín había nacido en Roma un 14 de febrero y dedicó su vida a difundir el incipiente cristianismo. Descubierto, fue condenado a muerte por el emperador Claudio Segundo.

En una época, en que la atracción de la pareja humana era para muchos un pecado, este apóstol del amor la consideraba el más hermoso de los milagros y que si la pasión era auténtica, el amor era siempre legítimo.

Lograba la curiosa alquimia de transformar el instinto en un poema.

En definitiva esta festividad, nos hace pensar que Dios inventó el amor, para compensar la muerte.

Y así como las guerras solo tienen vencidos el amor solo tiene vencedores.

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