
Peritos y fuentes judiciales apuntan a una combinación peligrosa: un derrame de peróxido sobre palés de madera, una limpieza deficiente y sustancias altamente reactivas almacenadas sin protocolos adecuados.
A casi una semana del incendio que devastó parte del polígono industrial de Ezeiza y cuya explosión se sintió hasta 15 kilómetros a la redonda, la investigación judicial empieza a perfilar una hipótesis firme. El foco está puesto en una reacción química provocada por un derrame de peróxido líquido sobre palés de madera, sumado a un manejo inadecuado de sustancias altamente reactivas dentro del predio de la empresa Logischem.
Según confirmaron fuentes judiciales, los peritos concluyeron este miércoles la recolección de muestras y ya no necesitan trabajar en el lugar. Los primeros indicios apuntan a que el incidente comenzó el viernes, alrededor de las 9 de la mañana, cuando un contenedor IBC de peróxido se agujereó y perdió líquido. Ese derrame cayó directamente sobre varios palés de madera utilizados para sostener cargas dentro del depósito.
El problema, según testimonios del entorno laboral de la compañía, no fue solo la pérdida, sino la forma en que se intentó solucionarla. La limpieza habría sido rápida, superficial y, sobre todo, insuficiente. La madera quedó impregnada por lo que los especialistas describen como “agua oxigenada industrial”, capaz de provocar un calentamiento progresivo si no se retira de inmediato.
Un exempleado de Logischem, que pidió reserva de identidad por razones de seguridad, explicó a los investigadores el comportamiento del peróxido en contacto con la madera. “Si lo limpiás en el momento, no pasa nada. Pero si queda, la madera lo absorbe, se humedece y empieza a calentarse sola. Calienta hasta que tira llama”, detalló. Esa reacción, lenta y sostenida, habría actuado durante más de once horas, hasta que la ignición se produjo en torno a las 20.52, momento en que el incendio tomó dimensión catastrófica.
La segunda parte de la cadena que analizan los peritos es igual de preocupante: el material prendido fuego habría alcanzado contenedores de fósforo rojo y fósforo blanco almacenados muy cerca del peróxido. Videos del momento muestran un humo rojo espeso, característico de la reacción del fósforo.
Aunque en un primer momento se sospechó de una falla en los recipientes de fósforo rojo, los especialistas lo descartan: estas sustancias se venden en latas herméticas y es poco probable que pierdan contenido sin sufrir un fuerte impacto.
El verdadero problema, coinciden las fuentes consultadas, reside en el almacenamiento. Logischem mantenía en la nave siete varios contenedores de fósforo rojo, junto con el peróxido y los bolsones de fósforo blanco. Una combinación considerada de alto riesgo por el poder destructivo de estas sustancias, que deberían haber estado separadas y distribuidas en naves más seguras, como la uno, la dos o la tres.
A eso se suma otro elemento clave: el peróxido no estaba ubicado sobre una batea de contención, una plataforma diseñada para evitar que los derrames se esparzan. Sin esa protección, el líquido se dispersó libremente y entró en contacto con los palés.
“Como no tenían la batea, todo el líquido se fue desparramando y tocó la madera”, afirmó el exempleado. Esa cadena de errores habría permitido que la reacción química avanzara hasta volverse incontrolable.
La Justicia ahora analiza documentación interna, protocolos de seguridad y declaraciones del personal para determinar responsabilidades y eventuales incumplimientos de normas. Mientras tanto, los especialistas trabajan en otro frente: rastrear el destino del agua utilizada para combatir las llamas, ya que podría arrastrar partículas contaminantes hacia zonas residenciales o pluviales.
Con las pericias en marcha y un escenario cada vez más claro, la investigación avanza hacia una conclusión inquietante: el incendio que paralizó a Ezeiza podría haber sido el resultado evitable de una suma de errores humanos y negligencias en el manejo de sustancias peligrosas.